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La hipertensión arterial: un asesino silencioso pero muy salado

A los médicos, hay quien dice que por asustar, hay quien dice que por concienciar, les gusta mucho hablar de “epidemias ocultas” o de forma más contundente, de “asesinos silenciosos”.

Tal vez en el caso de la hipertensión arterial (HTA) sea uno de los casos en los que haya que darles toda la razón.

La hipertensión arterial no duele ni se nota, ni al principio de producirse ni cuando es más grave. Simplemente, un día, el corazón, el riñón u otro órgano importante (¿alguno no lo es?) revientan. Y como para cuidar la HTA hay que privarse de algunas cosas, muchos pacientes, a los que no les “duele” nada, no lo hacen.

La hipertensión arterial es una enfermedad crónica que consiste en incremento continuo de la presión sanguínea, por encima de los límites adecuados, generándose riesgo cardiovascular y renal. Se calcula que en España una de cada tres personas tiene HTA.

Ni la mitad lo sabe y ni los que lo saben se la cuidan bien.

De acuerdo con numerosos estudios internacionales, la morbilidad y mortalidad de causa cardiovascular tiene una relación directa con el aumento de las cifras de presión sistólica sostenida por encima de 139 mmHg o una presión diastólica sostenida mayor de 89 mmHg, aunque cada persona es un mundo.

CONTROLAR

Por ello, sobre todo a partir de los 45 años y con más motivo si se es tragón, bebedor, sedentario y fumador, hay que medirse la HTA en condiciones adecuadas y mostrar las lecturas al médico. Se calcula, a nivel muy general, que cifras superiores a las anteriores pueden generar crisis de salud muy graves.

Una HTA elevada puede ser desencadenante de complicaciones coronarias, accidentes vasculares cerebrales, insuficiencia cardiaca, enfermedad vascular periférica e insuficiencia renal. La hipertensión es una de las principales causas de consulta a los servicios médicos de atención primaria.

La hipertensión es asintomática —no avisa, no duele— pero es fácil de detectar; sin embargo, cursa con complicaciones graves y letales si no se trata a tiempo. La hipertensión crónica es el factor de riesgo modificable más importante para desarrollar enfermedades cardiovasculares, cerebrovasculares y renales.

Los hombres tienen una mayor predisposición a desarrollar hipertensión arterial que las mujeres, situación que cambia cuando la mujer llega a la menopausia, ya que antes de esta posee hormonas protectoras que desaparecen en este periodo y a partir de ese momento la frecuencia se iguala.

ACCIÓN SILENCIOSA

Si se la deja ‘trabajar’ la HTA irá produciendo cambios silenciosos en el flujo sanguíneo, a nivel macro y microvascular, causados a su vez por disfunción de la capa interna de los vasos sanguíneos y el remodelado de la pared de las arteriolas de resistencia, responsables de mantener el tono vascular periférico.

¿Qué por qué se produce la hipertensión arterial? Pues en el 90% de los casos la causa es desconocida, por lo cual se denomina “hipertensión arterial esencial”, con una fuerte influencia hereditaria. Entre el 5 y el 10 % de los casos existe una causa, se habla entonces de “hipertensión arterial secundaria”.

En estos casos, la HTA se trata y se puede eliminar, pero lo más importante es que como lo causa algo concreto, el médico descubrirá, a través del análisis de la hipertensión, qué es lo “malo” que la está generando, de modo que podrá matar dos pájaros de un tiro: la hipertensión y la causa que la produce.


MEDICAMENTOS

Los diuréticos y los betabloqueantes reducen la aparición de eventos adversos por hipertensión arterial relacionados con la enfermedad cerebrovascular.

Sin embargo, dicen los médicos, los diuréticos son más eficaces en la reducción de eventos relacionados con la enfermedad cardíaca coronaria.

Los pacientes hipertensos que cumplen su tratamiento tienen menos probabilidades de desarrollar hipertensión grave o insuficiencia cardíaca congestiva. En la mayoría de los casos, en los pacientes mayores o ya ancianos se utilizan dosis bajas de diuréticos como terapia inicial antihipertensiva.

En pacientes ancianos con hipertensión sistólica aislada suele utilizarse un inhibidor tipo dihidropiridina. En pacientes ancianos con hipertensión no complicada, aún se están realizando ensayos para evaluar los efectos a largo plazo de los inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina.

Con la hipertensión no se juega y hay que ponerse en manos del médico y de la enfermera.

Algo tan sencillo como medírsela (cosa que se puede hacer en una farmacia) puede llevar a error si el paciente va nervioso. Por ello es frecuente que dé resultados más bajos en una farmacia que en un centro de salud.

