El doctor Jaume Orfila Timoner, especialista en Medicina Interna, desarrolla su labor de asesor científico en Salut i Força, prácticamente, desde el inicio de esta publicación. Su prolífico currículo profesional, en el que no falta su paso por las responsabilidades políticas como director general de Sanitat entre 2003 y 2007, y su profundo conocimiento de la asistencia médica y hospitalaria le convierten en uno de los ejes neurálgicos del proyecto divulgativo que representa Salut i Força.
P.- Desde hace ya muchos años es usted el asesor científico de Salut i Força. ¿Qué aporta una publicación de estas características a la divulgación sanitaria?
R.- Algo tan sencillo, y tan importante, como la oportunidad de acercar a los ciudadanos la actualidad sanitaria, desde la vertiente sociopolítica, profesional y científica. La asistencia sanitaria ha ido cambiando de una forma vertiginosa en la última década, y Salut i Força siempre ha estado allí para verlo y para contarlo. Ha contribuido al conocimiento de las enfermedades de toda la vida y se ha hecho eco de las nuevas formas de enfermar, sus manifestaciones y cómo hacerles frente. La infografía, la profesionalidad de los articulistas y los centenares de médicos que han contribuido con sus experiencias y explicando sus áreas del conocimiento han puesto el resto.
P.- ¿Considera que los ciudadanos han dejado atrás su anterior papel de receptores pasivos de la sanidad y ahora pretenden estar de cada vez mejor informados?
R.- Las decisiones asistenciales son cada vez más participadas entre pacientes y profesionales. Por muchas razones. Especialmente, porque se ha universalizado el conocimiento, la legislación protege de forma expresa los derechos de información, de libre elección y libre circulación de los pacientes. Pero, además, la forma de afrontar la prevención de las enfermedades y la atención a las patologías ha evolucionado hacia la individualización del tratamiento, hacia la medicina personalizada. El ciudadano quiere saber qué tiene, quién le va atender, las distintas posibilidades de tratamiento, y quiere elegir; en este escenario, los medios de comunicación sanitarios profesionales e independientes juegan un papel determinante. Sin información no existe la posibilidad real de elección.
P.- Por el contrario, y al hilo de lo anterior, ¿piensa que tal vez, con tanta información sobre salud como la que circula actualmente, está surgiendo una generación cada vez más numerosa de enfermos imaginarios?
R.- Nuestra sociedad está medicalizando muchas situaciones que, si bien tienen efectos sobres la salud, se deben afrontar desde otros prismas: el menoscabo en la autoestima personal por la dificultad a acceder al mercado laboral, la inseguridad e incertidumbre del paciente mayor, el sistema educativo, la falta de recursos personales… Todas estas situaciones influyen en la salud. Como también lo hacen las características del entorno familiar o las modas, pero, como puede comprender, todos estos y muchos otros aspectos no deben ser medicalizados. Es caro, ineficiente y frustante afrontar estas situaciones desde el ámbito sanitario.
P.- ¿Qué es la salud? ¿Está sano, simplemente, quien, según los análisis médicos, no arrastra ninguna patología? ¿O bien habría que profundizar más en ese concepto?
R.-El ámbito de la salud es bastante más amplio que el no arrastrar ninguna patología, como usted apunta; es bastante más que la ausencia de enfermedad física o psíquica. Existen muchos otros determinantes de salud que no tienen base sanitaria y están relacionados en muchos casos con la economía, que no con el ser ricos, con el ocio, que no con el no hacer nada, con la tranquilidad que aporta el sentir que la sociedad, la familia, los vecinos, están junto a ti y te muestran su afecto y apoyo
P.- ¿Qué función ejerce la prevención en la mejora de las estadísticas de salud de una población, y cuáles serían los consejos más valiosos que puede transmitir a los lectores en este terreno?
R.- En el último siglo la esperanza de vida ha aumentado más de veinte años, más de dos décadas. Vivimos cuatro lustros más que nuestros antepasados. Los mayores avances en la esperanza de vida se producen más por la potenciación de las actividades preventivas que por las curativas. De hecho, en los países pobres los ciudadanos fallecen antes de desarrollar ninguna de las enfermedades que nos matan a nosotros. Y entre nosotros, las distintas enfermedades crónicas compiten entre ellas como causa última de muerte. En general, vamos acumulando enfermedades, pero solo una de ellas acaba con la vida.
P.- Hablando de prevención, la ley antitabaco ha sido presentada desde algunos sectores como un paso de gigante a la hora de prevenir las enfermedades relacionadas con ese hábito. ¿Usted está tan sumamente convencido de la efectividad de una ley como esta?
R.- Aunque por educación, por respeto a la libertad individual y por el sentido liberal de mis convicciones personales, se me hace difícil aceptar normas coercitivas, es preciso reconocer que la aprobación de una normativa que prohíbe fumar en lugares públicos ha sido una aliada muy potente que ha ayudado al ciudadano informado a dejar el hábito tabáquico y prevenir sus consecuencias sobre la salud.
