Viajar, al otro lado del mundo o a un pueblo cercano; los 30 días de vacaciones o un fin de semana, pero irse, salir, cambiar para olvidar. Si se lo puede permitir está de enhorabuena, pero no olvide tomar precauciones: por su salud.
Los residentes en España realizaron 182 millones de viajes en 2016, un 3,7% más que el año anterior, según la encuesta de Turismo de Residentes, realizada por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Ante este incremento en los desplazamientos y con el comienzo de la temporada estival, es necesario recordar las medidas preventivas para tener unas vacaciones saludables.
El experto del Departamento Médico de Cinfa Eduardo González Zorzano recuerda que, para disfrutar de nuestras vacaciones sin temor a los imprevistos, “debemos tomar conciencia de que las precauciones comienzan ya en el momento de hacer el equipaje” e incluyen desde la fotoprotección específica a temas de alimentación, vacunas, medicamentos más habituales, etcétera.
“Por tanto, en nuestra maleta –dice el Dr González Zorzano –no deben faltar fotoprotectores de factor 30 o superior, un botiquín con los medicamentos más básicos, calzado cómodo para evitar las ampollas y rozaduras y, si se trata de un destino de sol, gorros y gafas para protegernos de sus rayos”.
Los pacientes crónicos tienen además que tener el visto bueno de su médico. De los viajes que se realizaron en 2016, nueve de cada diez (91,4%) tuvieron como destino España y el 8,6%, el extranjero.
En caso de viajar a zonas tropicales, la prevención debe ser todavía mayor. En primer lugar, se debe acudir con antelación suficiente al Centro de Vacunación Internacional, para informarse sobre las vacunas necesarias en la zona y, durante el viaje. “Llevar con nosotros un buen repelente de mosquitos que cuente entre sus principios activos con la dietiltoluamida (DEET)”, apunta el experto.
Tampoco pueden faltar los antidiarreicos e, incluso, los laxantes, “pues nuestro estómago hará frente a nuevas gastronomías e, incluso, a horarios de comidas a los que no está acostumbrado”, y eso aunque los alimentos estén en buen estado.
“Igualmente –añade González Zorzano –debemos seguir una correcta higiene del sueño para prevenir el jet-lag tras desplazamientos muy largos. En climas calurosos hay que beber mucha agua para mantener la hidratación, aunque esta agua no puede ser del grifo si nos encontramos en países en vías de desarrollo”, destaca el médico, ante un error muy común en este tipo de viajes.
Consejos
Entre los diez consejos para unas vacaciones saludables destaca el de protegerse adecuadamente del sol sea un destino de playa, naturaleza o cultural, en vacaciones siempre se pasa más tiempo al aire libre. En la maleta no deben faltar, además de fotoprotectores de factor 30 o superior que protejan frente a las radiaciones solares, las gafas de sol y un sombrero.
En segundo lugar –siempre según el Departamento Médico de Cinfa –se aconseja reforzar la ingesta de frutas y verduras. El estreñimiento es un compañero de viaje habitual, por lo que, en vez de relajarse en la dieta, se aconseja consumir alimentos ricos en fibra como frutas y verduras, que favorezcan el tránsito intestinal. También, practicar a diario un poco de ejercicio.
En tercer lugar los especialistas insisten en que hay que beber líquido abundante. Más que nunca en vacaciones, hay que ingerir como mínimo dos litros de agua al día para mantener el organismo hidratado.
Ayudará tanto a hacer frente al calor como a evitar los problemas intestinales. En caso de visitar países en vías de desarrollo, siempre agua embotellada y evitar los cubitos de hielos.
Frente al jet-lag se aconseja una correcta rutina del sueño. Tras un vuelo largo el reloj interno tiende a prevalecer frente a los husos horarios del destino.
Para evitar la somnolencia o el insomnio, intentar dormir lo máximo en el vuelo, en caso de que se llegue temprano al lugar de destino. Si se llega de noche hay que acostarse lo antes posible. Y mantener un horario de sueño regular.
