El 11 de marzo de 2014 es una fecha que quedará grabada de forma permanente en la memoria de Pere Riutord Sbert. Ese día, el que fuera presidente del Colegio de Odontólogos y Estomatólogos de Baleares y actual vocal de Relaciones Institucionales de la Real Academia de Medicina fue sometido a una operación de trasplante hepático en el Hospital Clínic de Barcelona. Como el propio doctor Riutord asegura, ese 11 de marzo celebra su nuevo cumpleaños porque, en efecto, gracias a la generosidad de un donante anónimo, volvió a nacer, literalmente hablando.
P.- Doctor, ¿qué recuerdos guarda de su experiencia como paciente en lista de espera de un trasplante hepático, y de la intervención que, finalmente, se le practicó?
R.- La verdad es que fue un proceso largo, con momentos peores y mejores, y que afortunadamente se saldó satisfactoriamente. Después de 25 años practicando la medicina, en mi caso la medicina odontológica, pasé, en un abrir y cerrar de ojos, a convertirme en paciente, y además con una enfermedad grave que ponía en jaque mi salud y, por qué no decirlo, también mi supervivencia. Fue una lucha ardua, complicada, en la que no estuve solo. Tuve a mi lado a mi familia, a mis amigos, a mis compañeros de profesión, y a un excelente equipo médico que en todo momento veló por mí y realizó un trabajo magnífico.
P.- Hagamos, doctor, un viaje en el tiempo, y trasladémonos al momento en que a usted se le comunica el diagnóstico médico que, al fin y a la postre, hizo necesario el trasplante. El diagnóstico fue que había sido contagiado por el virus de la Hepatitis C…
R.- En efecto, y he de confesarle que me sorprendió saber que estaba infectado por el virus. Es cierto que quienes nos dedicamos a la medicina, y sobre todos los que a causa de nuestra práctica asistencial hemos de trabajar con agujas o con objetos afilados, corremos un cierto riesgo de infección. Por mucha atención que pongamos en nuestra tarea, esa posibilidad siempre existe, y así ocurrió en mi caso.
P.- ¿Recuerda el momento en que le comunicaron el diagnóstico?
R. Como sucede muchas veces, todo vino a consecuencia de un control médico rutinario en el que se apreció una relativa alteración de determinados valores asociados a la función hepática. El facultativo de cabecera decidió que era prudente realizar otros análisis, y ahí fue cuando se confirmó el diagnóstico de que padecía hepatitis C. Fue una sorpresa, como le he dicho. Si he de ser sincero, no me lo esperaba, pero tuve que asumir la situación y afrontar la realidad de mi enfermedad como la máxima entereza.
P.- ¿Cuáles fueron las primeras actuaciones médicas una vez que se ratificó el diagnóstico?
R.- Desde Son Dureta, el doctor Pere Vaquer, que desgraciadamente ya no está entre nosotros y al que siempre recordaré con cariño porque era un buen amigo mío y un excelente profesional, se hizo cargo de mi caso y optó por un tratamiento farmacológico orientado a combatir el virus con los medios que, en ese momento, existían. Desgraciadamente, los resultados no fueron los esperados. Tras dos períodos de tratamiento de 6 y 18 meses, respectivamente, el doctor Vaquer se dio cuenta de que el virus se había cronificado y de que la enfermedad avanzaba de manera inexorable. Como usted sabe, el desarrollo de la hepatitis C desemboca, tarde o temprano, en un cuadro de cirrosis hepática, y esa perspectiva se hacía más presente a cada día que pasaba ante la imposibilidad de luchar eficazmente contra el virus.
P.- Desde el punto de vista anímico, ¿llegó a caer en la desesperación?
R.- Hay días mejores que otros, pero, en mayor o menor grado, siempre conservé el optimismo. Creo que esta actitud ha resultado clave en mi recuperación. Desde el primer momento, supe que sería un proceso largo y que esta batalla que había emprendido no se ganaría en una semana, ni en un año, que era cuestión de mucho tiempo. Y, por supuesto, de mucha, muchísima, paciencia. Tampoco tuve que es forzarme demasiado en mantener ese actitud optimista, porque va con mi personalidad, con mi carácter. Desconozco si es cuestión de genes, o de herencia, pero siempre he sido una persona optimista en todo aquello que he emprendido en la vida, y cuando enfermé no fue diferente. Ver el vaso medio lleno, en vez de medio vacío, te ayuda a superar las dificultades, y así se lo aconsejo a cualquier persona que, como yo en su día, ha de hacer frente a una enfermedad grave o se encuentra en una lista de espera, aguardando que la llamen por teléfono.
