Son preguntas que se reiteran cada vez que tiene lugar una campaña, y a las que cuesta responder de manera conveniente. Posiblemente, una de las claves para desentrañar el enigma resida en el sentido mismo de las campañas. En teoría, el objetivo ha de ser, o debería ser, al menos, dar a conocer el contenido de los programas de las formaciones políticas, y no solo desde un punto de vista filosófico o como una mera declaración de intenciones, sino cuantificando y describiendo de manera fehaciente los recursos y las alternativas que deberían hacer posible que esa propuesta concreta saliera adelante.
Desgraciadamente, no todos los partidos transitan por esta vía. Durante estos días y semanas, mucho antes incluso del inicio oficial de la campaña, estamos asistiendo a un desfile de ocurrencias e ideas, a cada cual más peregrina, de las que apenas se nos comunica su enunciado. No se sabe cómo desarrollará esa acción, ni tampoco cuantos medios será necesario poner sobre la mesa, así como no se dice ni una palabra sobre los términos temporales en que la oferta electoral se traducirá en una realidad tangible.
He ahí uno de los peores hábitos de una parte de las candidaturas durante la campaña. Decir qué quieren hacer, sin hacer ninguna referencia ni al cómo, ni al cuándo. Pero esta no es la única deficiencia. Otro hábito muy instalado en la práctica política es definir las propuestas electorales no por lo que son, sino por lo que no son. Entramos, en este caso, en el siempre resbaladizo terreno de las descalificaciones hacia las otras formaciones y el resto de candidatos. El cabeza de lista siente la necesidad de proclamar ante su auditorio que él no es como los otros, y que no hará, si gobierna, lo que los otros proponen. Ahora bien, sobre cuál es su propuesta, pocos datos se exponen.
Ante esta tesitura, ¿puede realmente ser de utilidad una campaña electoral para el ciudadano? La respuesta parece obvia. Por ello, desde estas líneas, ahora que la campaña acaba de empezar y todavía restan unas cuantas fechas hasta el 24 de mayo, día fijado para los comicios autonómicos, insulares y municipales, parece oportuno realizar a todos los partidos y a todas las listas un llamamiento más que justificado: utilizar las diversas convocatorias previstas para que los ciudadanos estén realmente informados sobre cuáles son sus intenciones y prioridades en caso de que los electores les confíen el gobierno de las instituciones.
A nivel práctico, esta petición se traduce en solicitar a los políticos que no se insulten ni se descalifiquen entre ellos, que respeten la inteligencia de su público evitando los mensajes manidos y demagógicos, que presenten propuestas específicas, cuantificadas y, por tanto, plenamente viables, y que entiendan que la democracia, que continúa siendo el sistema de gobierno y representación política menos malo de todos cuantos se conocen, solo se fortalecerá si se atienen a estas simples, pero necesarias, reglas del juego.