P- Doctor, ¿por qué una persona cae en una adicción, en un momento determinado de su vida?
R.- Hay muchas causas, circunstancias y factores. Y todos ellos tienen su relevancia y merecen ser valorados y analizados en profundidad, sobre todo porque un primer elemento que se debe tener en cuenta a la hora de hablar de las adicciones es que cada adicto la vive a su manera, responde a su manera, reacciona a su manera y la desarrolla por causas y situaciones de su vida personal que nada tienen que ver con las de otros afectados. En ese sentido, el tratamiento de una adicción ha de ser siempre personalizado e individual, más allá de que, por supuesto, existan territorios comunes en todas estas conductas. Por tanto, contestando a su pregunta, un hombre o una mujer no se convierten en adictos por casualidad. Digamos, por expresarlo claramente, que algo no funciona en su interior, en su psique, en su estructura mental y emocional, en su autoestima, en su el concepto que tienen sobre si mismos.
P.- Por tanto, una adicción equivale a una patología mental…
R.- Más bien, es la manifestación de esa patología. Vamos a ver, y para expresarlo gráficamente. Pongámonos en el caso de alguien que de niño vive una infancia difícil, en un hogar desestructurado donde proliferaban incluso situaciones de violencia doméstica. Naturalmente, la psique y la estructura emocional de ese niño no evolucionarán correctamente, y, por otra parte, la angustia y la tensión que habrá vivido de pequeño no desaparecerán por arte de magia. Si no ha tenido la oportunidad de seguir una terapia que le ayude a superar esos problemas, estos se manifestarán en la edad adulta, de una u otra manera. Y una de esas maneras, sin lugar a dudas de las más dañinas y nocivas, es la adicción. Luego, en función de las circunstancias de cada uno, el comportamiento adictivo se decantará hacia el alcohol, el juego o cualquier otra dependencia, pero, en realidad, todas ellas compartirán un mismo origen: el desequilibrio emocional y la fractura de la personalidad. Y ahí es donde ha de intervenir el terapeuta para ayudar a su paciente.
P.- Sin embargo, no todas las personas que han debido convivir en un entorno complicado o que, en su infancia, han sufrido traumas o situaciones difíciles, desarrollan una adicción…
R.- Por supuesto que no. La psique humana no es un teorema matemática en la que dos y dos suman cuatro y lo blanco es blanco y lo negro es negro. La grandeza de la personalidad humana estriba, precisamente, en su singularidad. Todos somos diferentes, y todos somos peculiares dentro de esa diferencia. A partir de aquí, los acontecimientos traumáticos, que normalmente se desarrollan en la infancia aunque pueden aparecer en cualquier otra época de la vida, nos marcan de manera distinta. Lo que es seguro es que cuando se desarrolla una adicción es porque algo falla en nuestra cadena de transmisiones emocionales. Un adicto, normalmente, es alguien con una baja autoestima, que piensa que nada bueno le puede suceder porque él, o ella, no merece nada bueno. Estoy generalizando mucho, vaya eso por delante, pero, más o menos, la radiografía es esta: una persona desestructurada, sin fe ni confianza en si misma, con bajos niveles de autoestima y, muchas veces, sin el necesario apoyo de su entorno, ni en la actualidad, ni en el pasado. Después de todo, ¿quién lanza piedras sobre su propio tejado? Solo alguien que desea destruirlo. O sea, alguien que no quiere, ni aprecia, su vida en lo que vale.
P.- Sobre todo, teniendo en cuenta que el efecto más corrosivo de la adicción es que incide directamente en la libertad de las personas, posiblemente el valor más intrínseco del ser humano.
R.- La libertad es la cualidad que nos permite decidir y optar. El adicto no decide, ni opta. Por ejemplo, un alcohólico no decide beber. Necesita hacerlo porque la adicción le empuja a ello. Hay una gran diferencia entre consumir alcohol por decisión propia que hacerlo a causa de una dependencia con este tipo de sustancias. Y, en efecto, la libertad es el elemento que se halla en juego cuando hablamos de una adicción, y solo una persona con baja estima, con problemas emocionales, con una marcada desestructuración interna, y, en definitiva, con una patología mental, sacrifica su libertad en beneficio de una adicción.
P.- En consecuencia, el tratamiento ha de ir orientado a resolver los problemas que laten tras el comportamiento adictivo
R.- En un primer momento, naturalmente, la prioridad es instaurar una fase de abstinencia que permita al paciente superar la etapa más aguda de su crisis. Eso es necesario en cualquier adicción y en las terapias ha de contemplarse ese momento. Después, cuando se logra superar con éxito esa fase, hay que abordar la gran pregunta: ¿por qué esa persona ha desarrollado una adicción? Eso significa trabajar mucho con el paciente, dedicar muchas horas a escucharle, dejar que se exprese, tanto verbalmente como de cualquier otra manera, y permitir que la verdad fluya, es decir, que los elementos que han desencadenado la adicción se muestren a la luz.
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Cada vez que os veo leo todo con mucha atención porque creo que es el sitio adecuado para mi hija .