Joan Calafat / Juan Riera Roca
P.- Dos de los artículos del Anuari hacen referencia a la sexualidad en la tercera edad: “Las relaciones afectivo sexuales en las personas mayores desde la perspectiva intergeneracional” y “la afectividad y la sexualidad de las personas internadas”. ¿Es la sexualidad entre personas mayores una asignatura pendiente?
R.- Sí, es una asignatura pendiente que tenemos que comenzar a reivindicar, y sobre todo en los medios de comunicación, donde casi no tenemos imágenes de personas mayores que se den la mano, que se abracen, que se besen. Normalmente nos ofrecen un perfil joven de todo lo relacionado con la afectividad y la sexualidad. Es por ello que tal vez se tenga una imagen no tan positiva de la sexualidad y la afectividad entre personas mayores, porque no sé visualiza, no se ve. Hay ya instituciones que realizan cursos sobre afectividad y sexualidad desde la perspectiva de las diferentes miradas, de las diferentes edades. Yo misma dirijo uno de estos cursos en la Universitat de les Illes Balears, hacia personas de 50 y más años. Se trata de que la afectividad y la sexualidad en este colectivo sea visto como algo más, como algo normal, no como algo especial o diferente.
P.- ¿Y se consigue?
R.- Recuerdo que en una conferencia sobre este tema un compañero me dijo luego que entre el público, entre las personas cercanas a él, había detectado cierto rechazo en el momento en que mostré imágenes de personas mayores que se besaban, que estaban enamoradas, personas que se mostraban felices, que habían, tanto porque habían estado juntos a lo largo de toda su vida o siendo parejas nuevas. Pues por la zona por la donde esté compañero estaba sentado se oían exclamaciones de desagrado cuando ante esas imágenes de afectividad, Y eran tiernas, no groseras. Pues las personas que mostraron ese desprecio o recelo eran de la misma edad que las que aparecían en las imágenes. Por eso es tan importante que este tipo de imágenes forme parte de lo que vemos habitualmente.
P.- Dentro del mismo anuario, el trabajo “Propuesta de implantación y desarrollo de la atención geriátrica especializada en el Servicio de Salud de Baleares” investiga las consecuencias de eso que se ha dado en llamar “el envejecimiento del envejecimiento” y habla de la necesidad de que los servicios sanitarios den respuesta adecuada a estas personas mayores y muy mayores. ¿Tiene el sistema sanitario balear un sistema de atención geriátrico completo y equilibrado, en qué debería mejorar?
R.- Los geriatras de Baleares reivindican la creación de nuevas unidades, de larga y de media estancia, de unidades para agudos, de hospital de día, de seguimiento del paciente en casa. Mi formación no me permite evaluar si estos recursos son tan necesarios sanitariamente, pero lo que sí puedo decir es que si cada vez valoramos más que las personas puedan envejecer en su casa es evidente que necesitamos recursos de esta naturaleza y médicos especializados que les puedan dar cobertura para evitar ciertas situaciones.
P.- ¿A qué se refiere?
R.- No es adecuado que en servicios médicos, como hemos oído algunas veces en atención primaria, se diga “es que este señor es muy mayor” como explicando su situación de salud. Es necesario un conocimiento más específico de la salud de las personas mayores, sobre todo teniendo en cuenta el aumento de la esperanza de vida. Ya se está hablando de personas que viven 90 y hasta 100 años. Por ello no podemos atribuir a la edad los problemas de salud de estas personas, porque, ¿a qué edad nos estamos refiriendo, a los 60 años, a los 70, a los 80, a los 90…?
P.- En el estudio “Estilo de vida y salud mental” se trata el impacto de problemas de salud mental como son la depresión y la ansiedad, muy frecuentes entre las personas mayores y muy determinante de una reducción de su calidad de vida. ¿Qué recomendaciones se pueden hacer a las personas mayores para que no se angustien, para que no se depriman?
