En el ámbito sanitario, la superstición no se halla, ni mucho menos, tan instalada como en otros sectores. De hecho, estamos hablando de un campo profesional sujeto a las normas, a menudo tiránicas y absolutas, de la razón. Ahora bien, que la superstición no esté tan presente en la medicina como en el fútbol, por ejemplo, no quiere decir que, de cuando en cuando, no surjan episodios que, como mínimo, hagan recapacitar acerca de si, realmente, determinadas supercherías pueden ser descartadas sin concederles, al menos, el beneficio de la duda.
Y es que, de hecho, algunas coincidencias, por estrambóticas y casuales que parezcan, despiertan ciertas sospechas. Pensemos, si no, en la política sanitaria balear y en la madrileña. En Baleares, la Conselleria de Salut, que es el organismo que detenta y gestiona estas competencias, ha vivido estos dos años y medio de legislatura en una situación de cambio permanente. Hasta tres consellers han dirigido el departamento hasta que, al fin, el tercero de ellos, Martí Sansaloni, da muestras de haberse consolidado en el cargo, y así lo deseamos en beneficio de los ciudadanos de Baleares.
Ahora bien, la identidad del conseller no ha sido el único efecto de la inestabilidad que está caracterizando la presente legislatura. El baile de altos cargos ha sido una constante inevitable, y, precisamente, estos últimos días se ha vuelto a poner de manifiesto con la dinámica de dimisiones que ha afectado a primeros niveles de responsabilidad en el Servei de Salut.
En Madrid, los tiros van hacia otro lado. O habían ido hasta ahora, porque apenas unos días atrás se conocía la dimisión fulminante del consejero de Sanidad a causa de la decisión judicial en torno al proceso de externalización de hospitales y centros de salud.
Ahora, recapitulemos. ¿Qué tienen en común la sanidad balear que, desde hace casi tres años, vive en estado de dimisión permanente, y la madrileña, que parece haberse iniciado, peligrosamente, en este camino? Pues tienen en común unos nombres y un apellido, los de cierto personaje que desarrolló responsabilidades de primer orden en la política sanitaria balear a comienzos de esta legislatura, y que ahora acaba de aterrizar en Madrid, y lo ha hecho, paradójicamente, en una clínica de muy pacífica denominación. Mucha paz no traerá su incorporación, de esto estamos seguros. ¿Dimisiones? Bueno, ahí que responda Lasquetty…