Juan Riera Roca / La enfermedad de Alzheimer afecta a las personas en la memoria, en la conducta y en las habilidades para adaptarse. La Medicina trabaja en la búsqueda de la cura y desarrolla medios para reducir su impacto
El alzhéimer es una enfermedad neurodegenerativa progresiva e irreversible caracterizada por el deterioro cognitivo y los trastornos conductuales. Su consecuencia principal, la más terrible, es la pérdida de la memoria, que suele llevar aparejada una pérdida de la identidad, con lo que la enfermedad es un gravísimo problema de salud y de impacto psicológico. Los enfermos acaban por morir, transcurridos unos años, a consecuencia del deterioro del cerebro.
En 1906 el doctor Alois Alzheimer describió por primera vez la patología que más tarde llevaría su nombre. Más de cien años después todavía se lucha contra el estigma asociado a la demencia -aunque al menos ahora ya se distinguen entre tipos diferentes de ‘demencias seniles: no todo el alzehimer- y se siguen organizando campañas con el fin de conseguir mejores servicios y tratamientos para los pacientes y, muy especialmente, sus cuidadores.
Se estima que a estas alturas del siglo hay 46 millones de personas afectadas en el mundo y que se diagnostica -en todo el mundo- un nuevo caso de demencia cada tres segundos. En España hay 800.000 enfermos, según estimaciones de la Sociedad Española de Neurología (SEN). Además, cada año se registran en el país unos 40.000 nuevos casos. Si no se encuentra una cura efectiva, en el año 2050 el número de casos se habrá triplicado, según los expertos.
En Baleares la tasa de mortalidad ajustada por edad por enfermedad de Alzheimer, por 100.000 habitantes ha pasado de 10,75 en 2005 a 16,00 en 2009, según los últimos datos ofrecidos por el informe Indicadores Clave del Sistema Nacional de Salud de Baleares, el último de los cuales se publicó en 2011. Se trata de un problema de salud creciente. Según la SEN España ya es uno de los países del mundo con más enfermos entre mayores de 60 años.
La enfermedad de Alzheimer es una enfermedad neurodegenerativa que se manifiesta como deterioro cognitivo y trastornos conductuales. Se caracteriza en su forma típica por una pérdida de la memoria inmediata y de otras capacidades mentales (tales como las capacidades cognitivas superiores), a medida que mueren las neuronas y se atrofia el cerebro. La enfermedad suele tener una duración media aproximada de 10 años.
INFRADIAGNÓSTICO
En España, sigue existiendo un infradiagnóstico muy importante de los casos de demencia, sobre todo en aquellos que aún son leves.
La SEN estima que aproximadamente entre un 30 y 40% de los casos podrían estar sin diagnosticar, solo identificados un 20% de los casos leves. Y ello, a pesar de que el 18,5% de los pacientes que acuden a una consulta de Neurología lo hacen por alteraciones de memoria o sospecha de deterioro cognitivo.
Lo que sucede en el cerebro, lo que diferencia al Alzheimer de otras demencias, es difícil de explicar.
Algunos expertos, como la doctora en Neurociencias, Ana María González Roldán, investigadora del IUNICS de la UIB, diferencia entre el hecho de perder la memoria, en algunas demencias menos graves, y el hecho de que en el Alzheimer el deterioro de una zona concreta del cerebro impide que ni tan siquiera entren nuevos recuerdos.
“Desde el punto de vista de la atención médica, una de las mayores prioridades es mejorar la precisión y la rapidez diagnóstica, reduciendo el número de personas a las que se diagnostica esta enfermedad en fases avanzadas. El diagnóstico precoz ha demostrado una reducción de la repercusión social y del impacto económico”, destaca Sagrario Manzano, Coordinadora del Grupo de Estudio de Conducta y Demencias de la SEN “Por otra parte, la sensibilización social, sobre todo a que se entienda que si una persona comienza a tener pérdida de facultades y de capacidad de hacer cosas no es por envejecimiento y que debe ser evaluada, es otro aspecto prioritario para mejorar el diagnóstico de esta enfermedad”, añade la especialista de la SEN: es decir, los ‘viejos’ no deben ser catalogados de dementes por el hecho de ser ‘viejos’, solo si sufren esa enfermedad.
Pionero en el estudio del papel de una proteína denominada Reelina, que podría participar en la pérdida de memoria y la dificultad de aprendizaje características de la enfermedad de Alzheimer, el grupo de Javier Sáez Valero, del Instituto de Neurociencias de Alicante, centro mixto de la Universidad Miguel Hernández y el CSIC, acaba de poner otra pieza en el complicado puzle de la enfermedad de Alzheimer.
UNA PROTEÍNA
Según informa la Agencia SINC, este avance se ha producido al descifrar parte del mecanismo por el que la proteína Reelina falla en su importante función relacionada con la memoria y el aprendizaje. Los niveles de Reelina están aumentados en el cerebro de las personas con Alzheimer, pero se vio que, a pesar de ese incremento, paradójicamente la Reelina fallaba en sus funciones, que están relacionadas con los procesos de memoria y plasticidad sináptica.
