Cuando los Tribunales de Justicia se acercan al paletismo de los que en su vida han sido incapaces de leer una resolución de tráfico –mucho menos un párrafo de una resolución judicial- es que se nos está acercando el tigre, es que estamos próximos al circo romano donde la justicia es la extinción civil, diga lo que diga un juez instruido.
El normal, el hombre masa de Ortega, no es que busque la Justicia en una resolución judicial, sino que se busca a sí mismo en las decisiones de los jueces. Desesperadamente.
No es que la sentencia te diga y te convenza de lo que alguien hace o deshace, es que el que hace y deshace es el ciudadano juzgando a jueces y a fiscales, adaptando peligrosamente la Justicia a sus gustos, necesidades o, más grave todavía, a sus apetencias políticas.
Cree que en su inocencia está la culpabilidad de la infanta. Cree que la única forma de aproximarse a la fortuna de la infanta es declarar que “la justicia es igual para todos”. Qué ganas de ser de iguales por arriba, de ser todos Urdangarines por lo alto.
De ahí que cuando se resuelve el caso Urdanga, cuando los días enteros se dedican a apalear a los integrantes de la comitiva echada al circo, lo interesante no sea la resolución que pocos, muy pocos son capaces de interpretar. Lo importante es hacer análisis social sobre lo que somos; lo importante es que nosotros podamos analizar qué clase de gentuza somos y cuál es el nivel al que hemos llegado. Esa es la clave de la designación de Balti como presidente siendo un empleado del metal, siendo un persianero mallorquín que construye al Podemos perfecto a su imagen y semejanza: viendo desde dentro lo que los demás no somos capaces de ver en él desde fuera. El problema de Balti no es él, somos nosotros. Lo importante no es que sea carpintero, es que sea un instrumento más, una gubia inculta utilizable por cualquiera, dependiente de cualquiera, como Urdangarín y sus balones.
SI quieres saber quién eres vete a la peluquería, escucha en el bar esta mañana de infanta, y te darás cuenta de cuánta peña construye a España en sus aceros, de quién eres y dónde estás, de cuánto inútil es capaz de abrir la boca para reflexionar o repetir como un titi melillense la agitación de ese Martini con licencia para matar: agitado pero no revuelto. Indignarse sí, pero sin revolverse en el conocimiento para tener un criterio mínimo que te ayude a no ser quien eres.
Nos han condenado a todos. Es el momento del espejo y del diagnóstico para saber quién eres: Balti o Cristina de Borbón.