Días después supimos que -como cadena alimenticia necesaria- el sindicato médico (SIMEBAL), también el de siempre, alimentaba su nómina de reivindicaciones pidiendo el cierre de centros de salud por las tardes ante la falta de personal necesario, una cosa que se veía venir después de haberse prolongado las jornadas de trabajo intentando aprovechar que henos salido de la crisis y que el maná económico ha vuelto a Ca´n Juli.
Viendo todo esto, tenemos así las reivindicaciones de unos y de otros, y entendemos no sólo que puedan ser razonables, sino que son claramente incompatibles, y no digo únicamente y en exclusiva con el amor sino con el amor que le profesamos a ambos dos colectivos. Si cerramos los centros de salud por las tardes podremos suponer a qué tipo de paraíso precisamente no se dirigirán los pacientes. Si cerramos los centros por las tardes porque el trabajo es inasumible en estos días de sobrecargas y sobrecogimientos podremos entender que esa sobrecarga no va a desaparecer así como de repente, que va a desplazarse como se desplazan las cosas que existen por necesidad.
Recordaba aquel adagio sanitario que viene a establecer la proporcionalidad directa entre centro abierto y centro masivamente ocupado, una magia que no nos resistimos a abandonar porque rompe la razón numérica y los cálculos equivocados de todos esos listos que no son capaces de entender que la migración –y la enfermedad- son una forma de viaje, un modo de que te escuchen con términos latinos mientras te dan la extremaunción.
Al final, como siempre pasa en esta columna, va a resultar que la solución pasa por el amor que Juli se tenga a sí mismo, que esa es precisamente lo único que puede ser capaz de conciliar sobrecarga con diligencia, querer con poder. A ver si Juli explica de una vez que el verdadero problema de la sanidad sería quedarse sin demanda, quedarse sin pacientes, y no quedarse sin oferta. Mientras tanto, a joderse y a trabajar, aunque sea también por amor.