Nadie podía imaginarse, hace apenas unos años, que la vida de una persona pudiera depender de un ordenador. Hoy no solo esto es así, sino que el número de casos de dependencias graves a Internet y las redes sociales superan todas las previsiones que pudieron trazarse en su momento, incluso las más pesimistas. Internet es una puerta abierta al mundo. En toda su extensión y globalidad. A todo lo bueno, y también a todo lo malo. Desde Clínica Capistrano, su director general, el doctor José María Vázquez Roel, describe el trasfondo psicológico y emocional de los denominados nuevos comportamientos adictivos, o adicciones 2.0, como también se las llama.
P.- Doctor, estas nuevas adicciones, ¿no existían anteriormente? ¿O no se hablaba de ellas?
R.- Depende de cada caso. No cabe duda que con la irrupción y el creciente protagonismo de las nuevas tecnologías se han originado comportamientos adictivos que, antes, no eran efectivamente posibles. El ejemplo más claro es el de la adicción a Internet. Hasta hace unos años, ninguno de nosotros había oído hablar de la red, y ahora mismo todos dependemos de ella, aunque solo sea para realizar nuestro trabajo. En cambio, hay adicciones que se hallan entre nosotros desde hace mucho tiempo, solo que a la sociedad le interesaba encubrirlas, o bien la interpretación moral que se hacía de las mismas era muy distinta a la de hoy. Por otro lado, existen adicciones que se refuerzan unas a otras, es decir, que emergen y ganan protagonismo de manera claramente sinérgica.
P.- ¿A qué se refiere exactamente?
R.- Sin ir más lejos, el sexo por Internet, pero, por supuesto, podríamos señalar otros muchos ejemplos. Piense que, hoy en día, no hay, prácticamente, ninguna realidad, posibilidad o situación que se halle fuera de nuestro alcance, ya que Internet la lleva hasta nuestra casa, hasta nuestro ordenador y, en definitiva, hasta nuestra vida. Imagine cómo debía ser el día a día de un adicto al sexo hace cincuenta años. ¿Qué podía hacer para satisfacer su adicción? Buscar actividad sexual, naturalmente, pero, en la mayor parte de los casos, sin demasiadas opciones, al menos para procurarse una satisfacción continuada. Sin embargo, con Internet, estas limitaciones han desaparecido. Un adicto al sexo puede procurarse imágenes pornográficas durante horas y horas, y ello implica que la adicción se va agravando hasta convertirse en crónica y peligrosa. En este caso, Internet y sexo forman parte de un binomio que se retroalimenta mutuamente.
P.- ¿Es Internet un enemigo para el hombre actual?
R.- Todo lo contrario. Internet constituye una fenomenal herramienta de trabajo y formación, ideal para cualquier edad, perfil personal y profesional, o necesidad educativa. Es un invento magnífico y, de hecho, está impulsando un excepcional progreso en todas y cada una de las áreas del conocimiento. Para los niños y adolescentes también representa una oportunidad inigualable de enriquecer sus estudios y profundizar más en su aprendizaje. Ahora bien, como todos los demás inventos que han jalonado la historia de la humanidad, todo depende de la finalidad con que se utilice. Y no siempre Internet se usa con propósitos constructivos y positivos. Si nos dejamos llevar por su influencia, sin ser capaces de dominar la situación, podemos acabar siendo auténticos esclavos de la red, sobrellevando una existencia puramente virtual que nada tendrá que ver con la real.
P.- Las claves del comportamiento adictivo, en el caso de las nuevas tecnologías, difieren de las de otras adicciones?
R.- El trasfondo del comportamiento adictivo es, básicamente, el mismo: una personalidad desestructurada, insatisfecha, con graves problemas psicológicos y desequilibrios emocionales. Luego, cada uno arrastrará su propia historia personal, pero, en el fondo, todas estas biografías accidentadas comparten una determinada dosis de infelicidad y de insatisfacción con uno mismo que el terapeuta debe entender, comprender y, finalmente, tratar. Esa es la base de la terapia con personas adictas, tal como tratamos de desarrollar, cada día, en nuestras dependencias de la Clínica Capistrano. En otras palabras, al margen de que la adicción que se sufra esté relacionada con el alcohol, con otras drogas, con internet, con el mundo de las compras, con el sexo, con las ludopatías, o con cualquier otra realidad, todos estos comportamientos tienen en común que quien los sufre es un campo abonado a las adicciones. Y lo es, por determinadas circunstancias de su entorno y su evolución que el terapeuta debe ayudarle a descubrir.
P.- En este sentido, por tanto, el tratamiento que recibe un paciente en Capistrano no depende tanto del tipo de adicción, como del hecho de que se trata de una persona adicta
R.- Podría decirse así, claro. Lógicamente, he de matizar que cada adicción es diferente y presenta sus propias connotaciones y características. Ello equivale a afirmar que el tratamiento que se diseñe en el caso de cada paciente ha de tener en cuenta las circunstancias concretas de su adicción y, por supuesto, todas sus otras circunstancias individuales. De hecho, un modelo de tratamiento no puede imponerse genéricamente, a todos por igual, sino que ha de adaptarse a cada usuario, tal como hacemos en Capistrano. Ahora bien, una vez hecho este matiz, sí que es cierto que todas las adicciones guardan muchos puntos en común, y que la raíz de su desarrollo se halla en la misma maraña de frustraciones, impotencias, sentimientos de baja autoestima y otros problemas psicológicos y emocionales. En este punto sería válido afirmar que el modelo asistencial no depende tanto del tipo de adicción que se trate, sino del hecho, puro y simple, de que hemos de curar a una persona adicta.