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Sobre los ataques de ansiedad

ataques-ansiedadLas personas estamos genéticamente preparadas para detectar peligros. Cuando esto sucede, automáticamente se pone en marcha un sistema de alarma que activa un parte del sistema nervioso y se producen una serie de cambios fisiológicos con los que el organismo se prepara para afrontar el peligro: liberamos adrenalina y noradrenalina, que produce esa sensación de inquietud; aumenta la frecuencia cardiaca, con el objetivo de que nuestros músculos dispongan de la sangre necesaria para luchar o huir; se produce hiperventilación, de esta manera nuestros músculos reciben más oxígeno probablemente necesario; la sangre se concentra en las áreas del cuerpo donde podría ser más necesaria en una situación de peligro, lo cual hace que en zonas menos necesarias, como en las manos, se produzcan temblores, hormigueos, etc.; las pupilas se dilatan, para poder detectar cualquier estímulo peligroso, provocándose así la visión borrosa; y sentimos miedo y necesidad de huir para ponernos a salvo.

Todos estos cambios son normales y necesarios para la supervivencia. Sin embargo, si en lugar de verlo como algo “normal” empezamos a pensar que, estos mismos cambios, son peligrosos y anuncian un final catastrófico en nuestro organismo (por ejemplo: vamos a sufrir un infarto) es cuando tenemos un problema.

En ese mismo momento, las señales de peligro que hace que nos activemos de esta manera, han pasado a ser esos cambios “normales” en nuestro organismo que nos preparaban para la lucha y la huida. Empezamos a tener miedo del propio miedo y a evitar cualquier situación que pueda provocar en nuestro cuerpo, una reacción parecida a la que tenemos cuando tenemos miedo, llegando a evitar situaciones en las que sea difícil recibir auxilio en caso de volver a tener un ataque de pánico, interfiriendo así en la vida diaria.

Estudios

Los diversos estudios empíricos realizados indican que las terapias cognitivo-conductuales, que incluyan exposición a las sensaciones internas temidas, tienen una tasa de éxito del 80%. De entre las diferentes terapias de este tipo, la terapia cognitivo focal presenta una tasa de éxito del 75-90% cuando se aplica como único tratamiento, siendo más eficaz que los tratamientos farmacológicos y que los tratamientos psicológicos basados sólo en la exposición, ya que además de exponer a los estímulos temidos, también modifica los esquemas mentales relacionados con los cambios corporales temidos.

Respecto al tratamiento farmacológico, la revisión científica indica que quizá sea necesario como ayuda inicial pero no parece eficaz como tratamiento único, presentando efectos negativos como la dependencia a los fármacos, recaídas y cronificación del trastorno. Salvo que se trate al mismo tiempo con un tratamiento cognitivo-conductual.

Es por ello que se le recomienda a la persona que lo complemente con un asesoramiento psicológico que asegure el mantenimiento de la calidad de vida recuperada y prevenga las recaídas, siendo esta la única vía con las que aumentar las probabilidades de éxito a los niveles de la terapia cognitiva-conductual por sí sola y sin efectos negativos.

Se comprueba que un tratamiento completo y eficaz para el trastorno de pánico con, o sin, agorafobia, debe incluir una terapia psicológica cognitivo- conductual adaptada a cada persona que incluya educación sobre lo que es la ansiedad y el pánico, reestructuración de esquemas mentales disfuncionales, exposición a estímulos internos y externos temidos y entrenamiento en habilidades de afrontamiento y de regulación de los niveles de activación.

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