Como poco, en caso de que nuestro objetivo sea el verano, habría que haberse planteado la Operación Bikiny en septiembre. Claro que en invierno, es más cómodo estar abrigado por una ligera capa de grasa que vivir con la piel y los huesos como único soporte vital. A unque tampoco es eso.
Confundimos estar en forma o con la extrema delgadez, o con la extrema vigorexia. Y no es ni una cosa ni la otra. Lo mejor sería olvidarse de lucir cuerpo en verano y tener un buen cuerpo todo el año, es decir, un cuerpo sano. Son los más hermosos.
Lo mejor sería si se nos permite insistir orientar la dieta y el entrenamiento físico o la práctica del deporte adecuado a cada persona, a la salud, más que a la estética. Porque lo que con frecuencia se olvida es que la salud genera belleza física, aunque al revés no sea así.
El cuerpo humano es una cosa extraña. Tarda en cambiar de ritmo, pero cuando lo hace es muy eficaz. Los científicos han detectado que si a una persona se le hace una liposucción pueden ponerse en marcha mecanismos que le hagan seguir adelgazando más allá de ese acto.
Si no se hace nunca deporte la comida ‘engorda’ más. Si se desarrolla una práctica regular y adecuada de ejercicio, el cuerpo aprende a asimilar mejor la comida y se puede, incluso, comer más y engordar menos. Por eso se engorda cuando se abandona el deporte bruscamente.
O sea, que no vale matarse a hacer abdominales para lucir tipo, pero cuando esa práctica se abandona, si no se deja drásticamente de comer y eso es algo que no debe ni plantearse sin el consejo de un profesional se vuelve a engordar al poco tiempo. Son resultados frágiles.
Igual pasa con las dietas. Lo ideal sería cambiar a un modo de vida más sano. Una dieta que, efectivamente, logre un adelgazamiento, seguramente generará un efecto boomerang cuando deje de cumplirse. Y tampoco se puede pasar toda una vida a dieta.
De ahí que lo mejor sea no ponerse a dieta a no ser que el médico lo aconseje para solucionar un problema concreto vinculado al sobrepeso sino cambiar el régimen de vida. Reaprender a comer y a moverse. Integrar la comida sana y el ejercicio en la vida. Para siempre.
Es necesario analizar una serie de mitos, creencias erróneas acerca de lo que es sano o lo que no se debe comer. Muchos de estos mitos están muy extendidos y son aceptados porque parten de evidencias del pasado que la ciencia ha refutado, aunque mucha gente no lo sabe.
Un ejemplo claro es creer que los alimentos light adelgazan cosa que no es cierta, simplemente tienen menos calorías. Profesores de la UIB han investigado durante años en busca del primer alimento de la historia que adelgace, intentando darle la forma de yogur.
Pero hasta que tengan éxito habrá que conformarse con diferenciar los alimentos que engordan, de los que engordan menos, de los que, en el mejor de los casos, no engordan. Ahora bien, de por ningún alimento adelgaza. Lo que adelgaza pasarse a los que no engordan.
Otra máxima que hay que debatir es creer que las vitaminas engordan. Muchas personas toman un suplemento vitamínico, sobre todo en determinadas épocas. Sin embargo, no siempre estos aportes son necesarios y un exceso es igual de perjudicial que su falta.
Aunque las denominadas liposolubles pueden provocar problemas si se toman en grandes cantidades, en ningún caso las vitaminas engordan puesto que no suponen aporte calórico alguno. Sin embargo, insistimos, su uso debe ser aconsejado o controlado por el médico o nutricionista.
Hay quien cree que al desnatar la leche se reduce la presencia de grasa y de las vitaminas A, D y E (liposolubles), pero el proceso no afecta ni al calcio ni a las proteínas. Por tanto, no hay ninguna diferencia nutritiva entre ésta y la leche entera. Esta leche sí alimenta.
Las grasas –que muchas personas descartan de su dieta como si fueran veneno –son una fuente esencial de energía e insustituible en algunos casos. El colesterol, en su justa medida, sirve para la síntesis de hormonas y en la formación de las membranas celulares.
