– Su trayectoria parece indicar que la cirugía ha sido su gran pasión desde el punto de vista profesional….¿es así?
-No recuerdo exactamente cuando decidí ser médico, pero sí que fue muy temprano, yo era muy joven cuando empecé a sentir una atracción especial por esta profesión, aunque la verdad es que no tuve familiares relacionados con el ámbito sanitario. Al iniciar mis estudios de medicina en Granada ya tuve predilección por la cirugía y en especial por los estudios anatómicos. De Granada -donde estudie hasta cuarto curso – pasé a realizar los cursos clínicos en la Complutense, donde pude asistir a la cátedra del que fue mi maestro D. Rafael Vara López. De él aprendí todo aquello que necesitaba saber, y también la dedicación y el sacrificio en aras del enfermo, de la enseñanza y de la ciencia. Así fue como vocacionalmente me incliné por la cirugía y más concretamente por la Patología Quirúrgica en todos sus aspectos docentes, asistenciales e investigadores.
– ¿Cómo llega usted, después de pasar por el Hospital Clínico de San Carlos, en Madrid, a recalar en Mallorca?
– En la segunda mitad de la década de los setenta la combinación de una serie de factores me llevaron hasta la isla. Por una parte con la jubilación de mi maestro se perdía un importante factor de incentivación para la permanencia en Madrid. Por otra parte la Cátedra entraba en un periodo transitorio que me creaba cierta intranquilidad con vistas al futuro, ya que los sistemas de acceso a las mismas se habían modificado con la creación de los Profesores Agregados… etc. Otro factor muy interesante y creo que importante fue el hecho de que los procesos de jerarquización de los hospitales de la S.S. se habían iniciado y estaban en desarrollo. En aquella época hubo varias convocatorias a las Jefaturas de Departamento y entre ellas la de Palma de Mallorca, en la entonces llamada Residencia y Complejo Sanitario Virgen del Lluch. Así que terminé optando a esa última plaza y acabé en la isla, era 1977.
– En esa época la sanidad pública balear se encontraba todavía en una fase muy inicial… ¿Qué recuerda de esa etapa? ¿Con qué problemas tuvo que enfrentarse para consolidar un modelo público de salud eficiente y de calidad?
– Como otros compañeros profesionales, yo aporté mi granito de arena al desarrollo de un sistema de salud cuyas líneas estaban ya trazadas y conseguir su adaptación fue un trabajo y esfuerzo de muchos. Fue la época de la Ley de Sanidad, de la jerarquización de los hospitales y de su reorganización, de la creación de los centros de salud y de los centros de atención continuada…. De hecho el actual Sistema de Salud, tan utilizado a veces para obtener réditos políticos, sindicales, gremiales e incluso personales, es el fruto de la dedicación y el trabajo de muchos profesionales sanitarios muy comprometidos.
– Usted ha ejercido numerosos e importantes cargos relacionados con la gestión sanitaria… ¿Qué valoración hace de esa experiencia?
– Bajo el prisma profesional estoy satisfecho de lo que pude aportar, teniendo bien claro que hubo aciertos y errores y que analizar el resultado de mi gestión no me corresponde a mí. Pero sí debo decir que si hoy me siento orgulloso de lo que soy, especialmente en el aspecto humano, lo debo a las experiencias asimiladas en mi trabajo y a lo que aprendí en la relación que mantuve con las personas que me trasmitieron su saber. Para mí este pensamiento orteguiano es una absoluta realidad. Tanto mi función como director del Hospital en momentos conflictivos como la participación en el desarrollo de la jerarquización, la organización del Departamento Quirúrgico con la apuesta de creación de Servicios, la puesta en marcha de la Escuela Universitaria de Enfermería, la organización del Servicio de Cirugía… fueron retos a los que dediqué mucho tiempo, dedicación y vocación de servicio.
– Tiene usted fama de haber sido un profesional férreamente independiente, sin ceder a los cantos de sirena del poder político….¿es correcta esta apreciación?
– En mis cargos de responsabilidad he tenido por costumbre analizar mi comportamiento en base a la dedicación, el respeto y la fidelidad al cargo y especialmente a unos principios a los cuales nunca he renunciado. Siempre he procurado mantener un comportamiento ético y moral y he esperado que las personas que depositaron su confianza en mí tuvieran la misma apreciación de mi conducta, al margen de que tuviéramos posturas contrapuestas.
– ¿Hasta qué punto ha evolucionado la práctica quirúrgica en estas últimas cuatro décadas durante las que usted ha ejercido su profesión?
– Mi generación ha vivido grandes progresos en el campo de nuestra profesión. La medicina en general y la práctica quirúrgica en particular han incorporado a su arsenal diagnóstico y terapéutico múltiples adelantos, se ha profundizado en los conocimientos de la etiología y fisiopatología de las enfermedades y han llegado grandes avances tecnológicos. En el caso de la Cirugía la cooperación entre la investigación y la clínica ha permitido incorporar los conceptos y los resultados nuevos que la investigación aportaba a la resolución de los problemas clínico-quirúrgicos. Paralelamente, el cirujano que ejerce en el ámbito hospitalario ha tenido que adaptarse a los distintos sistemas de administración y gestión de los centros hospitalarios.
– Después de casi medio siglo de actividad médica, ¿Qué echa de menos de la práctica de la medicina en esta etapa de su vida?
– Uno tiene que asumir que ya no es el agente que directamente proporciona bienestar, curación y salud al paciente y esto es algo que echas de menos cuando te retiras, como también añoro la actividad y vida hospitalaria y especialmente la relación con los compañeros.