Algo pasa en esta república de actos independientes cuando un médico sangrando por la nariz es portada de un periódico. Algo está ocurriendo en la mente de algún desgraciado cuando barrunta sin venir a cuento que la mejor forma de solucionar su enfermedad, la mejor contribución que puede hacer a su curación es la de agredir a una persona que vela incondicionalmente porque viva mejor, con mayor independencia de su dependiente oligofrenia.
Dice el compañero Vega, que así se llama cualquier héroe sometido a ese tipo de vaivenes, que -además de la agresión- le dijo que se fuera a su país. Debe ser la forma mediante la cual un canalla separatista justifica la animalidad de su instinto, o lo que es lo mismo, la formulación de la típica frase por la que lo único que hace es demostrar que -además de ser violento- es tonto y muy nacionalista, muy de lo suyo, muy de su enfermedad.
Algo dice de sí mismo un mononeuronal cuando justifica ese acto no ya en la violencia sino en la diferencia.
La típica historia de sentirse inferior y de ser víctima de sí mismo. Cualquier día lo abandonarán sus empresas neuronales.
Hace tiempo ya escribí desde aquí mismo que los médicos no necesitan ser autoridad pública para que una agresión de ese tipo se convierta directamente en un delito. No se necesita ni a los mosus ni a la benemérita dándote legalidad a palos para centrarte en tu mundo de miseria. Los médicos controlan la prescripción del tratamiento, precisamente el elemento que el código penal reserva para la diferenciación entre un delito leve y un delito grave o menos grave. Así que no necesitamos demasiada historia para que al agresor de turno se le quiten las ganas de pagar sus complejos con alguien a quien alcanza pero a quien jamás podrá llegar, a alguien que está a años luz de su preparación, del sentido de su vida y -sobre todo- de la labor que de forma silenciosa contribuye desterrando a esos psicotipos.
Hablar de violencia sanitaria es hablar de la necesidad de chequear a toda la gentuza que hace del cobarde una agresión a un hombre desarmado de violencia. Es denunciar esos abusos, pero también incluir a esas bestias en registros consultables como medida preventiva; negársele asistencia atendiendo a una cláusula de conciencia; imponer una orden de alejamiento del centro de salud e imponer todas las responsabilidades penales y civiles que se requieran con la personación del colegio de médicos en la causa.
Simplemente que el personaje entienda que desde Columbia viene a visitarle la legalidad en forma de condena. Ni una más.