Para la medicina tradicional, dejar de beber implica, solamente, evitar que la persona afectada no consuma un solo trago de alcohol y mantenerle en esa situación el mayor tiempo posible, que es tanto como decir toda la vida. Sin embargo, aunque el período de abstinencia constituye un requisito imprescindible para superar cualquier adicción, esa no puede ser la única estrategia de actuación. Desde la Clínica Capistrano, su director general, el doctor José María Vázquez Roel, trata de impulsar un enfoque integral del tratamiento de las adicciones, que aborde, de manera prioritaria, la situación psicológica del paciente.
P.- Doctor, ¿qué motivos impulsan a una persona a ser víctima de una adicción, ya sea el alcoholismo o cualquier otra?
R.- Todas las adicciones son distintas, pero, a la vez, están cortadas por el mismo patrón. ¿Y cuál es ese patrón? El déficit estructural de la persona afectada. O, dicho en otras palabras, las disfunciones que existen en su psique, en su continente y contenido emocional, en su visión de si mismo y de su entorno. Esas circunstancias, que en ocasiones provienen de episodios muy remotos de la infancia que el cerebro guarda en su interior como oro en paño, empujan a estos hombres y mujeres a beber o a renunciar a su libertad, atándose de pies y manos a una determinada adicción, o en ocasiones a varias, que les impiden ser felices, sentirse autónomos y disfrutar del patrimonio más importante de cualquier ser humano: la libertad.
P.- Sin embargo, en el ámbito de la medicina, pocas veces se ha planteado la adicción en los términos que usted lo hace…
R.- Y continúa sin hacerse. Al menos, en la proporción que sería conveniente. Pongamos el ejemplo de un alcohólico, por citar una dependencia muy generalizada y sobradamente conocida, ya que todos conocemos, mejor o peor, a alguien con este problema. ¿Qué es lo que tiene claro la medicina en relación a este paciente alcohólico? Pues, básicamente, que ha de ayudarle a superar una crisis, proporcionándole las herramientas necesarias para que pueda mantenerse alejado de la bebida, como mínimo durante el tiempo necesario para superar el momento más crucial o crítico. Ahora bien, en cuanto este objetivo se ha conseguido, ¿qué opciones ofrece la medicina tradicional? La verdad es que ninguna. Y no las ofrece, porque no las tiene.
P.- Así pues, el paciente alcohólico que ha remontado la crisis continúa estando en una especie de callejón sin salida…
R.- Más bien, digamos que en un callejón sin alternativas plausibles. Porque la única manera de dejar atrás, para siempre y de manera definitiva, su adicción es averiguar qué causas la empujaron a ella. Es decir, qué hay en el trasfondo de su personalidad, de su carácter, de su biografía, de su trayectoria como ser humano, de su visión del mundo, de su concepto sobre si mismo, para que, un buen día, cayera en las garras del alcohol. Si no determinamos, describimos y valoramos todos y cada uno de estos aspectos, y lo hacemos, además, de forma fehaciente, objetiva y rigurosa, la superación de una crisis no equivaldrá, necesariamente, a la superación definitiva del problema.
P.- Esa es la filosofía que aplican en la Clínica Capistrano…
R.- En efecto, y nos avalan los excelentes resultados terapéuticos obtenidos en el caso de la mayor parte de nuestros pacientes. Ahora bien, nuestro procedimiento no tiene nada que ver con el que el usuario con una dependencia alcohólica encontraría en los circuitos de la medicina tradicional. Aquí no nos limitamos a alejarle de la botella durante un tiempo. Aquí vamos mucho más allá. Durante el tiempo que el paciente permanece en la clínica, en períodos que, por término medio, oscilan entre el mes y los tres meses, dependiendo de cada situación, el paciente aprende a reestructurar su personalidad, profundizamos en las causas que le condenaron a ser víctima de una dependencia, y le ayudamos a salir adelante para que recupere la autoestima y la libertad, ese gran e insustituible valor del que hablamos antes. ¿Qué posibilidades tiene la medicina tradicional para ofrecerle todo esto? No las tiene, ya que en el sistema de salud el usuario no ingresaría en ningún centro, y el tratamiento finalizaría en cuanto la crisis alcohólica desapareciera y sus constantes, por así decirlo, se hubieran estabilizado. Y tampoco sería tratado por especialistas en cada uno de los campos de la atención médica que intervienen en la resolución de un problema adictivo. En la Clínica Capistrano, en cambio, contamos con esos especialistas, y nos contempla una dilatada experiencia en este tipo de casos.
P.- En todo caso, la abstinencia es también el primer paso para dejar atrás el alcoholismo
R.- Por supuesto, eso nadie lo puede negar, y esta es la primera medida que aplicamos en Capistrano cuando hemos de ayudar a un paciente alcohólico. Tiene que transcurrir una primera fase de tiempo en la cual ese paciente no tenga la opción de acercarse a una bebida etílica bajo ningún concepto. Mi planteamiento, sin embargo, es que ese es el inicio del camino, no el final. Y ahí es donde difiero con otros planteamientos que contemplan el tratamiento del alcoholismo, simplemente, como una lucha encarnizada por mantener al alcohólico separado de la botella.
P.- ¿Estos mismos criterios, son aplicables también en otras dependencias?
R.- Desde luego que sí. Tenga en cuenta que muchas veces el hecho de una persona sea adicta al alcohol, al juego, a Internet, al sexo, o a otras situaciones igualmente condicionantes y perturbadoras, depende de determinadas circunstancias presentes en su vida, en su entorno, en su lugar de trabajo, en su círculo de amigos o en su propia familia. Incluso en su lugar de residencia. Piense, por ejemplo, en un hombre que vive en Las Vegas, la capital del juego. ¿No cree que tendrá muchas opciones de convertirse en un ludópata, que otro hombre que resida, por ejemplo, en Moscú? Por supuesto, porque las máquinas tragaperras, los casinos, y toda esa parafernalia forman parte de su día a día, está presente en su entorno más próximo. En cambio, en otras ciudades, tal vez resulte más factible desarrollar una dependencia al alcohol, u a otras sustancias tóxicas. El componente familiar es igualmente relevante. Un hijo de padre alcohólico vive unas circunstancias diferentes que el hijo de un padre abstemio. Ahora bien, y vuelvo a incidir en los mismos conceptos: alcohólico o ludópata, un adicto es, ante todo, eso, un adicto, y hay que profundizar en cuáles son los motivos que le impulsan a serlo. En eso se basa el trabajo terapéutico, y eso es también el trabajo que tratamos de llevar adelante en Capistrano.