P.- Finalmente, ante la falta de resultados del tratamiento que se le aplicaba, usted fue incluido en la lista de espera para un trasplante hepático. No todo el mundo puede acceder a esa posibilidad…
R.- No, así es. Existen unos parámetros objetivos, yo diría que incluso matemáticos, que determinan si un paciente está en condiciones o no de ser un candidato a recibir un trasplante. Difícilmente podría ser de otra manera en un terreno como la medicina, en el que absolutamente cualquier actuación ha de regirse por criterios neutros y asépticos. En mi caso, se me incluyó en la lista de espera y comenzó, a partir de ahí, una cuenta atrás en la que el objetivo era recibir un hígado que hiciera factible el trasplante. Para un mallorquín residente, como yo, el camino es aun más complejo, porque, desgraciadamente, en Baleares no existe todavía la posibilidad de efectuar un trasplante hepático.
P.- Por tanto, necesariamente, la operación tenía que realizarse en un centro de la península…
R.- Fue en el Hospital Clínic de Barcelona, concretamente. Verá, el sistema funciona de la forma siguiente: el paciente es incluido en la lista de espera de un determinado centro hospitalario, y, poco a poco, a medida que los candidatos que están situados por delante de él son intervenidos, va escalando posiciones hasta que se sitúa en el número 1 de la lista. Pero, claro, de la lista de ese hospital en concreto, porque en otros centros puede hallarse en el número 3 o en el número 50. Cada lista es independiente y progresa por su cuenta.
P.- Entretanto, usted estaba pendiente de las noticias que le llegaran de Barcelona…
R.- En realidad, hubo dos fases en mi período de espera. En la primera, cuando todavía me hallaba en posiciones muy inferiores de la lista, seguí viviendo en Palma, tratando de realizar mis actividades cotidianas con la máxima normalidad, sin por ello, lógicamente, perder el contacto con los médicos que me atendían. Luego, llegó una segunda fase, en la que me hallaba ya cerca de los primeros puestos de la lista y, por tanto, el plazo para recibir el trasplante se acortaba. Fue entonces cuando los especialistas del Hospital Clínic me aconsejaron que residiera en Barcelona, porque cuando al fin llegara el hígado del que yo fuera destinatario, la intervención debía efectuarse de inmediato, sin perder ni un minuto. No hay tiempo de comprar un pasaje, trasladarse en avión de Palma a Barcelona y luego ingresar en el hospital. Por tanto, mi esposa y yo alquilamos un piso muy cercano al Clínic para estar a punto en cuanto recibiéramos la llamada que durante tanto tiempo habíamos aguardado.
P.- Y esa llamada llegó, finalmente…
R.- Sí, me telefoneó el cirujano del Clínic a las 3 de la tarde. Me dijo que había un hígado disponible y que me dirigiera de inmediato al hospital, que no preparara ni la maleta. Tres cuartos de hora más tarde, ya estaba ingresado.
P.- ¿Tan solo tres cuartos de hora? No tendría oportunidad ni de reflexionar sobre el alcance de la noticia que le acababan de comunicar…
R.- ¿Reflexionar? No hay tiempo para eso. Nada más recibir la llamada, has de poner pies en polvorosa hacia el hospital. O eso, o pierdes tu oportunidad. Tenga en cuenta que un hígado, contrariamente a otros órganos, como los riñones, por ejemplo, debe proceder de un donante vivo. Solo con que transcurra un brevísimo margen entre la extracción del hígado y la intervención, ya hay que renunciar a continuar con el trasplante.
