La dieta llega al parlamento en forma de subida del 33 por ciento para sus señorías, una dieta que tiene el efecto inesperado de engordar sus cuentas mientras adelgaza las nuestras, un efecto paradójico en el que las calorías las sufren quienes pagan y no quienes las disfrutan. Dicen las seños que éstas son por y para dormir más y mejor, lo que nos lleva a unos políticos “más ricos y más descansados”. Qué afortunados somos.
La dieta es el alimento preferido de la izquierda que nos gobierna, la dieta principal de este gobierno, una treta con la que manejan incrementos de sueldo cercanos a los dos mil quinientos euros mensuales en algunos casos, o lo que es lo mismo, un adelgazar hacia fuera mientras se engorda hacia dentro, en nuestra cara y a escote.
Es sabido que unas de las especialistas en la materia de la dieta balear son la Chelo y la Montse, nuestras bellas durmientes de Podemos, pasadas a mejor vida alimenticia por el grupo mixto, el bikini parlamentario que últimamente devoran. La última, Seijas, ha llegado a decir estos días que en varias ocasiones ha pernoctado gratis en un sillón del Parlamento balear, desconociendo a estas alturas si utilizó también el servicio de masajes, si le plancharon las lanas, o si incluso pudo llamar a alguno de los boys del servicio de bedeles, siempre tan solícitos.
La verdad es que desde nuestro mullido sofá se entiende rápidamente que necesiten tanto descanso y tanta pasta. No hay forma de mantener el nivel de existencia con que les agasajamos. No termina de ser fácil vivir tres meses de vacaciones –dos en verano, uno en invierno- sin que te paguen el hotel con sesenta mil euros de media de sueldo anual, teniendo además que hacer el esfuerzo de ir sumando euro a euro a lo que ingresan de sus otras compatibles actividades.
A ver si el pueblo empieza a entender de una vez que no es fácil trabajar tres días a la semana -de martes a jueves- con unos ordenadores y teléfonos pagados, y que el disgusto de tanta operación verano requiere salas VIP, chófer y el resto de los componentes de la “dieta señoría”, una de las especialidades del gobierno Francino.
No es que nos cueste mucho entender que su jornada de esos tres días empiece a las 11 horas y termine a las 15, no, preferimos para la indisposición recordar los titulares del cadáver político -turístico y realquilado- de Alberto Jarabo, por poner un ejemplo barato, prometiendo su “no a las dietas”, y su “no a los privilegios”. Así no hay quien pueda con un “sí se puede”.
No es la dieta, es la mentira del menú que les alimenta mientras nos devoran. No es dormir, es financiar sus sueños después de financiar sus delirios, la pena de que sus pesadillas sigan siendo nuestras.