Ahora que se produce un corrimiento de tierras, un desparrame empresarial destinado a la concentración de medios sanitarios en nuestro medio, en nuestra propia casa, me entero de que yo también estoy a la venta. No soy el único.
No es la primera vez que nos mueven la silla estando plácidamente sentados en el sillón de nuestra sala de espera. No es la primera vez que el dinero deja de tener tupé y se convierte en la forma fría de administrar los intereses de unos ciudadanos sanitarios, potenciales pacientes en las manos de un desconocido fondo de inversión.
Dice un tal Julio Fernández, portavoz de no se qué, que el tema de ese negocio entre hospitales que acaba de firmarse está muy claro, y yo estoy por ver si realmente es tan evidente como dice. Veamos. CVC y Dougthy Hanson son dos sociedades de capital riesgo, de las más importantes de Europa. ¿Si? Seguimos.
El pasado año acuerdan fusionar sus participadas IDC Salud (anteriormente llamada CAPIO) y el Grupo Hospitalario Quirón, pero no pregunte ni quién era CAPIO ni en qué se ha transformado. Al final todo eso se hace con la gestión de la clínica Palma Planas y montan Quirón Palma Planas. ¿De acuerdo? Ahora olvide que la palmesana Quirón –que no tiene gerente que la gerencie- se compra Rotger, y céntrese en que la compra sin querer comprarla, que más que eso lo que quieren es “compartir recursos”, “integrar sus bienes” y “optimizar sinergias”, como si los Rotger, Rosa y Fernando, fueran muy dados a las sinergias, como si el uno y la otra estuvieran como para muchas integraciones en su vida.
Como siempre me ha gustado participar activamente de las sinergias hospitalarias, cruzo la Rambla y finjo ser el paciente necesitado que se sienta en la sala de espera de las urgencias de la Clínica Rotger. Siempre me ha gustado vivir las guerras en primera persona, y ahora que se ha declarado la contienda al paciente de a pie creo que llega el momento de enfermar, la hora de venderme escribiendo estas letras desde la zona cero.
“La cosa no parece grave”, doctor, me dice una administrativa desde su UVI de atención al público. Reconoce que les han dado la típica charla en grupo explicándole una venta que no está a la venta, es decir, la típica cosa mallorquina de ser sin que parezca que estás. Como si no supiéramos que Mallorca se anglicaniza desde la UCI.
Reconozco que me pone cachondo cuando miro a mi alrededor y veo en esta sala de espera de la clínica Rotger hasta dónde llegan los fondos de inversión, esos que son como los fondos de nuestro mar mallorquín matarilerilerilón, esos donde los tiburones se ven, se huelen, pero no se ven ni mucho menos se tocan.
Tanto tiempo protegidos por el peinado uniforme, rectilíneo y ascendente de Rosa Regí, también llamada doña, y de repente se nos ha venido abajo ese suflé.
Tanta pareja de baile, tanta sonrisa de Fernando Rotger, tanto desmonta desmonta tanto, y cuando nos damos la vuelta nos colocan a la clínica en un fondo de esos satíricos, uno de esos a los que le puedes echar la culpa de cualquier cosa porque son los únicos escualos que no tienen alma. Las monjas, ¡qué inglés americano hablarán nuestras monjas de la Rotger, Dios mío!.
No sabemos si esas sociedades de capital riesgo se han comprado ya las tablas de la ley de la competencia, pero mientras tanto denunciaremos desde aquí la vergüenza de un negocio en el que ser rehén siendo paciente. Que elijan, o lo uno o lo otro. O Mallorca o el mundo. Somos liberales, es cierto, pero con las cosas que son nuestras, y sólo intervenimos cuando lo que está en juego es nuestra propia libertad a enfermar, que ese gigante deje que los profesionales sigan conservando su dignidad.
Se ve venir que después de que me compren en el mismo pac que a Calafat, nos compraran a todo el personal sanitario, con todas nuestras enfermedades incluídas. Y lo harán (eso nos dirán) para que integremos las sinergias suficientes para que nos pongamos enfermos como ellos decidan.