R.- Este trabajo es muy interesante porque pone sobre la mesa la conexión entre lo físico y lo psíquico. Si una persona sufre una enfermedad o un proceso degenerativo que le impide o dificulta moverse, salir de casa, sabemos que esas patologías suelen ir acompañadas de depresión, de ansiedad. Y a todo ello se suma que esas personas pueden que dejen de cuidar la alimentación, de salir a la calle, de no ver el sol, pueden comenzar a tener problemas de sueño, precisamente todo lo que incide negativamente en el envejecimiento activo. Esas personas carecen de unas actividades que generan unos beneficios que son precisamente los que recomendamos para evitar problemas de ansiedad o depresión. Es decir, que la enfermedad física puede tener como consecuencia la depresión y que la depresión puede generar problemas de enfermedad física.
P.- Y hablando de salud mental, hay en el Anuari un trabajo muy interesante sobre el fenómeno del incremento de suicidios de personas mayores, detectado en Baleares a partir de 2010, sin olvidar eso que se denomina ‘suicidio silencioso’, el de la persona mayor que se va abandonando hasta morir. ¿Qué está sucediendo, Dra Orte?
R.- Hay personas que a lo largo de su existencia tienen problemas relacionados con su vida íntima, familiar o laboral; un problema que les lleva a pensar, pensar, y pensar… sin poder salir de esa ‘caja negra’. Las autoras de esta investigación hablan de la necesidad de curar las heridas emocionales, de tener la capacidad de olvidar y de perdonar. Y eso es algo que tiene mucho sentido en el conjunto de una vida larga. Hay que tener en cuenta que el suicidio, entre otras cosas, tiene que ver con la depresión, con el alcoholismo y con carencias de red social, así como con una enfermedad grave recién diagnosticada o crónica. Es por ello muy importante la detección de lo que le pasa a cada persona. A veces se explica la depresión porque una persona “tiene un problema”. Y en ocasiones el diagnóstico queda enmascarado tras una enfermedad, pero hay algo más. Además, hay que tener en cuenta que el colectivo de las personas mayores no amenaza de cometer un suicidio, directamente lo comete (otras personas más jóvenes amenazan más de suicidarse que llegan a hacerlo).
P.- Por eso es tan importante la prevención…
R.- Es muy importante la detección de estos casos en el ámbito, sobre todo, de la atención primaria. Y la solución tiene mucho que ver también en la creación de redes, de instar además de a cerrar las heridas emocionales a que se relacionen con otras personas, salgan, se impliquen en historias que les gusten. En ocasiones, simplemente haciendo una actividad lúdica, qué lleva más actividades lúdicas, se activa a la persona.
P.- Otro de los estudios del Anuari es “Envejecimiento, vulnerabilidad y solidaridad: aportaciones desde el modelo de cuidados paliativos”. ¿Cómo podemos ayudar a las personas mayores que no hayan aceptado su fragilidad o que se acerca el momento de la muerte?
R.- Los investigadores que han realizado este trabajo trabajan habitualmente en el entorno de la muerte, por lo que han desarrollado en gran medida la dimensión espiritual. Por ello reivindican la incorporación de la muerte al ámbito de nuestra cultura. Recuerdan que la vida es finita y que por tanto la muerte debe formar parte de nuestra cultura. En este trabajo, los investigadores analizan el fenómeno de la cronicidad, siempre girando en torno a la percepción del paciente que va diciendo “ahora estoy mejor, ahora estoy peor” y sin dejar eso de lado incorporan dimensiones sociales, humanas y de aceptación de la muerte. Creo, cómo los autores del trabajo, que sería importante comenzar a incorporar en nuestras vidas la aceptación de la muerte de una manera natural.
P.- Y para ayudar a lograr un envejecimiento saludable y hasta divertido, nada mejor que conocer el estudio “Rutas saludables en el entorno de los centros de salud” ¿Qué necesita nuestra sociedad para convencer a las personas mayores de que salgan a caminar, a disfrutar de su entorno?
