¿Pero qué es el autismo? Es un trastorno del desarrollo que persiste toda la vida. El síndrome se hace evidente durante los primeros 30 meses de vida y da lugar a diferentes grados de alteración del lenguaje y la comunicación, de las competencias sociales y la imaginación. El trastorno afecta, aproximadamente, a 1 de cada 150 nacimientos y es mucho más frecuente en el sexo masculino que en el femenino. La visión que uno tiene de la persona con autismo es de una persona cerrada, que no se mueve, que está en un rincón. Pero cada persona con autismo es única. Aunque hay síntomas semejantes –sordera aparente, excesiva independencia, sensibilidad a algunos sonidos o texturas, juegos repetitivos, ausencia de lenguaje, caminan de puntillas, movimientos estereotipados…– lo cierto es que en el autismo, como en la vida, cada persona es un mundo.
Leemos en Medlineplus que el Transtorno del espectro autista es un trastorno físico ligado a una biología y una química anormales en el cerebro. Las causas exactas de estas anomalías se desconocen. Por tanto, las causas del autismo están por descubrir. Parece claro que no se trata de una causa biológica única, sino que hay varios factores.
Padres de niños con autismo hablan de su experiencia: “Era mi primer hijo y yo no tenía experiencia. Lo que sí notaba es que el niño era muy poco afectivo, nunca me miraba a la cara, comía bien pero tragaba el biberón y no se cruzaban nuestras miradas porque él la tenía perdida…”, “desaparecieron todas las palabras, solamente chillaba, chillaba mucho, dormía poco, no sabíamos qué le pasaba, no tenía hambre, no tenía sed, no le pasaba nada…”.
Vivencias del tipo: “Se nos cayó el mundo encima”, “Tampoco te puedes esperar que siendo el primero…”, son frecuentes oírlas. Y otros comentan que “Hay que hablarle casi por señas. Son cuatro órdenes las que le damos, pero es casi todo escrito, o con papeles, o con tarjetas que colocamos en el cuarto de baño para que haga pipí “, “Hay que ponerle carteles. No controla esfínteres, no es autónomo, no come solo, no…”.
Y a mi, desde la cercanía a David y a Amelia, digo y cuento que el mundo está concentrado en ver a la gente en términos de cualidades y defectos, y el autismo se ve como un defecto. ¡Quien no los tiene! De todas formas, si estás en compañía de un niño o niña autista durante bastante tiempo aprendes mucho, aprendes a jugar, a ver las cosas, a experimentarlas, a aprender a disfrutar de cosas muy simples. Y estoy convencido, que Amelia y David, saben que el aprendizaje de un niño o niña autista es continuo y el de un padre o una madre también lo es.
Es importante que todos nos sumemos a la lucha por la integración, el respeto, la concienciación,…. Gracias David, gracias Amelia por vuestro ejemplo diario de ayuda a otros, de responsabilidad y de compromiso. Buena #carreraAzul el 2 de abril.