El problema de las despedidas es que nunca termina de saberse quién se despide de quién. En el tema del adiós nunca terminas de estar seguro de si el que se queda en el muelle es finalmente el que se va. De ahí que cuando te largan, cuando te echan, cuando te dicen bye-bye, intentes salir de espaldas para dar la impresión de que quien se despide eres tú, tal cual si fueras un dos mil quince fenecido y extinto. Despedirse es una forma de júbilo que muchas veces celebran los que son víctimas precisamente de los despidientes. De ahí el descorche y las burbujas anticipadas al fin de año de los trabajadores de la clínica Rotger. De ahí la celebración de que largaran a sus jefes.
Acaba de pasar tal y como anunciamos. Avisábamos desde aquí hace muchas columnas sobre lo que ocurriría. Afinábamos desde aquí el astrolabio que apuntaba en la dirección de lo que terminaría en clamorosa desorientación. Algún maldiciente quiso interpretarlo en clave personal, aunque también es verdad que alguien intentó que nos despidiéramos del tema sin conseguirlo. Al final va a resultar que también era verdad que alguien quiso que el fin de año se nos anticipara en estas letras. La historia de lo que escribimos entonces dejó claro que la operación que nos vendieron como la panacea de la inclusión de medios y técnicas sanitarias del pool Quirón-Rotger era un apaño, dinerito contante y sonante, el fondo oscuro de un fondo capital/riesgo que se dice ahora, con el miedo que nos dan esos dos sustantivos juntos. No está mal que nos vendan la sanidad que les pagamos, pero que encima nos vendan milongas creyendo que somos idiotas es algo que sólo impiden los medios no subvencionados. Al final queda claro que aquella operación era un trueque de concentración de medios que iba a poner en jaque el delicado equilibrio de nuestra sanidad privada.
La forma de venderlo fue asegurar el figureo Rotger simulando una integración en lugar de una compra/ venta; después hacer un trapicheo de traslación de esas figuras ejecutivas para convertirlas en figuritas decorativas en un belén de dos, un pesebre en el que adorar las mechas de Don Fernando y las medio sonrisas de Doña Rosa, que nunca recuerdo lo que es de cada uno. Nos vendieron un trasvase, un acuerdo de gestión, una forma de colaborar y unir esfuerzos, pero la realidad escrita supera siempre a la ficción vendida. Puro teatro que terminará en un rapado en corto que cuando huyan los que están ahora no los va a reconocer ni el Llongueras que los parió.
El día que doña Rosa Regí pisó suelo Quirón entendimos que ese baile no era lo suyo, entendimos el papel fugaz de esa estrella de humo o lo que signifique bailar con la más fea. Sabíamos que esos movimientos tenían los pasos contados, sabíamos que el enjuague terminaría con la jubilación de los personajes por la vía de su inhabilitación ejecutiva. Lástima de negocio familiar y de gestión directa ejemplar de miss souflé durante tantos años. Lo que pretendió imprimir con todo ese pasado de gestión “manu militari” en casa Rotger ha terminado convirtiéndose en “manu molli”, en la mano blanda del eslogan “sólo puede quién quiere, aunque no suele querer quien puede” (apúntelo que es mío). Demasiada distancia para cruzar la Rambla con esa compañía. Demasiado error en la gerencia de un Víctor o Victoria que tiene los días contados. Demasiado cateto en la sección de prensa. Demasiadas preguntas sin respuestas para María Cordón.
El matrimonio Quirón-Rotger ha roto el matrimonio Rotger, lo ha disuelto de la población activa. La carta de despedida que obra en mi poder lo vende como “la culminación de la integración” entre ambos, y no termina de entenderse en la misiva si se refiere a la culminación del matrimonio o a la de esa empresa tumoral sobre el que los han jubilado. Una culminación lo menos curiosa, y donde lo único que se “culmina” es que los echan del barro de la “gestión directa” de Quirón/ Rotger al lodo de la “gestión estratégica” de no se sabe muy bien qué. “¿Gestión estratégica?” se estará preguntando usted. ¿De qué y en qué? No pregunte que significa eso, hace tiempo que no leía insultar en verso. Hemos dado con los tiempos nuevos, con el año nuevo en que nuestras empresas familiares se transforman en empresas instrumentales. Hemos dado con los dos pasos previos al del despiece que es el último, el del desmantelamiento de Quirón aquí imponiendo condiciones económicas de allí a médicos de aquí y deslocalizando la contratación de proveedores de aquí por los de allí. El paso siguiente será el del divorcio consumado con los clientes pacientes, una separación que –ahora lo sabemos- dependía aquí de un matrimonio de bienes convertido hoy en matrimonio anónimo, como pasa en las buenas sociedades mercantiles.
Suerte a Dico Sbert, a fecha de hoy próximo director, o como se diga saber que nos queda esperanza para creer que hay cosas que –aunque no lo parezcan- tienen solución.