P.- ¿Cuál es el modelo asistencial por el que apuesta Clínica Capistrano?
R.- Capistrano representa un modelo de atención que es, prácticamente, único en España. Nuestro enfoque es profundamente humanista, en el sentido de que su principal preocupación es ayudar al paciente a entender cuáles son las causas que le han conducido a ser víctima de una adicción que está destruyendo su vida y su salud. Y no solo es único por eso, sino por nuestro concepto del internamiento.
P.- ¿A qué se refiere, concretamente?
R.- Para explicarlo, deberíamos retroceder en el tiempo y acordarnos de que, hasta mediados del siglo pasado, la sociedad encerraba en un manicomio a aquéllos de sus miembros que presentaban disfunciones psiquiátricas. Por supuesto, la pretensión no era curarles, sino, simplemente, mantenerlos al margen del resto de la sociedad para que no supusieran una amenaza o un peligro en aras a la convivencia.
P.- Este modelo se superó ya hace muchos años…
R.- En efecto, gracias a la contribución de psiquiatras, algunos teóricos y otros asistenciales, que propugnaban otras fórmulas de tratamiento para estos enfermos. Yo mismo me uní, en su momento, a estas reivindicaciones, y las apoyé tanto como me fue posible.
P.- De esta manera, los manicomios fueron desapareciendo…
R.- Sí, porque pasaron a ser vistos como el símbolo de un modelo de salud mental que había quedado completamente desfasada. Desde luego, eso nadie lo puede discutir. Encerrar al enfermo mental entre cuatro paredes no hacía otra cosa que contribuir a su estigmatización personal, y a la estigmatización de la enfermedad.
P.- ¿Cuáles son los ejes sobre los que gravita el modelo Capistrano?
R.- El objetivo es que el paciente llegue a formularse una pregunta clave: ‘¿Por qué soy adicto?’. O, dicho de otra manera, qué estructuras de la personalidad están fallando para que se haya producido esta dependencia, sea al alcohol, a otras drogas, al juego, o a cualquier otra dependencia patológica.
P.- ¿Y a partir de aquí…?
R.- A partir de aquí, ayudar al paciente a incorporar, y a materializar en su vida, todas aquellas pautas y hábitos que le permitan mantenerse sano, estable, feliz y satisfecho consigo mismo. Es decir, la idea no es solo que el paciente deje de beber, si hablamos de alcoholismo, sino de que sea consciente de que está en su mano conseguirlo y de que, si lo logra, su vida será mucho más plena y satisfactoria.
P.- Sin lugar a dudas, el internamiento es una fase necesaria a la hora de abordar una adicción..
R.- En efecto, y quienes defendemos esta estrategia terapéutica no lo hacemos por capricho, o porque hayamos tenido una intuición en este sentido. Se trata de aplicar la más pura y estricta lógica asistencial. Curiosamente, en otras especialidades de la medicina, no existe ningún problema a la hora de aconsejar o recomendar el internamiento, en este caso hospitalario, para superar la fase crítica de una determinada enfermedad.
P.- ¿Una adicción es, ante todo, la consecuencia más directa de una patología de salud mental?
R.- Por supuesto. Un adicto no lo es porque quiera serlo. Lo es, porque hay algo en su interior, y estamos hablando de su estructura psíquica, básicamente, que no funciona como debiera. Sea por la causa que sea, la personalidad de ese usuario se halla resquebrajada, y esa disfunción le aboca a convertirse en una víctima propiciatoria de una conducta adictiva.
P.- El tipo de adicción, ¿condiciona el protocolo de tratamiento?
R.- En ocasiones, la adicción es al alcohol u otras drogas, y otras veces estaremos hablando de una persona con adicción a los juegos de azar o al sexo, sin olvidar las nuevas tecnologías, tan en boga hoy en día. Por no hablar, claro está, de los poliadictos, es decir, de hombres y mujeres enganchados a diferentes adicciones, tan dañinas unas como las otras. Sin embargo, el tipo de adicción que se trate no es el elemento más importante.