Otro peligro es el circulatorio por inmovilidad. Si se hacen viajes largos en coche o avión, hay que mover frecuentemente pies y piernas, realizando giros de tobillos, y, si es posible, pasear cada cierto tiempo. Hay que evitar la ropa ceñida. Para evitar la sensación de piernas cansadas y la retención de líquidos, son convenientes las prendas holgadas que favorezcan la circulación.
Hay que prestar especial atención a los pies. Sobre todo cuando se hace turismo, es necesario utilizar un calzado flexible y de anchura adecuada a los pies, a fin de prevenir la aparición de rozaduras, callos o ampollas. Se aconsejan zapatos de planta acolchada o, en su defecto, utilizar una almohadilla plantar para amortiguar el impacto de las irregularidades al caminar mucho rato.
También es fundamental secar e hidratar bien los pies, y en piscinas o zonas comunes, utilizar escarpines o chancletas para evitar el desarrollo de hongos. Estas infecciones son especialmente peligrosas cuando se desconoce la salubridad del lugar de baño, sobre todo en el caso de que se trate de un entorno cerrado. Es por ello aconsejable extremar las precauciones en este sentido.
No es aconsejable dejarse puesto el bañador húmedo: favorece el crecimiento de las bacterias que provocan la cistitis o infección del tracto urinario, por lo que es mejor ponerse ropa seca cuanto antes.
Con frecuencia los niños prefieren no quitarse el bañador en todo el día, aunque también hay que tener en cuenta que no son pocos los adultos que tras el baño hacen la siesta mojados.
Para huir de los mosquitos se aconseja prescindir de colonias o jabones con aromas demasiado dulces o intensos, que los atraen. En las zonas de mayor riesgo, es aconsejable usar ropa que cubra toda la piel, mosquiteras y, sobre todo, aplicarse repelentes de mosquitos con consejo farmacéutico.
Hay que informarse sobre los insectos propios del país de destino. Es aconsejable estar siempre en guardia contra las enfermedades tropicales.
Si se viaja a destinos exóticos, conviene acudir con varios meses de antelación al Centro de Vacunación Internacional de la ciudad o provincia para informarse sobre las vacunas o precauciones necesarias en cada zona. Es importante cumplir rigurosamente el calendario de vacunación que indique el especialista.
Por último, ante un viaje al extranjero, especialmente a un país exótico, hay que preparar un botiquín con los productos esenciales para las contingencias más comunes y la medicación habitual de cada persona, especialmente si se trata de un paciente crónico de alergias, asma, diabetes, corazón, etcétera, todo ello de acuerdo con el médico de cabecera o el especialista de referencia.
En lo que es el ‘botiquín de viaje’ debe figurar el agua oxigenada, desinfectantes cutáneos, las gasas esterilizadas y el esparadrapo para limpiar y curar de manera rápida una herida.
Los analgésicos, antigripales, antidiarreicos y antihistamínicos también pueden resultar muy útiles, al igual que las pastillas contra el mareo, aunque se aconseja consultar posibles interacciones al farmacéutico.
Mención aparte merece –especialmente en relación a las cada vez más frecuentes olas de calor –tomar en consideración que el calor y las altas temperaturas, aumentan en muchas personas su irritabilidad y su agresividad. Si bien la luz afecta positivamente al estado de ánimo, aumentando la Serotonina, un neurotransmisor fundamental, las altas temperaturas no le benefician.
Según explica la doctora Marisa Navarro, terapeuta y autora de los libros, “La Medicina Emocional” y “El efecto tarta”, el cerebro funciona bien hasta 35 y 40 grados centígrados, pero por encima de estas temperaturas comienza a no actuar adecuadamente. Por ello, las personas con un trastorno de ansiedad notan como se agudiza su cuadro en los meses de máximas temperaturas.
Además se nota más cansancio, apatía, mal humor, irritabilidad y un aumento de la impulsividad. “Todo ello ocurre porque las neuronas no funcionan bien a tan altas temperaturas.
Los climas extremos propician las conductas extremas, porque los seres humanos somos muy sensibles a los cambios clim á – ticos, unos más que otros por supuesto” explica la doctora Marisa Navarro.
