Esta circunstancia contribuye, además, poderosamente, a aliviar la saturación en las áreas de urgencias hospitalarias, que corren siempre el riesgo de convertirse en un verdadero cajón de sastre cuando la Atención Primara no es capaz de absorber en su totalidad la demanda sanitaria directamente relacionada con su ámbito de intervención. Así, por tanto, ¿cuál es el problema? ¿Por qué una medida que parecía destinada a granjearse el aplauso unánime del sector y de los ciudadanos en general está resultando tan especialmente controvertida, y está creando una amplia división entre el colectivo de profesionales sanitarios?
Posiblemente, las respuestas a estas preguntas deberíamos hallarlas en la imposibilidad de casar las necesidades que implica una ampliación horaria de estas características con la carencia efectiva de recursos técnicos y humanos que, por desgracia, afecta a la sanidad pública balear. Que le afecta, de hecho, desde hace muchos años, con Ejecutivos de diferentes colores políticos. Porque, no en vano, la raíz del problema sigue siendo la misma: la necesidad de que Baleares cuente con la financiación que merece y necesita. Mientras las islas (novena Comunidad del Estado en financiación del Estado, pero segunda en aportación a la caja común) sigan siendo la ‘tonta del bote’ que paga mucho más de lo que recibe, incluso iniciativas tan bien intencionadas como la que comentamos deberán sortear baches y obstáculos de imprevisibles consecuencias.