Sansaloni se ha trasformado de repente en alcalde como quien se transforma en cisne, y es que al final va a ser verdad eso de que el amor no se crea ni se destruye, que simplemente se transforma en cuanto cambias de canal o de siglas políticas.
Empieza Sansaloni la entrevista pidiendo perdón a todos aquellos que pudieron sentirse ofendidos por cualquier cosa que él pudiera haber hecho en su gestión consellera.
Y está bien eso, Sansa, no digo que no, que es muy mala la moda para la libertad, y el Yak-42 y Cospedal han implantado estos días su estilo, pero los ciudadanos empezamos a estar un poco hasta las pelotas de tanto perdón. El perdón para los curas y para las iglesias de guardar, que ya escribimos aquí hace mucho que los pecados se redimen en las calles, no en la iglesia. Yo de verdad que te acepto las disculpas sin ningún tipo de problema, Martín, o sea, te perdono de todos aquellos pecados cometidos en tu momento con aquel equipo tuyo, que para eso te lo recordábamos de alguna forma que no terminaste de entender del todo. Por si te sirve de algo, yo suelo perdonar a los que me perdonan, que sintiéndome perdonado me libero del veneno y tiendo a la complacencia. Deben ser cosas de la edad, y de los pactos y las oportunidades.
Ahora que el perdón nos abrasa a todos y que todos somos Sansaloni, en este preciso momento, deberemos empezar a preguntarnos si lo que tenía el niño en los recursos humanos del Ib-Salut es comparable a lo que sufrimos hoy. Al final haremos buenos a Costa entre todos con el perdón de Sansaloni.
Al final tendremos que dedicarle unas cuantas letras al nuevo en la plaza, al indistinto origen de colocación a derecha e izquierda del que se siente “un técnico”.
¿Un técnico nombrado por el socialismo? No, chaval, tu estás retratado. Eso es como el perdón de Sansa, un perdón que te señala y que te inculpa directamente.
Como primera cuestión técnica habría que preguntarle a Julimiamor si alguna empresa que limpia en la Casa tiene algo que ver con alguno de sus altos cargos.
Y es que el perdón sirve para todo, como aquel anuncio menstrual: montar a caballo, nadar, gobernar… Lo invocas y ya no es necesario tener que dimitir. Pides perdón y ya has solucionado el tema de una forma rápida, barata y sin necesidad de tener que irte a casita a buscarte la vida. Pides perdón, y ya eres alcalde.
Gracias por el perdón, Martín, y sé bien venido a las páginas de las que no debieras haber salido.