Para empezar, hay que reconocerle al Ejecutivo autonómico y a la Conselleria de Salut la rapidez con que se aprestó a cumplir dos de sus compromisos más esperados: la devolución de la tarjeta de acceso a los servicios asistenciales a la totalidad de la población sin distinción de origen ni situación administrativa o jurídica, y la supresión de la tasa de diez euros para la renovación de la tarjeta médica. En este mismo sentido, el Servei de Salut dio un golpe de mano de apreciable valor con la apertura de los centros de salud en horario de tarde, si bien esta medida ha sembrado ciertas fisuras en el colectivo de profesionales, y no han faltado las voces que han echado a faltar que la ampliación del horario no fuera acompañada de un incremento de los recursos destinados a engrasar y fortalecer la estructura de estos equipamientos.
En el tintero han quedado, al menos de momento, determinados objetivos que los partidos del pacto del Govern habían situado también entre sus prioridades. Este es el caso de los copagos sanitarios, que de momento no han sido suprimidos. En el alero resta también la eficacia de las mejoras introducidas por el Ib Salut a la hora de recortar las listas de espera y hacer más operativo el funcionamiento del sistema asistencial en su conjunto.
En cualquier caso, el broche de oro de este primer año de legislatura ha sido, sin duda alguna, el inminente comienzo de los estudios de medicina en Baleares. Este proyecto, que desgraciadamente todavía no cuenta con el consenso político que merece y necesita, está destinado a marcar la evolución de la ciencia y la investigación en el archipiélago. El Govern se juega mucho con la facultad de Medicina. Se juega su credibilidad y su prestigio. Pero, independientemente de ello, hay que reconocerle al equipo de Armengol, y también a la actual cúpula directiva de la UIB, su valentía a la hora de abordar una actuación de esta trascencendencia.