La ciencia ha demostrado no solo que el clima tiene incidencia sobre la salud sino que los seres humanos pueden predecir los cambios del tiempo / Las ciclogénesis explosivas, últimamente tan en boga, hacen que la salud de las personas cambie de modo brusco e inesperado
“El viento pega, lo primero, en la cabeza” (…) “Con este tiempo tan raro tengo la garganta fatal” (…) “Dicen que cuando hace mucho viento hay más gente que se suicida” (…) “No puedo dormir, con este tiempo” (…) “No estoy bien, no sé por qué, será cosa del tiempo” (…) “No se sabe cómo salir vestido a la calle…” Alas decenas de anécdotas alusivas a los problemas de salud que genera el tiempo revuelto que la gente cuenta estos días, cabría añadir la sufrida por una payesa de Selva a la que el otro día le golpeó en la cabeza un plafón de plástico arrastrado por vendaval cuando salía a cuidar el huerto de su finca.
Que el mal tiempo perjudica la salud es cosa sabida desde hace tiempo. La salud física, la mental y –como en el caso de la payesa –puede ser ocasión de accidentes.
Desde los servicios de emergencia se recomienda con frecuencia salir de casa si se vive en el campo, durante esos días de vientos y lluvias fuertes.
Alo que ya sabíamos sobre el mal tiempo se ha sumado este invierno un concepto que a muchos causa cierto desconcierto: Las ciclogénesis explosivas (formaciones repentinas y violentas de ciclones) que parecían hasta ahora desconocidas y que estos meses fríos nos están quitando la salud y los nervios.
Las ciclogénesis explosivas o ‘bombas meteorológicas’, como también se las llama, son un episodio más de esos cambios bruscos del tiempo que inciden directamente en la salud de las personas y que, de un tiempo a esta parte, a causa del cambio climático, son más frecuentes e inesperados.
Los seres humanos son víctimas desde hace tiempo de las llamadas meteoropatías, palabra derivada del griego «meteoros» (alto en el cielo) y «pathos» (enfermedad), que indica cualquier patología relacionada con unas condiciones meteorológicas concretas, frío, calor, viento, humedad, inestabilidad… Las alteraciones de la luz (varios días nubosos) afecta al estado de ánimo, el viento fuerte durante días y los cambios bruscos del tiempo causan dolores de cabeza, irritabilidad, ansiedad… incluso se ha comprobado en los colegios que, horas antes de que se ponga a llover, los niños están más nerviosos.
El cambio climático, que hace que las floraciones que antes se acogían a determinados momentos del año, se adelanten ahora o se atrasan, de modo que las personas que sufren alergia derivada de determinados pólenes, antes sujetos a determinados meses, ven como ahora los síntomas aparecen de forma inesperada. La humedad genera más ácaros –más alergia, más asma –y más problemas de garganta.
Los problemas de salud generados por el tiempo atmosférico que antes se podían situar en el calendario –“hasta el 40 de mayo no te quites el sayo” –son ahora algo más impredecibles por causa del cambio climático.
Se conoce como meteoropatía a cualquier patología o enfermedad que se desencadena o se agrava ante unas condiciones meteorológicas concretas. Algunos autores utilizan el término para referirse a cualquier trastorno psico-orgánico que pueda relacionarse con factores meteorológicos adversos para el paciente. La biometeorología médica o clínica es la disciplina que se encarga de estudiar estas enfermedades.
Desde los tiempos de Hipócrates se ha comprobado picos de incidencia de determinadas enfermedades ante situaciones meteorológicas concretas. Una tercera parte de la población general acusa meteorosensibilidad.
Es decir, que una de cada tres personas es especialmente sensible a manifestar síntomas orgánicos y psíquicos ante la llegada de lo que se ha dado en llamar un frente meteoropático, caracterizado por la tríada de viento intenso, sequedad ambiental y aumento de la ionización atmosférica positiva.
Por otro lado, los días grises y lluviosos facilitan estados depresivos en personas predispuestas. En la Isla de Menorca, muy ventosa, se ha asociado a la presencia de la Tramuntana (viento del norte) el aumento de los estados depresivos graves que pueden derivar en procesos de suicidio, un fenómeno nada despreciable.
En la antigüedad los egipcios, griegos, romanos y árabes ya estudiaron los efectos sobre la salud de los cambios bruscos de tiempo. El frío y el calor, el viento y la humedad, la niebla y las tormentas repercuten en la salud física y en el estado anímico de las personas, creencia médica que se mantiene hasta ahora.
Es frecuente que pacientes de migraña, heridos cuyas lesiones les han dejado cicatrices importantes, personas que han sufrido fracturas óseas importantes, víctimas de problemas vasculares, reuma o insomnio, ven agravados son síntomas o dolores residuales con el cambio del viento o incluso antes de que se produzca.
Cada vez que se altera alguna variable atmosférica, el organismo reacciona de modo que intenta compensar ese cambio y adaptarse. Esos cambios pueden tener consecuencias: cuando cambia la presión atmosférica se desencadenen infartos, migrañas, dolores articulares e incluso ataques de pánico… hasta que llueve.