P. – Como asesor científico y profesional muy introducido en el mundo de la divulgación médica, ¿por qué cree que se investiga tan poco en España y todavía menos en Baleares? ¿O, tal vez, se trata de una percepción equivocada?
R.- Ya me gustaría que fuera una percepción equivocada. Nuestra sociedad, nuestros empresarios, los docentes, las organizaciones de Baleares son muy maduras y pioneras en muchos ámbitos, pero deficitarias en otros. No se reconoce al investigador, no se le apoya, no se le facilita el acceso a los recursos, y me atrevería a reconocer que hasta incluso se le menosprecia; sin apoyo y reconocimiento, la investigación y la innovación están abocadas a la marginalidad con todo lo que implica.
P.- Antes nos referíamos a una medida política concreta, como es la ley antitabaco. ¿Cuáles deben ser los ejes que, a su juicio, han de regir una buena política sanitaria?
R.- Fundamentalmente, ha de estar orientada al ciudadano, centrada en la prevención y basada en sus profesionales. El ciudadano sabe lo que quiere y los profesionales saben cómo dárselo. En este sentido, nuestra sanidad es buena, pero el verdadero eje de mejora vendría más por lo que le sobra que por lo que le falta. ¿Que le sobra? Pues, por ejemplo, intervencionismo político, clientelismo e inexperiencia directiva.
P.- ¿Piensa que los actuales reajustes presupuestarios debidos a la crisis económica y al déficit de las instituciones públicas acabarán pasando factura a la calidad de los servicios sanitarios?
R.- Un axioma de la teoría económica sanitaria afirma que cada país tiene la sanidad que es capaz de pagarse; sin entrar en las debilidades de esta aseveración, se tendrán que hacer grandes esfuerzos, en los ámbitos adecuados y con profesionales competentes, para que la calidad de la asistencia no se resienta de una forma clara, y, de manera muy especial, para que se manifieste en forma de inequidades y de accesibilidad. Es preocupante que la falta de recursos afecte al más débil.
P.- ¿Cuál es su valoración acerca de los equipamientos asistenciales, públicos y privados, de que disponemos en Baleares? ¿Son suficientes? ¿Existen carencias importantes?
R.- Los equipamientos asistenciales de los centros sanitarios públicos y privados son buenos y suficientes. Las carencias vienen dadas por la falta de impulso en el desarrollo de nuevos programas de trasplantes, en unidades de referencia nacional y en la potenciación de la cooperación con otras organizaciones, que permitirían integrar iniciativas formativas en nuevas tecnologías, y en la generalización de la cirugía menor invasiva, además de otros aspectos.
P.- ¿Cree que fórmulas como el copago serían útiles para limitar el gasto en el terreno de la asistencia sanitaria, tal vez porque aumentarían la corresponsabilidad del ciudadano?
R.- Los países que han aumentado el nivel de copago no han mostrado disponer de un sistema sanitario más económico ni más eficiente que el nuestro; involuntariamente, han puesto las bases para ser más inequitativos. Los más pobres dejan de ir al médico o a comprar un fármaco necesario para su salud por falta de recursos.
P.- ¿Algún gobierno conseguirá acabar con las listas de espera, o estamos hablando de un problema crónico y eterno?
R.- Nuestro sistema sanitario estaba afrontando el tratamiento de la patología crónica y no grave con unos niveles medios de espera razonables y protegidos por ley. No se está avanzando con transparencia en las cifras reales de espera en consultas, pruebas complementarias y quirúrgicas. Para alcanzar un objetivo hay que planificarlo, concretarlo, medirlo y evaluarlo. Me cuesta identificar avances en estos aspectos.
P.- ¿Cree que existe la suficiente colaboración entre sanidad pública y sanidad privada en Baleares, teniendo en cuenta que es uno de los territorios con una oferta asistencial privada más numerosa y diversificada?
R.- Sí, pero la colaboración se centra exclusivamente en el contexto de la complementariedad. Con claras reglas del juego, el papel podría ser mayor y más ventajoso para ambas partes. La nueva directiva sanitaria europea permitirá progresos importantes si la autoridades están a la altura de las circunstancias.
P.- Para finalizar, en su opinión, la visión que la sociedad tiene de los médicos, ¿es mejor, peor o igual que a la de épocas precedentes?
R.- El médico y el paciente tienen un objetivo común: curar o aliviar. En este camino, el mutuo respecto de médicos y pacientes es la base de su relación y entendimiento. Las encuestas ciudadanas dan un sobresaliente a sus médicos. En algunos casos, y no por lo poco frecuentes son menos importantes, se detecta un incremento de la violencia verbal y física que deteriora la confianza mutua colectiva.