No entender a los que entienden el problema catalán es el verdadero problema español, Joan. Si no entiendes el artículo es que estás en el buen camino. Uno intenta explicarlo explicándose, pero siempre aparecen dos idiomas o tres o cuatro, los de siempre, los del nunca jamás, que si el cor, que si som diferents, que si més que un Club, para darnos por el culo a los que simplemente vivimos la lengua hablándola o escribiéndola, sin amores masturbadores. Creo que un día todos firmamos el contrato social en el que basábamos que la mayoría decidiera por la minoría, así que ya sabes, que regrese todo a mi bolsillo. Ya.
Entre la saga de nuestros muchos conflictos familiares no dejo de recordarles desde hace mucho tiempo que la razón está sobrevalorada, que la razón pervierte la felicidad cuando se aplica a toda costa. Que sí, que vas a tener razón, que te la doy, pero que si vas a ser infeliz toda tu vida realmente no va a servirte de mucho tenerla.
De ahí que prefiramos la legalidad a la razón o al sentimiento, pero no porque sea más intensa, sino porque es la ley la que emana de la soberanía y es la ley la que nos hace iguales y nos permite ser iguales, la que posibilita que todos seamos tratados de la misma forma y conforme al mismo procedimiento. La ley es ser iguales.
Armengol, por ejemplo, y su paleta pataleta del 155, queriendo obligar al senador Antich (“me ha caído un marrón”, dixit) a votar algo que no entiende. Un prodigio de dicción española frente al anarquismo de una inestable, frente a una que piensa en sí y en su negocio de anarquismos en vez de pensar en la aplicación de la ley. Francina no ha entendido que lo que se aplica aquí no es el 155 sino el “artículo determinado”, que aquí lo que se pide es si estás con un, con uno, con unos o con unas. O en el todo o en la parte, o en la razón o en tu corazón frío, Francina.
Si quieres emociones puedes ovular leyendo el diccionario, puedes echarle un vistazo a los negocios de los jardines de Tramuntana o encerrarte por dentro en la república independiente de tu farmacia. Al resto déjanos fuera, fuera de ti. Al mandato imperativo del senador Antich también.
Ahora que el vicepresidente de Francina, Biel Barceló, ha cambiado su sede social a los bolsillos de Pere Muñoz, sabemos que tenemos una nueva lengua en la que disculpar las querellas que presenta la fiscalía anticorrupción. La nueva forma de dependencia es intentar confundir “solución” con “resolución”, que sea la legalidad la que habilite la “salida” a la ilegalidad.
“Deme una salida, Juez Castro”, le pidió el asesino.
Todo lo que pasó después podemos imaginárnoslo.