El término empatía se aplica en el campo de las neurociencias a un amplio espectro de fenómenos, desde sentimientos de preocupación por los demás , hasta la capacidad de expresar emociones que coincidan con las que está experimentando otra persona e, incluso, la capacidad de inferir qué es lo que está pensando o sintiendo. Asimismo, la empatía no sólo involucra procesos afectivos/emocionales sino también procesos reflexivos en los que es necesario tomar perspectiva (por ejemplo, entender por qué el otro está sufriendo).Es por ello que la empatía tiene efectos directos sobre otros procesos cognitivos. Por ejemplo, diversos estudios han demostrado que la empatía cumple un rol crucial en el juzgamiento moral. La gracia de la armonía es lograrla no sólo cuando tenemos ideas comunes, que resulta siempre más cómodo y menos estimulante, sino también posiciones divergentes. La cualidad empática está en conseguir hacer de la diferencia una virtud. La interacción entre seres humanos resulta crucial para la supervivencia: diversos estudios han demostrado que personas que viven aisladas tienen menos expectativa de vida, se enferman más, tienen una peor performance en pruebas cognitivas y reportan niveles descendidos de felicidad . Esta interacción supone una relación que no se justifica sólo en la proximidad sino además en el vínculo que se establece con el otro. Lo que está claro que ahora más que nunca la empatía es un valor necesario. ¿Qué tal van ustedes de empatía? Empatiza y serás empatizado. Ayuda y te ayudaras a ti mismo. Déjate ayudar y conectaras con tú parte más humana.
La adolescencia es una emboscada
La adolescencia, alguien dijo, es una emboscada en la que no faltan francotiradores. Sabemos que es una época de cambios y de cambio, estresante para el protagonista pero también para el núcleo familiar. El cerebro del adolescente hace su “podaje neuronal”, hay un tsunami hormonal que lo arrastra todo, la pulsión gregaria se optimiza, se empieza a gestionar la dependencia versus la independencia, la comunicación, cuando existe, se hace difícil, las presiones internas y externas se acentúan y suben las apuestas por lo inmediato y lo fugaz, y algunas de estas tienen desenlaces trágicos y graves. Generalmente la madre asume su función y está ahí, en ese acompañamiento a veces difícil y doloroso, donde la ausencia de la función paterna se hace muy frecuentemente presente. Es preciso reinventar el vínculo educativo ante la emergencia de nuevas formas de viejos problemas. Es necesario interrogarnos y delimitar nuestro posicionamiento ante diversos fenómenos y conductas que aparecen actualmente en la adolescencia.
El adolescente convoca a ejercer la función educativa. Nuestra posición como padres y educadores debe de ser desde la ética de las responsabilidades y nuestra autoridad debe de basarse en el saber y en el límite para que sea posible la trasmisión y para poder ofrecer fórmulas de canalizar los intereses del adolescente hacia actividades socialmente admitidas. Ahora más que nunca hay que rescatar la función civilizadora, objetivo prioritario de la responsabilidad educativa que tenemos como padres. Muchas veces el plural solo se conjuga en singular: la madre.
La culpa y la depresión
Uno de los sentimientos que embargan y machacan a los enfermos deprimidos, en pleno masoquismo autodestructivo, es el asfixiante y depredador sentimiento de culpa que atormenta como un parasito incansable a su mente. La mente deprimida solo elige del pasado los acontecimientos y vivencias negativas. El juicio es sumarísimo, no hay abogado defensor y la condena es perpetua. La autocrítica y los autorreproches son constantes y los “debería” totalizan todos los pensamientos. No cabe el consuelo de nadie ni de nada. El resentimiento se eterniza y se interioriza dolorosamente. Es como una deuda eterna. Es como un deudor que no acabara nunca de pagar y de un acreedor que no acabara nunca de agotar los intereses de la deuda. Afortunadamente cuando la depresión se controla se extingue ese inútil sufrimiento. Solo desde la omnipotencia humana se puede aspirar a ser perfectos. Si admitiéramos que la tribu humana no mea colonia, no defeca perlas y por lo tanto cometemos errores la vida sería más fácil, real y racional.