El típico alcalde Noguera, por poner un ejemplo calamitoso, quiso prohibir el alquiler vacacional en una crisis de hipomanía cuando se descubrió que adjudicaba contratos menores con cierta agitación. Han prohibido los toros y han prohibido ser anti gay a los que jamás lo fuimos. Han prohibido las bolsas de plástico y cortarle el rabo a los perros. Han prohibido el alcohol en las plazas, quieren prohibirlo en los hoteles del todo inclusive y sueñan embriagados con prohibirlo en los aviones. Qué romántico y qué rojo el etanol que puede prohibirse; qué grandeza la de curarnos a todos por la vía de la prohibición; qué grandes libertadores de la prohibición. Hay que prohibir a la gente no ser libre. Si había que obligarla a ser libre, hay que prohibir la obligación.
Han prohibido por la vía de la epístola que venga gentuza a pegarse en el Arenal; han prohibido la explotación laboral de los empresarios y que las camareras de pisos no se despinten las uñas con las sábanas de cuatro puntas de ajuste. Menos mal de prohibidores. Han prohibido hasta el “prohibido no prohibir”. Hay que prohibir el turismo.
Se entiende entonces que -ante bendita prohibiciónla mejor forma de eliminar de un plumazo los problemas sanitarios de nuestra Comunidad autónoma sea prohibiendo la Sanidad. Ya está bien de indisposiciones y dolores. Ya está bien de que sin venir a cuento de nada haya que estar residiendo en largas listas de espera en los hospitales públicos, que sin quererlo ni beberlo tengas un dolor de algo o por algo y te veas de repente en una aglomeración en las urgencias de Son Espases o de dónde sea que haya alguien dispuesto a curarte. Hay que prohibir las listas de espera, que es el camino correcto para prohibir que haya enfermos.
Hay que liberalizar el dolor, prohibir la enfermedad, democratizar la indisposición como se liberaliza estos días el alquiler turístico entre el rojerío gobernante balear: a ostias.
Hay que prohibir el dolor a la de ya, hay que acabar con la existencia de síntomas y con la presencia de signos. Hay que disimular las permisiones, que imagino que deben ser todo lo contrario a las prohibiciones.
Las playas de baleares se acumulan en los hospitales públicos. El asfalto de las autopistas yace entre los goteros que hacen eso, agotarse. Las tintoreras de los centros de salud orillean a los enfermos en las salas de espera a la espera de eso, de esperar. Todos los centros de salud respiran una moratoria definitiva, un claro espíritu tendente el realquiler de las consultas. Las calas cerradas de Mallorca se acumulan en los dispensarios y las aglomeraciones ciclistas son ya en sillas de ruedas.
Un paciente/un turista es el lema de lo que viene, todos enfermos de prohibiciones. Turismo sin turistas, ciclismo sin ciclistas, corridas sin toros o Govern sin gobierno. Libertadores sin libertad.