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El poder de los movimientos sociales en la mejora de los servicios sanitarios

Joan Carles March Profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública
Joan Carles March
Profesor de la Escuela
Andaluza de Salud
Pública
Hace unos años, hubo un importante movimiento en Madrid, la Marea Blanca, que protestaba ante el proceso de privatización que estaba ocurriendo en la Comunidad Autónoma. Hace días ha habido un movimiento importante en Granada alrededor de la puesta en marcha del nuevo hospital del campus de la salud.

Algo hay que aprender de los movimientos sociales a la hora de plantear posibles mejoras en los servicios sanitarios, ya que en el siglo XXI, se necesitan nuevos modelos de compromiso entre las instituciones sanitarias y los movimientos sociales.

Las personas que están en los movimientos sociales han cambiado la forma en que experimentamos la salud y los sistemas que lo conforman como son la reducción del estigma en torno a temas como el cáncer de mama, la mejora de la atención al final de la vida, la conquista de derechos para las personas con discapacidad o la reformulación de las prioridades de salud.

Los movimientos sociales ejercen presión sobre los sistemas sociales para acelerar la transformación, ya que responder directamente a las experiencias de las personas y pueden difundirse ampliamente entre las distintas poblaciones, donde las redes sociales tienen un poder cada vez más importante. Representan un enfoque para la transformación en materia de salud y cuidado a tener muy en cuenta.

Es importante que toda institución pública – con claras jerarquías, normas y protocolos – llamen de forma activa y alimenten a los movimientos sociales. Para ello, es necesario abrir encuentros efectivos entre instituciones y movimientos para crear nuevos modelos de participación que se basen en el dinamismo y la agilidad de los movimientos, a partir de su comprensión.

Hay un poder único para la ciudadanía en los movimientos sociales que consiste en tener el valor y el propósito de levantarse, expresarse y solicitar el cambio en los temas que son importantes para ellos y ellas.

Además, los movimientos son ágiles y dinámicos, pero también son desordenados e incluso turbulentos. Surgen de fuera de las estructuras de poder establecidas. Estos movimientos desafían al estar basados en las inquietudes de la gente. Un elemento a tener en cuenta para las organizaciones: pueden ser incómodos para las instituciones ya que desafían los valores aceptados, normas, prioridades y procedimientos.

Por tanto, hay desafíos inherentes a este cambio cada vez más importante. Muchas preguntas surgen: ¿cómo pueden las instituciones formales trabajar con algo tan inquieto e intangible como un movimiento? ¿Quién es responsable ante quién?, ¿cómo organizar el proceso?, ¿Cómo favorecer la relación? Si las instituciones y los movimientos son capaces de asociarse con eficacia y construir sobre sus fortalezas, los nuevos modelos de participación serán elaborados, con el compromiso de ambas partes para involucrar y crear mejores formas de hacer las cosas.

Bajo ese compromiso, es necesario conseguir conectar con las comunidades, escucharlas y actuar sobre sus prioridades, tener en cuenta el voluntariado, la acción social y el tercer sector para encontrar maneras para que las comunidades se apoyen mutuamente y compartir el aprendizaje. Para ello, será necesario que los servicios de salud mejoren sus habilidades para conectar y conseguir una alianza que permita evaluar lo que funciones mejor y construir un proceso conjunto al servicio de la mejora de la salud y los servicios sanitarios.

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