La plasticidad sináptica, deteriorada en el alzhéimer, hace que las conexiones entre las neuronas (sinapsis) se debiliten o refuercen cada día. Gracias a esta plasticidad la persona puede memorizar, aprender y adaptarse. Los investigadores han constatado que el aumento ineficaz de la Reelina observado en las personas con alzhéimer se debe a un fallo inducido por la proteína beta-amiloide, característica de la enfermedad de Alzheimer.
También han encontrado los investigadores del Instituto de Neurociencias de Alicante UMH-CSIC que el mecanismo que controla a la proteína Reelina funciona de manera diferente en las personas portadoras del alelo ApoE4, principal factor genético de riesgo de padecer alzhéimer. El ApoE4 parece interferir de forma adicional en el control de la proteína Reelina, implicada en la memoria y el aprendizaje, según datos publicados por la Agencia SINC.
El siguiente paso en esta investigación se centrará en ApoE para descifrar si la propensión a desarrollar esta enfermedad neurodegenerativa tiene que ver con estos fallos en la Reelina que han detectado. El equipo de Sáez Valero considera determinante aclarar estas alteraciones ya que pueden afectar a la capacidad de la Reelina para proteger al cerebro contra la toxicidad de la proteína beta amiloide característica de la patología.
También en estos últimos años se ha aumentado el conocimiento de aquellos factores que influyen o modifican la expresión de la enfermedad.
Y en este sentido, medidas como mejorar la salud cardiovascular, la diabetes mellitus, la hipertensión o dejar de fumar, hacer ejercicio, realizar una dieta sana.
También, potenciar lo que se conoce como reserva cognitiva, es decir, mejorar el nivel educativo general de la población.
GIMNASIA CEREBRAL
Ello se facilita potenciando actividades que impliquen actividad intelectual y social como aficiones, lectura, aprendizaje de idiomas o tocar instrumentos musicales, podrían conseguir reducir y/o retrasar el momento demencia de la enfermedad.
Fortalecer la musculatura del cerebro, intensificando su uso, especialmente a partir (o antes) de los 50 años de edad, puede ayudar a minimizar el impacto de los factores de riesgo del Alzheimer.
La enfermedad de Alzheimer es la forma más común de demencia, es incurable y terminal, y aparece con mayor frecuencia en personas mayores de 65 años de edad. En raros casos puede ser desarrollada desde los 40 años, por lo que ante la aparición de síntomas hay que consultar al médico, especialmente a partir de los 55-60 años. La Alzheimer’s Association ha creado esta lista de señales de advertencia de la enfermedad de Alzheimer y otros tipos de demencia.
Si se detecta cualquiera de ellas en uno mismo o un ser allegado cercano se aconseja consultar a un médico: Una de las señales más comunes del Alzheimer, especialmente en las etapas tempranas, es olvidar información recién aprendida.
También se olvidan fechas o eventos importantes; se pide la misma información repetidamente; se depende en sistemas de ayuda para la memoria (tales como notitas o dispositivos electrónicos) o en familiares.
Otra de las señales comunes es experimentar cambios en la habilidad para desarrollar y seguir un plan o trabajar con números.
Los afectados pueden tener dificultad en seguir una receta conocida o manejar las cuentas mensuales, en concentrarse y les puede costar más tiempo hacer cosas que antes culminaban en menos tiempo. A las personas que padecen del Alzheimer muy a menudo se les hace difícil completar tareas cotidianas.
A veces pueden tener dificultad en llegar a un lugar conocido, administrar un presupuesto en el trabajo o recordar las reglas de un juego muy conocido. A los afectados se les olvidan las fechas, estaciones y el paso del tiempo. Pueden tener dificultad en comprender algo si no está en proceso en ese instante. Es posible que se les olvide a veces dónde están y cómo llegaron allí. Tienen dificultad para comprender imágenes visuales.
OTROS SIGNOS
Quienes padecen del Alzheimer pueden tener problemas en seguir o participar en una conversación. Es posible, también, que paren en medio de conversar sin idea de cómo seguir o que repitan mucho lo que dicen. Puede ser que luchen por encontrar las palabras correctas o el vocabulario apropiado o que llamen cosas por un nombre incorrecto.
El afectado suele colocar cosas fuera de lugar. Se les puede perder cosas sin poder reconstruir el itinerario de sus pasos para poder encontrarlas. A veces, es posible que acusen a los demás de robarles. Esto puede ocurrir más frecuentemente con el tiempo. Ejemplo: de vez en cuando, colocar cosas (como los lentes o el mando a distancia) en un lugar equivocado. Las víctimas de esta afección pueden experimentar cambios en el juicio o en tomar decisiones.
