Y es que pasado el tiempo de las causalidades del diputado podemita Jarabo, nos preguntamos por qué la realidad arrastra poderosamente a la ficción que quieren impornernos. Desde el día de la fecha en la que dimos cuenta del bachiller Bachiller y sus negocios probéticos de quimicefa, desde que nos preguntamos por la pasta gansa que invertimos de forma absurda y sin resultado alguno en nuestros investigadores (de lo que se llevan y de lo que nos devuelven) se ha sabido que el lerenda de los pelos, a més a Més, manejaba una cuenta en la comunidad autónoma Vasca. ¿Para qué? Parece ser que venía bien canalizar ingresos a los que –además- destinarles una sustanciosa desgravación fiscal, amén de ocultar el tema para no ser incompatible y que le nombraran cosa en el consejo social de la universidad. Joder con el “porque yo lo valgo”. Somos pobreza de pobres, pobre pobreza probética.
Pregúntese si lo bueno de destapar las cosas del choriceo es que tan pronto como te peleas con tu socio por la pasta recibes la visita de la fiscalía anticorrupción (ding-dong). Munar y Nadal, Urdanga y Torres, valgan los ejemplos. Nos preguntamos y nos respondemos que el salto de la corrupción política a la corrupción en la investigación -o a los entresijos de la industria farmacéutica- parece el puente cercano hacia la jubilación, que decía Mapfre. Que los ciudadanos financiemos pretendidos estudios de investigación y sus cuantiosos importes empieza a resonar en la oficina de la calle Patines, entre los muros de Fiscalía. E igual que la poli especializada reinterpreta los delitos económicos, suena que viene un cuerpo de especialistas médico- legales para que determine si verdaderamente la inversión en los proyectos de investigación pudiera corresponderse con un tocomocho.
A ver si va a ser posible delimitar no sólo la indicación de esos estudios sino su ejecución, sus sueldos, la proporción de los medios que se destinan y los resultados (aquí va un emoticono descojonándose) que se obtienen.
Todo eso pasa mientras seguimos preguntándonos qué es más ridículo: si haber puesto una Facultad de Medicina para “no perder una ocasión histórica” de hacer algo que no sirve para nada, o –una vez iniciadaretirar la financiación de 1,4 millones de euros de los presupuestos de la Comunidad para el año 2017 tal como proponen los que defendían la ocasión histórica de defender el chiringuito de Daniel Bachiller, el pobretico.
¿Ha aparecido de una vez el muerto de la Facultad que de vidilla a los vivos? ¿Han aparecido los sueldos y emolumentos varios, los doctorados y las titulaciones que nos faltan para terminar toda la tramoya, antes de que se nos desinfle?. ¿Alguno, por cierto, de nuestros investigadores tira de tres sueldos estando jubilado? Lo dicho: pobreza.