Ciertamente, el Sida es hoy en día una enfermedad crónica, como mínimo en una parte del planeta. No así en todos los territorios, porque, de hecho, en los países pobres y sin los suficientes recursos sanitarios, el Sida sigue siendo, en gran medida, una enfermedad mortal. En cambio, en nuestro entorno. con la medicación y los tratamientos adecuados, una persona que ha desarrollado el VIH puede sobrevivir durante muchos años y mantener, como hemos dicho, su afección en estado crónico. Esta ha sido un gran paso en la batalla contra el Sida. Y todos debemos alegrarnos de que sea así. Ahora bien, la cronificación del Sida ha llevado también como consecuencia una progresiva relajación de las prácticas preventivas que, en su momento, consiguieron reducir sustancialmente el número de casos.
Los jóvenes de hoy, que no han vivido directamente la gran angustia mundial que provocó la irrupción del Sida, a principios de los años 80, no perciben la necesidad de protección y seguridad que para generaciones anteriores constituía la única manera efectiva de combatir el VIH.
Este es uno de los mensajes sobre los que se ha insistido en la nueva celebración del Día Mundial: no hay que relajarse frente al Sida. Porque el hecho de que ahora la enfermedad pueda mantenerse en estado crónico, no resta, en absoluto, gravedad a la detección del virus.
Igualmente, es importante hacer hincapié en la necesidad de priorizar los diagnósticos. En la actualidad, uno de cada tres portadores del VIH desconoce su situación. Y esta ignorancia no sólo pone en peligro su salud, sino que también constituye un riesgo permanente para la salud de los demás.