Así como en primavera y otoño se agudizan las melancolías y los síndromes depresivos, en verano aumentan la ansiedad y los trastornos del sueño, lo que empeora la situación, porque según se pase la noche se va a pasar el día: “Alguien que no ha descansado bien por el calor, va a estar mucho más irritable y nervioso durante el día”, comenta esta especialista.
La doctora explica que el cuerpo tiene que mantener una temperatura que oscile entre los 36 y 37 grados, por ello cuando ocurren cambios de temperatura bruscos, el organismo un gran esfuerzo para regularla, lo cual lo agota, con lo que se siente mucho más cansancio y agotamiento. Las vacaciones en esta situación ayudan a paliar estos efectos, que se agravan si hay que ir a trabajar.
La temperatura externa que el cuerpo para poder dormir y descansar adecuadamente, oscila sobre los 21 grados. Cuando ésta es mayor, aumenta el metabolismo que está intentando adaptarse a el calor exterior, ocurriendo también una hiperexcitación cerebral, con lo que cuesta más conciliar el sueño y se produce una mayor ansiedad, y se descansa mucho peor.
Los días en los que sopla un viento del sur seco y terroso, cargado de iones positivos, afecta muy negativamente, especialmente para los trastornos depresivos, la irritabilidad, la agresividad y la excitación nerviosa. La doctora asegura, con todo, que la mayor parte de las personas se adapta y supera esto en unos días. Otras, las menos, mantiene el problema a lo largo de todo el verano.
Para combatirlo, no hay nada mejor que hacer comidas sanas y ligeras. Descansar adecuadamente, haciendo uso de la siesta siempre que se pueda, no salir a la calle, ni hacer ejercicio en las horas de máximas temperaturas: “Hidratarse adecuadamente, usar ropa fresca y, si estamos de vacaciones, tratar de disfrutar haciendo lo que más apetece y relaje, sin pensar en lo que causa estrés”.
Viaje con nosotros ….El verano es la época del año más propicia para los viajes. Se activa nuestro espíritu aventurero y nos traslada a destinos lejanos. Incluso en invierno, buscamos de forma mayoritaria, destinos en el hemisferio sur en los que conseguimos disfrutar del verano austral. El que comienza el día 21 de diciembre y llega al 20 de marzo.
Los viajes internacionales nos llevan a otros continentes, otras culturas, diferentes realidades sociales, con distintos culturas, desiguales formas de entender la vida, de comer, de vivir y también de enfermar. Los viajes a otros continentes nos obligan a tomar precauciones de toda índole, también sanitarias.
Las enfermedades más comunes son procesos enteríticos. Estos cuadros tienen su origen en la ingesta de agua contaminada o por el contagio a través de las comidas lavadas con agua no potable. El agua debe estar esterilizada, libre de gérmenes; por medio del calor, hervida, o por medio de desinfectantes químicos, el más universal, más efectivo y más económico, la lejía (mezcla de cloro, sal y agua) en cantidades muy pequeñas.
No es infrecuente adquirir enfermedades infecciosas como la fiebre tifoidea y la hepatitis A, comunes en todo el planeta, que se presentan con mayor prevalencia en zonas muy pobladas y de bajo nivel socioeconómico donde tienen serias dificultades para el acceso a la comida y en la eliminación de los residuos domésticos.
Otro grupo de enfermedades se adquieren por las picaduras de insectos o por la mordedura de otros animales. En este caso, las actuaciones de prevención más comunes se centran en medidas higiénicas tan simples como efectivas, como el uso de repelentes de insectos, no adentrarse en zonas desconocidas. Otras infecciones que deben ser evitadas por su evidente gravedad, se sortean con medicación preventiva o con vacunas. La quimioprofilaxis más conocidas es la del paludismo (Malaria/Fiebres tercianas) y la inmunización más habitual la de la fiebre tifoidea y la fiebre amarilla – enfermedad viral, cuarentenable, de la que se puede evitar su contagio pero para la que no se tiene un tratamiento específico- y la rabia.
Otras enfermedades infecciosas como el Dengue, el Zika y el Chikungunya común en las épocas de lluvia en las zonas cálidas y húmedas del mundo, trasmitidas por el mosquito tigre, han dejado de ser extrañas para los viajeros y para nuestros profesionales. Viaje con nosotros …, pero seguro.