Por ejemplo, es posible que regalen grandes cantidades de dinero a las personas que venden productos y servicios por teléfono, que hagan donaciones de caridad absurdas. Puede ser que presten menos atención al aseo personal. En esta enfermedad se puede empezar a perder la iniciativa para ejercer pasatiempos, actividades sociales, proyectos en el trabajo o deportes. Es posible que tengan dificultad en entender los hechos recientes de su equipo favorito.
El humor y la personalidad de las personas con el Alzheimer pueden cambiar. Pueden llegar a ser confundidas, sospechosas, deprimidas, temerosas o ansiosas. Se pueden enojar fácilmente en casa, en el trabajo, con amigos o en lugares donde están fuera de su ambiente. Desarrollan rutinas muy específicas y se enfadan si esa rutina es interrumpida. Sin embargo, todas estas pautas pueden significar otros problemas y son complejas de discernir por los no expertos.
Es por ello preciso que desde el momento en que se acerca la edad madura y más cuanto más se va avanzando en la vejez, si se producen esos síntomas que podrían ser generalizados como formas de desorientación u olvido de diferente intensidad, el entorno del paciente acuda a la consulta del médico para descartar que sea un caso de Alzheimer, y si lo es para instaurar tratamientos que ralenticen su evolución y aprender técnicas de cuidado para el paciente.
RUTINA TERAPÉUTICA
Los parientes de personas con Alzheimer deben entender que el enfermo, una vez el proceso está avanzando, no es responsable de sus actuaciones, de perderse, de no saber desarrollar sus actividades normales, de perder inteligencia, de ser irritable, de olvidar incluso las caras de sus seres queridos o donde dejó el dinero o la comida.
Y los allegados deben saber que la rutina diría es una de las herramientas para facilitar la vida y el confort de estas personas.
En ese sentido, en busca de un entorno de rutina y seguridad, el ingreso en una residencia especializada -si la familia tiene esa cobertura a su disposición- supone un gran beneficio por el afectado. Muchas familias rechazan “llevar a papá a un asilo” y lo que hacen es repartirse la custodia del anciano enfermo unos meses en casa de la familia de cada hermano.
Este cambio de rutinas es terrible para el afectado, que sufre gran desorientación. Nada para -aún- el Alzheimer.
Sin embargo, los medicamentos llamados inhibidores de colinesterasa son recetados para el tratamiento de los síntomas de grado leve a moderado de la enfermedad. Estos medicamentos pueden ayudar a reducir algunos síntomas y ayudar a controlar los deterioros del comportamiento. Los medicamentos son: Razadyne (galantamina), Exelon (rivastigmina) y Aricept (donepezilo).
Los expertos están de acuerdo en la mayor eficacia de modelos de intervención que combinan los tratamientos farmacológicos y los no farmacológicos. En varios estudios se ha comprobado la eficacia de los fármacos anticolinesterásicos y de la memantina combinados con terapias de intervención cognitiva (TIC), para mejorar el funcionamiento cognitivo y la capacidad funcional de los pacientes en el desempeño de las actividades de la vida diaria.
Sin embargo, la eficacia de las TIC sobre los SCP no está aun claramente establecida, lo que ha limitado su aplicación con esta finalidad en la práctica clínica. Por otra parte, en el Instituto de Investigaciones Biomédicas de Barcelona se ha demostrado que añadir un suplemento de resveratrol en la dieta de ratones transgénicos con alzhéimer tiene efectos protectores contra la patología. Hay mucha investigación en marcha, muchas esperanzas. Pero aún, solo eso.
Pintan bastosEl control farmacológico de los síntomas de la Enfermedad de Alzheimer es controvertido. El valor de la utilidad terapéutica de los medicamentos utilizados para su tratamiento genera un amplio debate desde hace años. Muchos son los que entienden que su eficacia es inconsistente, que presentan problemas de seguridad con significada frecuencia y que los efectos secundarios aumentan con su uso continuado y con la edad.
De hecho, en la mayoría de pacientes, estos fármacos tienen un balance beneficio-riesgo desfavorable. La tendencia es el de una prescripción regresiva.
Los enfermos con demencia precisan un abordaje global y multidisciplinar en el que el papel de los fármacos es más bien secundario. Lo trascendente son los cuidadores. Lo importante son las ayudas para el desempeño de las tareas diarias, las básicas y las avanzadas, apoyo psicológico y acciones estimulantes.
En esta línea, y acordes con el estado del conocimiento, el Ministerio de Sanidad francés ha dejado de financiarlos para la enfermedad de Alzheimer. Su eficacia es escasa y los efectos adversos desmedidos. Se refieren, esencialmente al donepezilo, la galantamina, la memantina y la rivastigmina.
La primeras evaluaciones, que datan de hace 20 años, ya hacían hincapié en sus resultados débiles. En su limitada eficacia. Sin embargo, en aquellos momentos, el perfil de seguridad no arrojaba suficiente información para desaconsejarlos. Con el tiempo, la información sobre eventos adversos graves ha ido inclinando la balanza hacia la situación actual; quedarse fuera de la financiación pública. No sería de extrañar que otros países siguieran el camino iniciado por el ministerio de salud francés. Al tiempo.