R.- Pues precisamente lo que ha hecho este grupo de investigadoras. Por una parte, han creado las rutas saludables en el propio barrio, en el entorno del centro de salud, buscando las zonas más bonitas para pasear y disfrutar de ese paseo, caminando sin prisa. Y por otra parte, lo que hacen es acompañar a las personas mayores en esas rutas saludables. Y claro, como comentábamos antes, a través de una actividad lúdica se puede atraer a otras actividades saludables. Se le dice a la persona “usted debería caminar, debería empezar a dejar de consumir dulces, debería comer menos carne, más verduras, algo de pescado…”. Es impresionante ver a esos grupos de personas caminando por los barrios, a buen paso. Y estableciendo vínculos sociales y lazos con su barrio. Otro elemento muy positivo es que el resto de personas los visualizan y muchos piensan “tal vez tendría yo mismo que caminar un poco más…”
P.- El Anuario dedica un capítulo al estudio de las personas mayores con discapacidad. ¿Qué conclusiones destacaría?
R.- Nos encontramos en este caso con un colectivo que tenía hasta hace poco una expectativa de vida muy corta, o en todo caso menor que el de la población general. Sin embargo, hoy también tiene una expectativa de vida larga. Se plantea quién se hará cargo de estas personas cuando sus allegados vayan falleciendo, o falten. Los autores plantean la importancia de prestar asistencia a estas personas que se van haciendo mayores y que tienen unos problemas médicos diferentes y más importantes que en la población general. Y por otra parte plantean la importancia de comenzar a pensar en las redes de apoyo que necesitará esta población que ha ido envejeciendo, para problemáticas que hasta ahora se ocupaba la familia.
P.- Usted misma ha participado en un estudio sobre las agresiones interpersonales en residencias de ancianos. ¿Qué circunstancias ponen en riesgo la convivencia entre personas mayores en estos entornos, hasta el punto de que se desarrollen comportamientos violentos y qué se puede hacer para minimizar esos riesgos?
R.- Las personas que van a vivir a residencias son cada vez más vulnerables, en situación de dependencia física. Muchas de estas personas tienen dificultades de tipo cognitivo y de comportamiento. Y en ese contexto la posibilidad de que se produzcan agresiones es elevada. Hay personas que se caracterizan porque durante toda su vida han tenido un umbral de tolerancia bajo. No olvidemos que las personas envejecemos del mismo modo que hemos sido cuando antes. Además, con frecuencia la respuesta a la demanda de las residencias es rápida y se coloca a la persona y se la integra sin tener en cuenta esas circunstancias, de modo que las posibilidades de que se produzca una agresión son más altas.
P.- ¿Y cuáles son las recomendaciones?
R.- Sí la residencia cuida mucho el entorno ambiental, las actividades, y las habitaciones pueden ser individuales, ese riesgo de agresión es mucho más bajo. La primera recomendación es que no se actúe con imprevisión, que no se deje de analizar la circunstancia del conflicto, de dónde se producen, algo que suele suceder más en las habitaciones, en los comedores, en los lugares de convivencia más cercana. Hay que tener en cuenta que se pueden producir casos muy graves. En los años que hemos analizado hemos estudiado ¡14 casos de homicidio!, con un bastón, con un andador… Descubrirlos fue lo que nos llevó a realizar la investigación, a preguntarnos qué podía pasar para llegar a agresiones tan graves, incluso en algunos casos con resultados de muerte.
P.- Y no hay que olvidar –y el Anuario le dedica uno de sus estudios –los problemas de sobrecarga de los cuidadores de personas dependientes ingresadas en centros residenciales…
R.- Los autores plantean algo que ya era conocido: que los cuidadores son normalmente mujeres, de entre unos 45 y 65 años. Lo que sucede es que si cada vez son más las personas mayores con necesidad de cuidadores, serán menos los cuidadores que tendremos. Los autores de este estudio investigan sobre el hecho de que cuando se dan circunstancias de dependencias graves, especialmente en el caso del Alzheimer y similares, la situación es muy compleja para los cuidadores. Sobre la base de un estudio muy riguroso hacen un análisis de la sobrecarga en situación de centro de día y en situación de residencia llegando a la conclusión de que esas personas en esa situación han de combinar su cuidado con el apoyo de una residencia, porque no es posible que toda la carga la lleve un cuidador.