P.- Usted recibió el órgano de un paciente ingresado en la UCI del Hospital Clínic…
R.- Correcto. El hombre acababa de fallecer, y el hígado le fue extraído, conforme a sus deseos y a los de su familia, para ser depositado inmediatamente. La intervención fue larga, pero se desarrolló a la perfección. Y, afortunadamente, mi cuerpo no rechazó el nuevo órgano. Ese es un riesgo que siempre existe, a pesar de que los cirujanos buscan donantes y receptores compatibles. El rechazo es la peor noticia que puede acontecer a un paciente trasplantado, que después de todo el período de espera asiste, con impotencia, a la no aceptación del órgano por parte de su propio organismo, abriéndose una nueva fase de espera, sin final definido. Por desgracia, algunos de los enfermos a los que les ocurre eso, ya no están a tiempo de recibir un nuevo hígado. Yo no tuve ese problema, y he de considerarme muy afortunado.
P.- Comenzó luego la etapa post operatoria. ¿Cómo se desarrolló?
R.- Ahí ya no tuve tanta suerte, la verdad. El proceso se complicó extraordinariamente a causa de la rotura de una arteria hepática surgida a raíz de problemas con la sutura. El resultado fue que tuvieron que intervenirme de nuevo y pasar un nuevo período en la UCI. ,
P.- Su nuevo hígado, ¿durará para siempre?
R.- Eso no se sabe jamás. La única cosa clara es que he seguir sometiéndome a continuos controles para determinar que el hígado funciona correctamente y no existe ningún problema. Son revisiones mensuales, por lo que cada mes he de desplazarme a Barcelona para que los especialistas del Hospital Clínic evalúen mi estado. Procuro no angustiarme demasiado. Ya le he dicho que soy optimista por naturaleza. Además, está todo muy bien organizado. En un mismo día, me someten a todas las pruebas necesarias, desde un análisis de sangre hasta una resonancia magnética. Y ahí mismo te comentan los resultados. Tenga en cuenta que el Clínic ha asumido al cien por cien mi caso. No hay intervención por parte de otros centros hospitalarios de Palma. Cualquier exploración, revisión o control se hace ahí, porque, de hecho, yo soy su paciente a todos los efectos.
P.- La calidad de vida de la que disfruta actualmente, ¿es la que esperaba?
R.- Hombre, al principio me costó recuperarme. De hecho, no podía ni conducir, pero eso entra dentro de la normalidad porque has de ingerir una altísima cantidad de medicamentos. Ahora sigo con mi particular kit farmacológico, no se crea, si bien estoy haciendo una vida normal en muchos sentidos. Y, muy importante, ya he empezado a subir las escaleras de dos en dos, como siempre me ha gustado hacer.
P.- Doctor, el 11 de marzo de 2014, pronto hará un año, ¿volvió usted a nacer?
R.- Desde luego. Es difícil verlo desde otro punto de vista. Y soy consciente de que si sigo aquí es gracias as la generosidad de una persona que, en su día, decidió donar sus órganos. Creo que ese tipo de comportamientos han de ser promocionados e impulsados en nuestra sociedad, porque es hermoso pensar que la solidaridad hace posible la vida.
P.- Los datos sobre donaciones y trasplantes en Baleares, y en España en general, son extraordinariamente satisfactorios…
R.- Así es, y debemos enorgullecernos de ello. España se halla a la cabeza en este ámbito, y Baleares supera la media española. Creo que son motivos suficientes para sentirnos alegres y celebrar que en nuestro entorno exista una predisposición tan entusiasta hacia la donación de órganos.
P.- También hay que destacar la magnífica labor que se está haciendo desde el Hospital Universitario Son Espases por parte del equipo de coordinación de trasplantes que dirige el doctor Velasco…
R.- Merecen todo el respeto y la consideración del mundo. Son Espases es nuestro centro de referencia en este terreno y el trabajo que está llevando a cabo contribuye a impulsar poderosamente el desarrollo de las donaciones y los trasplantes en Baleares. Prueba de ello es que desde nuestra Comunidad Autónoma ya estamos empezando a exportar órganos, y que las estadísticas en materia de trasplantes renales son verdaderamente formidables.
P.- ¿Y para cuándo el trasplante hepático en las islas…?
R.- Creo que habría que promover que en Baleares se pudiera realizar este tipo de trasplante. Tenemos profesionales preparados y buenas infraestructuras, y sería necesario que se retomara esta idea para que los pacientes que, como yo, precisen el trasplante de un hígado, puedan ser atendidos aquí, en su casa, al lado de su familia y de sus amigos.