No entiendo que alguien cuestione mi disposición y no cuestione que la Navidad le llegue a este artículo de repente. No entiendo que alguien cuestione el gobierno de estas letras cuando a nadie se le ocurre poner en duda, por ejemplo, el gobierno de un centro hospitalario tan serio como la Clínica Quirón.
Decir que ese centro anda estos días de Navidad huérfano de gerente y de director médico es una realidad únicamente comparable a la ineptitud de su jefatura de comunicación, también fantasma.
Se comenta la revolución que este novedoso sistema “sin jefes” podrá tener en todo el sector sanitario, una autogestión clínica más ecolo, más roja, más comunista y aleve, muy del rollito del como si nada.
Parece que Quirón tiene prevista de forma inminente la instalación de máquinas expendedoras de citas previas, de autocompras para el autolavado de sus cifras económicas, digo para que todo quede en casa.
Llegar, endosar, y liquidarte tu mismo la pasta, siempre a devolver, claro. Dicen que por fín se va a hacer realidad la aplicación del viejo concepto jurídico de “autonomía del paciente”, donde primará la automedicación y la conquista de la autoestima a falta de alguien que mande, algo que se antoja que nos sobra en toda esa patología indescifrable del grupo.
Si es que todos sabemos lo que pasa cuando nosotros mismos nos dirijimos. Es lo que pasa cuando te pasas en la autoevaluación de los reflejos, que lo que eres te distrae de lo que dices, que la rodilla se te extiende antes de que te la golpees con el martillo.
Es lo que tiene cuando te tomas la tensión o cuando el ejercicio de la autooscultación te dispara la frecuencia cardíaca. Es el error de sentirse por fín uno mismo, cambiar un sentimiento por el buen rollito en el que uno termina siendo colega de sí mismo.
Esa es la mejor adaptación que he visto de la vieja mentira del nuevo podemos, o lo que es lo mismo, de que el rojo Noel te traiga como novedoso un juguete roto, una historia rancia de pasado leninista que te venden como nueva y salvadora. Hay que tener dos huevos para que nos dejen en el árbol como nueva una vieja clínica fantasma, que te cuelguen de una rama un pasillo solitario lleno de autoritarismo y autocomplaciencia, algo insalvable y que nadie puede entender. Es como si papá Noel sólo se regalara a sí mismo. Es como si ya me estuviera viendo en esa Navidad roja, en esta nueva Quirón que no tiene quien la gobierne, formando círculos de camaradas que decidan quién coño abre o cierra más quirófanos, o quién rescinde el contrato de esa limpieza que ha terminado haciendo net en la estructura directiva del centro. ¿por fín una clínica que practica el autocuidado? ¿por fín invertir en una ruina de poliuretano? Hay que repartir el aguinaldo hospitalario entre todos los milicianos sanitarios, hay que vendarse los unos a los otros como buenos hermanos, hay que colgar de esos pasillos los autoretratos que se hacen con un seis y un cuatro, todos los caretos de los directivos que han pasado a la historia, desde Martínez Jover hasta Bertrán. pero ojo, que cada uno se pinte el suyo, ahora que ni el uno ni el otro pintan nada.
No sé si alguien peca de autobombo en esta historia, no sé si realmente estoy autorizado a ser autor de esa fatalidad de mando. Yo propongo privatizar su privacidad, desnacionalizar su irracionalidad, y así evitar que las cosas de sus miserias sean finalmente públicas. Hacía tiempo que no me proponía para regir algo que no fuera mi conciencia, pero si les sirve lo mío de las autopsias creo que pega bastante con los suyo de la autogestión. prometo hacerme una de esas para el nuevo año.
Esperemos a ver si hay suerte y el niño jesús termina también naciendo a solas en ese belén sanitario de podemos. Será que sus pacientes sabemos felicitarnos a nosotros mismos con un feliz Navidad.