Aclarado el tema por los muchos comentarios que me han hecho llegar los oyentes de estos artículos que se escriben, sabedores de que al final las tracas capilares de la miss las íbamos a pagar entre todos, pasamos a la venda de Jaime Matas, esa suerte de disfraz que hemos visto estos días en nuestro ex presidente cuando compareció el otro día por videoconferencia desde la cárcel de Segovia por la pantomima esa que se ha montado como comisión parlamentaria que investiga la adjudicación del Hospital de Son Espases.
Es cierto que en vez de hablar de pasado deberíamos hablar de futuro, y tiene razón Calafat cuando trae a portada al Presidente Bauzá. Tiene razón cuando quizá deberíamos hablar aquí de las renuncias a las siglas del Partido Socialista de Armengol en un pacto a la desesperada por gobernar con quien sea, de si eso es en sí mismo una enfermedad o de si simplemente Francina se ha convertido en una Deula de sí misma, una de esas acompañantes de parteras solitarias que no intervienen en lo que se pare políticamente y a las que el Consejo General de Enfermería intenta maltratar para tapar sus propias miserias. Deberíamos hablar de lo que seremos con Bauzá, pero de ahí lo de Matas y su comparecencia como si fuera una deula en ese Parlamento.
Como desde aquí no montamos comisiones ni reunión alguna para descojonarnos de los demás, como desde aquí lo que hacemos es descojonarnos directamente, nos quedamos con el dato de que si Matas compareció el viernes a las 17 horas este artículo o está escrito después de esa presencia y para desgracia de Joan Calafat y sus prisas misteriosas de siempre por cerrar, o es que desde aquí intuímos los vendajes y sobre todo los interpretamos.
Ver a Matas con una venda en la cabeza tapándose los oídos es la mejor imagen de lo que somos y – sobre todo- de eso en lo que nos hemos convertido. Descartado que no fuera una venda, o tirando a más –turbante- que pretendiera perturbar la presencia de nuestros diputados autonómicos, entendimos rápidamente todo eso de que no hay mas sordo que el que no quiere ver. Si Mario Conde se hizo budista después de pasar por una cárcel que fuera lo suficientemente aleccionadora para que años despúes se dedique a darnos clases a todos de todo, a ver por qué Matas no puede abrazar el Islam turbándose en el Parlamento a la Bartola y desafiando a toda esa turba de políticos presentándose con una caricatura de sí mismo. Bien pensado, alguien dijo alguna vez que Matas era una suerte de Dios, el gran hacedor del “hágase”, y desde ahí podríamos entender muchas de las cosas de sus hijos rebeldes, de los malos que venían marcados con aquel estigma de Caín del que habla la Biblia. Lo que nos faltaba, que Matas se hiciera un fundamentalista de un “je suis Matas”.
Veo a Matas compareciendo junto a su letrada – que son sus oídos y sus dientes inofensivos- y veo que ejerce con dignidad una cofosis, una sordera sinfónica alemana que le impide que pueda preguntársele sobre los pormenores de la adjudicación del Hospital de Son Espases.
NO habla Matas como enfermedad, no habla Matas para no enfermarse si no para no enfermar a quien le escucha. No habla Matas para no contaminar el ambiente de todo lo que sabe, porque si Matas hablara de lo que no oye enfermaría media humanidad de todos los favores recibidos, que los favores recibidos y olvidados pudieran ser algún día pequeños infartos a la espera de Justicia haciendo mella en ricos llorones o en millonarias plañideras, todos adinerados del llorar.
Matas que hace oídos sordos a las traiciones de todo eso que fue, recibe en primera persona cómo se deshacen uno a uno todos esos azucarillos, todo el azúcar blanquilla que él plantó, cuidó, regó y enseñó cuando los sacó del anonimato y les dio nombre y voz de creación; edulcorante que se le ha transformado en brown sugar, en azúcar marrón, en derivado de la caña.
NO ha hablado Jaime Matas esperando no oír mientras se vendaba el lóbulo frontotemporal. Ahora que no puede escuchar, que siendo un hombre que siempre escuchó y que por eso siempre hizo lo que a él le dio la gana, ahora, en este momento de su sordera, dice sin entender lo que se le pregunta, es decir que sigue sin tener nada que decir. Y eso parece que significa que su suerte está echada, o sea, que su suerte está hechada.
No sé lo que veo cuando veo a Jaime Matas desnudo de sí con esa venda en la cabeza de hombre enfermo de pasado. No sé lo que siento cuando le veo como víctima de esa patología que es el pasado cuando vuelve a preguntarte por lo que fuiste y coges una venda para torearlo. Yo acabo de vendarme las manos para no terminar estas letras que no entiendo, y tampoco puedo oír lo que él no es capaz de escuchar. Y como es verdad que escribo también desde el encierro, voy a dejar de hablar sin oír para escribir de oídas, que es el único homenaje que merece un hombre infinitamente ajusticiado.