Las enseñanzas de matronas y practicantes se regularon en la segunda mitad del siglo XIX, pero las enfermeras españolas tuvieron que esperar medio siglo más hasta ver oficializada su profesión.
En la sociedad patriarcal del momento, la Enfermería se consideraba un arte innato y a las enfermeras herederas del rol biológico –como inscrito en el código genético- de las mujeres, que las capacitaba mejor que a los hombres para el arte de cuidar enfermos, niños, ancianos y heridos, sin necesitar, al parecer, de más preparación. Dos construcciones sociales falsas que se mantienen fijamente en el imaginario colectivo, influyendo aún en que el número de matriculados varones siga siendo inferior al de las mujeres en todas las facultades y escuelas de Enfermería del país.
El título de enfermera apareció por primera vez en una Real Orden firmada por Alfonso XIII el 19 de mayo de 1915, a propuesta del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, siendo publicada en la Gaceta de Madrid dos días después. En ella, a instancia de una comunidad religiosa, las Siervas de María Ministras de los enfermos, se reconocía por primera vez a la Enfermería el carácter de profesión.
La RO en su artículo primero especificaba: “Se aprueba el adjunto Programa de los conocimientos necesarios para habilitar de enfermeras a las que lo soliciten pertenecientes ó no á Comunidades religiosas.” La regulación oficial de la formación de las enfermeras vino propiciada por el interés de la Iglesia, de la nobleza y de los médicos, que elaboraron los programas de formación, escribieron los libros de texto, dieron las clases y examinaron a las candidatas. Las enfermeras, aparte de solicitar el título y cursar los estudios, poco tuvieron que ver.
En 1953 se regula la unificación de matronas, practicantes y enfermeras en un nuevo título, el de ATS, que siguió teniendo el mismo perfil dependiente de la Medicina expresado para el de enfermera en 1915. A pesar de ser educados para la dependencia, fueron los ATS quienes lideraron el camino de la Enfermería hacia la universidad, cuando en 1970 hubo que decidir si los estudios se dirigían a la formación profesional o pasaban a la universidad.
Fueron años decisivos en los que fue de gran importancia el papel desempeñado por los líderes de la Enfermería que, en movimientos democráticos, asamblearios, de protesta o de resistencia, llevaron las ideas pensadas por el colectivo al terreno de las realidades.
A finales de 1976, una gran manifestación recorrió Madrid y otras ciudades, bajo el lema “por una mejor sanidad, ATS a la Universidad”. Finalmente, en Julio de 1977, se publica el decreto que establecía la transformación de las escuelas de ATS en Universitarias de Enfermería.
El paso de la Enfermería a la universidad ha sido el hecho más importante ocurrido en la enfermería española en los últimos cien años, tanto a nivel educativo como por las consecuencias que ha tenido en el ejercicio profesional. Las innovaciones producidas a lo largo del periodo han sido producto de la iniciativa de las propias enfermeras vinculadas, en primer lugar, a las necesidades y demandas de la sociedad, así como a los intereses de la profesión. Si, como decíamos en el proceso de establecimiento de la primera titulación de 1915, las enfermeras fueron más bien convidadas de piedra sin papel, esta vez, en los primeros años de la Transición, las ATS, -denominación ésta, que nunca fue aceptada por la mayor parte de las enfermeras- tuvieron gran protagonismo.
La Dra. Gloria Gallego Caminero es enfermera e historiadora.