El doctor Javier López del Val, responsable de la unidad movimiento del servicio de neurología del hospital clínico universitario Lozano Blesa de Zaragoza, observó algunos días ingresaban muchas personas en su unidad y otros no llegaban pacientes. El especialista se preguntó por qué. Por ello el especialista solicitó al Servicio Meteorológico datos de la máxima y mínima presión atmosférica, temperatura y humedad de cada uno de los días de ese año. “La conclusión es que hay un 30% de la población que barrunta a través de su cuerpo cambios atmosféricos”, explica el neurólogo.
López del Val investigó desde ese momento un concepto, el ‘barrunto’, palabra que la Real Academia Española define como “prever, conjeturar o presentir por alguna señal o indicio” el tiempo que hará y descubrió que “el barrunto atmosférico –según reveló este neurólogo– tiene una explicación científica”.
Al parecer existen en la atmósfera una serie de partículas con carga electromagnética que. como tal, puede ser positiva o negativa. A las segundas se les atribuye un efecto protector y a las de carga positiva, un efecto negativo. Estas partículas preceden, en algunas horas o días la llegada de un frente atmosférico.
Por esa razón –descubrió el neurólogo aragonés –cuando desde los servicios informativos de las televisiones y radios se anuncia que va a entrar un nuevo frente por el norte de España, muchos ya han percibido –incluso 24 horas antes –la llegada de esas partículas y ‘barruntado’ ese cambio atmosférico.
El especialista asegura que cuanto más bruscamente cambia el tiempo, más posibilidad hay de que se altere el sistema nervioso y vascular. Las personas mayores son las que sufren con mayor intensidad este tipo de fenómenos predictivos y somáticos, por el deterioro de sus arterias acusado por el envejecimiento.
Por otra parte, en pacientes de trastornos de ansiedad o patologías relacionadas con la actividad vascular, como por ejemplo, diabetes, hipertensión, hipercolesterolemia o insuficiencia renal, y en niños de corta edad, puede producirse el efecto de que esos cambios del tiempo constriñan más los vasos sanguíneos.
El primer estudio al respecto de estos fenómenos del doctor López del Val fue su tesis doctoral. Alo largo de los años ha investigado cómo influye el clima en la actividad cerebro vascular y ha intentado explicar por qué hay personas más sensibles a los cambios atmosféricos y que lo manifiestan en su salud.
“Está científicamente admitido que existe una predisposición personal que un tercio de las personas tienen para percibir en su cuerpo que se va a producir un cambio atmosférico”, ha dicho López del Val en diversas entrevistas, “es algo que les ocurre también a los animales, como en el Tsunami asiático en 2004”.
Determinados cambios bruscos de temperatura, presión atmosférica y humedad ambiental, cuanto mayor sean, más cambio y alteraciones provocan en el sistema nervioso y vascular de los pacientes. Existe una relación entre temperatura, presión atmosférica y humedad con patologías mentales.
Se han demostrado además efectos derivados. Las personas responden de forma diferente a las variaciones climatológicas. Los que más sufren esto son los ancianos, con menos defensas, los diabéticos, los enfermos cardiovasculares están más predispuestos a padecer ese cambio atmosférico.
Los estudios de López del Val han servido además para basar investigaciones sobre cómo incide el clima en anginas de pecho y cuadros vasculares cardíacos, en cólicos renales o biliares y en espasmos de la curvatura lisa intestinal, con este tipo de cólicos, empeoramiento de los cuadros pulmonares, etc.
Ante el calor, las glándulas suprarenales y las tiroides segregan más hormonas para mantener las arterias vitales. Sin embargo, puede llegar un momento en que estas defensas se van agotando y más en los casos de ancianos, diabéticos… es decir, de las personas frágiles por su edad o enfermedades crónicas.
Es un hecho general que tras dos semanas de mucho calor y aun teniendo el sistema cardiovascular sano, se siente la sensación de ir ‘arrastrándose’, con necesidad de beber más agua y protegerse, porque si no el rendimiento mental y motor, cambia, baja. Lo mismo ocurre con el frío en otros momentos del año.
Descensos bruscos de temperatura con bajada brusca de la humedad ambiental y variaciones en la presión atmosférica producen graves alteraciones en los vasos, pudiendo incrementar su cierre y eso explicaría incrementos de accidentes vasculares cerebrales, o más colicos renales, crisis asmáticas, etcétera.
Para prevenir estos fenómenos se usan aparatos ionizadores u ozonizadores domésticos. También se usan en gimnasios, en aparatos de aire acondicionado, para el coche.
Los especialistas aconsejan su uso, con el consejo y el asesoramiento profesional, lo que permite mejorar muchos de esos síntomas estacionales- Otros elementos naturales influyen sobre la salud. Las fases de la luna, las mareas, la luz. Los días sin luz son más deprimentes. Yel calor mantenido fomenta la agresividad.
El clima se ha relacionado también con el humor, con las depresiones, con la agresividad, con los asesinatos y suicidios. La influencia de la niebla es alta, porque como está producida por la condensación de una nube de forma más baja, modifica el sistema defensivo de resistencia. La ciencia que estudia estos cambios en la salud es la meterología. Y aplicada a la medicina nace lo que se ha dado en llamar estudio de las meteorpatologías.