P.- Doctor, ¿cuánto tiempo se tarda en superar una adicción?
R.- Siempre hay un tiempo mínimo, desde luego, pero una vez dicho esto es importante dejar claro que el plazo es tan diverso como diversos son los casos de dependencias y diversos son los pacientes y sus situaciones. Igualmente, la influencia ambiental, eso que hoy en día coincidimos en denominar el entorno, juega un papel preponderante, porque no es lo mismo tratar de superar una adicción en un entorno favorable, con personas próximas que nos prestan su apoyo y nos alientan en este desafío, que tener que hacer frente al escepticismo o, incluso, a la mala influencia de quienes tenemos más cerca. Pero, básicamente, el aspecto más importante es el individuo. Finalmente, serán su determinación, su perseverancia, su disponibilidad a dejarse guiar y aconsejar por expertos terapeutas, su constancia a la hora de cumplimentar las pautas de tratamiento, los factores que decidirán cuánto tiempo ha de transcurrir antes de dejar atrás su problema.
P.- ¿También puede ocurrir que, en realidad, una adicción no se llegue a superar jamás, a pesar de que el individuo no reincida en ella?
R.- Esta es una pregunta muy interesante. Vamos a ver, como se afirma en el caso de los alcohólicos que han logrado curarse de su adicción, nunca dejan de ser alcohólicos. Más bien, son alcohólicos que llevan uno, cinco, diez o veinte años sin beber, que no es exactamente la misma cosa. Y eso mismo podríamos decir del fumador, o del ludópata, o de cualquier otro tipo de adicto. Es importante recordar esto, ya que en ocasiones la reincidencia tiene que ver con la percepción equivocada, por parte del adicto, de que la dependencia que le afectaba ya no puede hacer mella en él. En otras palabras, que puede beber una copa o fumar un cigarrillo sin ningún riesgo de recaer. Eso es falso, como por desgracia acaban comprobando muchos adictos. Cuando se es víctima de una adicción hay que recordar que esa adicción siempre está ahí, acechando, y que cada día es un paso más en la lucha por no beber o por no drogarse o por no jugar en las máquinas tragaperras.
P.- ¿Y cómo se consigue superar una adicción, doctor?
R.- Bien, en primer lugar es fundamental llegar a una conclusión que resulta absolutamente determinante: nadie es adicto por azar o por casualidad. Piense una cosa: hoy en día, tanto las organizaciones sanitarias como la propia administración nos llenan la cabeza, continuamente, sobre mensajes acerca de los nefastos efectos que tiene sobre nuestra salud el hecho de experimentar una adicción. Nadie, y tampoco los adictos, puede alegar ignorancia sobre ello. Y, sin embargo, cada día más personas caen en las garras de una dependencia concreta, cuando no de varias. Por tanto, si no es la ignorancia la que predispone a experimentar este tipo de situaciones, habrá que llegar a la conclusión de ese individuo reúne una serie de características que le predispone a acercarse a la adicción. Estoy hablando, básicamente, de su hemisferio más personal, de su salud psicológica y emocional. Desde este punto de vista, la labor del terapeuta es rastrear la realidad de su paciente para averiguar qué causas han motivado que surgiera la adicción.
P.- Y, a partir de ahí, buscar alternativas….
R.- En efecto. Y siempre con la colaboración del usuario. Porque si hay algo que está claro es que por muy competente que sea el terapeuta, por muy efectivos que sean los tratamientos que se aplican, por muy buenos resultados que ofrezcan los recursos y equipamientos que se tengan a mano para ofrecérselos al paciente, ningún fruto destacado, ningún progreso notable, se logrará sin su colaboración y, sobre todo, sin su implicación.
P.-¿Y cómo ha de actuar el terapeuta cuando el adicto se muestra remiso a implicarse en su propio proceso de curación?
R.- A veces ocurre, desde luego. Hay pacientes que acuden a la consulta sin una verdadera concienciación sobre la necesidad que tiene de escapar de la trampa en la que él mismo se ha metido. En ocasiones, se ponen en nuestras manos para agotar una última bala que creen tener en la recámara, pero sin estar realmente convencidos de que les podemos ayudar. Otras veces, vienen porque su familia o sus amigos les han presionado para que lo hicieran. ¿Quiere esto decir que a estos pacientes no se les puede atender? Por supuesto que no. Hay que ayudarles, como es lógico. Solo que, en estos casos, el primer e inexcusable reto que deberá abordar el terapeuta será el de convencer a su paciente de que ha de querer curarse y ha de tener fe en su curación. Eso significa empezar el camino desde algo más atrás que cuando el usuario ya acude a la consulta con una concienciación plena sobre estos aspectos, pero aun así he de decir que con el tratamiento y el abordaje adecuados, es posible facilitar la ayuda que estas personas están reclamando a gritos.