Por eso niveles bajos colesterol, aún del llamado ‘colesterol malo’, son perjudiciales. Obviamente, un consumo inadecuado de grasas, en especial de las saturadas, puede derivar o coadyuvar al desarrollo de varias enfermedades, como la diabetes o hipertensión.
¿Cree usted que comer huevos es malo? Es cierto que su alto contenido en colesterol ha hecho de los huevos un alimento poco popular. Sin embargo, queramos o no consumimos unos 260 huevos por persona al año porque forman parte de una gran variedad de productos. Tienen nutrientes fundamentales. A pesar de que sólo aportan 90 calorías, su yema lleva unos 225 mg de colesterol, a sólo 75 mg de la cantidad diaria recomendada en una dieta sana. Aunque sólo las personas con problemas de colesterol deben tener cuidado.
Cuatro o cinco a la semana es una cantidad normal para personas sanas. Explican los expertos que aunque tienen mucho colesterol, esa dosis que lleva cada unidad no se absorbe completamente, de modo que no es proporcional su carga a su nocividad potencial.
Los médicos y expertos nutricionistas de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad explican una serie de recomendaciones para que personas sanas puedan mantener el peso correcto y evitar enfermedades relacionadas con una incorrecta alimentación.
Hablando por grupos de alimentos, según los expertos de la SEEDO los cereales y derivados (pan, arroz o pasta) y patatas se pueden consumir diariamente.
De verduras, hortalizas y frutas se recomienda de cinco a siete raciones diarias. Son la base de la dieta mediterránea.
De leche y derivados se aconsejan una o dos raciones diarias, ya suficientes, exceptuando en etapas especiales, como el desarrollo puberal, el embarazo o la lactancia. El consumo de una o dos raciones por semana de legumbres (o más) es correcto.
Los huevos –continúan los expertos de la SEEDO, aportan proteína de alta calidad, con una buena relación calidad/precio. Debe limitarse la ingesta de huevos en las personas que presenten hipercolesterolemia; en estos casos se recomienda no más de dos a cuatro a la semana.
De pescado, pollo y carnes magras se recomienda el consumo de tres a cinco raciones de pescado a la semana, y de cuatro a seis entre pollo y carne magra. De carnes grasas y derivados: dos o tres raciones por semana, aunque no son imprescindibles.
El aceite más recomendable es el de oliva. Su consumo debe moderarse en personas con exceso de peso. Respecto a la pastelería, bollería y heladería: por su alto contenido en grasa animal y azúcares, es recomendable restringir la ingesta: una o dos piezas por semana.
Respecto a las bebidas azucaradas aportan básicamente hidratos de carbono y agua. Las alcohólicas aportan energía (calorías) e hidratos de carbono. Dada la toxicidad del sobre el hígado, se recomienda no consumir más de 40 g de etanol puro al día. En mujeres se aconsejan ingestas inferiores, ya que son más susceptibles al efecto tóxico del alcohol. Hay que recordar que estas recomendaciones están hechas para personas sanas. Enfermos y embarazadas tienen otras recomendaciones más adecuadas a cada caso.
Según los expertos de la SEEDO se recomienda que de la energía total ingerida las grasas representen el 3035%, repartidas en un tercio de origen animal y dos tercios de origen vegetal. Entre un 12 y un 15% de la energía consumida debe ser en forma de proteínas. La proteína de origen animal es de mejor calidad que la vegetal.
Del 50 al 60% de las Kcal consumidas deben aportarse en forma de hidratos de carbono (simples y complejos). La ingesta total de Kcal en personas del sexo masculino deben ser de alrededor de 3.000 entre los 16 y los 40 años y hasta las 2.100 Kcal a partir de los 70 años. En el sexo femenino las necesidades se han de disminuir aproximadamente en un 15%. Situaciones especiales como el embarazo y la lactancia requieren un aumento de 250 y 500 Kcal, respectivamente.
Estas recomendaciones, explican los expertois de la SEEDO son muy generales e ilustrativas y dependen de cada persona, su estado de salud y la actividad física que realizan normalmente. Es decir, que lo mejor, en caso de duda, es consultar siempre al médico o nutricionista.