PRUDENCIA

A eso se le llama el “síndrome de la bata blanca” ya que se ha visto que el estrés que algunos pacientes sufren al verse rodado de médicos y aparatos les sube la HTA, exagerando su problema real. Otros se obsesionan y se la miden a todas horas, lo que también puede ofrecer impresiones erróneas al inexperto.

Por concretar un poco cabe pues recordar que cualquier persona puede desarrollar presión arterial alta, aunque determinadas variables pueden aumentar el riesgo. Es el caso de la edad, con la que la presión arterial tiende a aumentar; las personas con sobrepeso u obesidad tienen más riesgo de desarrollar HTA.

Antes de los 55 años, los hombres tienen más probabilidades que las mujeres de desarrollar HTA, pero después de esa edad las mujeres son más propensas que los hombres. La menopausia supone la reducción o desaparición del influjo protector de una serie de hormonas, por ello la mujer debe atender ese periodo.

El estilo de vida poco saludable también aumenta el riesgo de HTA. Lo sentimos, pero hay que cuidarse de comer demasiada sal o no consumir suficiente potasio, hay que hacer ejercicio, dejar de beber demasiado alcohol y dejar de fumar para siempre jamás, también para evitar o frenar la hipertensión arterial.

SAL, SAL, SAL

Y dentro de las cosas que generan o empeoran la presión arterial hay que hacer alusión a la sal. La buena noticia para los afectados es que —siempre con consejo médico, no sea que la solución sea peor que la enfermedad— hay sales modificadas, especias y hierbas que permiten no tener que “comer soso”.

Pero que hay que dejar la sal, hay que dejarla. Máxime considerando que en esta parte del mundo ya se le echa demasiada sal a casi todo desde el principio. Para ayudar se puso en marcha el Plan de Reducción del Consumo de Sal, de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN).

Este plan propone que nos acostumbremos a la ingesta diaria recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) e impulsa dos estudios científicos pioneros en España sobre las cifras nacionales y el contenido en sal de los alimentos más consumidos. Estos datos han sido difundidos por la Agencia SINC.

En 2004 (no hace tanto) se produjeron en España 123.867 muertes debidas a enfermedades cardiovasculares, 56.359 en hombres y 67.508 en mujeres, lo que supone el 33,3% de la mortalidad total. El 5% de las defunciones por enfermedades cardiovasculares fueron provocadas directamente por la HTA.

DATOS CLAROS

Son datos de Roberto Sabrido, presidente de los presidentes de la AESAN. La OMS estima que aproximadamente el 62% de las enfermedades cerebro- vasculares y el 49% de la enfermedad isquémica cardiaca es atribuible a la presión arterial elevada (definida por cifras de presión arterial superiores a 140/90 mmHg).

En España, la prevalencia de hipertensión arterial, en el año 2002, se estimó en torno a un 35%, aunque llegaba al 40% en edades medias y al 68% en mayores de 65 años, afectando a unos 10 millones de personas.

Y la relación entre un consumo elevado de sal y el mayor riesgo de HTA es muy elavado.

Y ese riesgo de padecer hipertensión arterial vinculado al sobreconsumo de sal es una tendencia observada no sólo en individuos hipertensos sino también en personas con tensión arterial normal. Se ha comprobado tanto en estudios en animales y ensayos clínicos, como en estudios epidemiológicos.

El consumo elevado de sal se asocia también con un riesgo mayor de sufrir infarto cardíaco e isquemia cerebral. La reducción del consumo de sal es una de las formas más sencillas, eficaces y baratas de reducir la prevalencia actual de las enfermedades cardiovasculares, y se ha convertido en una prioridad.

LOS ESTUDIOS

El primero de los estudios, de la AESAN y la Universidad Complutense, revela que el consumo medio de sal en España es de 9,7 gramos por persona al día, casi el doble de la cantidad recomendada por la OMS (menos de 5 gramos por persona al día). Más del 80% de la población consume más sal de la adecuada.

En países como Reino Unido se ha estimado que una reducción del consumo de sal en la población de 3 gramos al día conduciría a una reducción de la presión arterial suficiente para evitar unas 11.000 muertes producidas por isquemia cerebral y 7.700 muertes por infartos. Los datos son contundentes.

El segundo de los estudios, encargado a la Organización de Consumidores y Usuarios, analizó más de 1.200 muestras de alimentos, determinado que los grupos alimenticios que más sal aportan a los españoles son los embutidos, el pan y los panes especiales, los lácteos y derivados y los platos preparados.

Según esta investigación, aproximadamente el 70-75% de la sal consumida procede de alimentos procesados y consumidos fuera del hogar.

Se conoce como “sal oculta” en los alimentos, ya que el comensal desconoce cuánta sal ingiere en estos casos, por lo menos en lo que se refiere a productos no procesados.

Es decir, que si es hipertenso hay que reducir la sal. El médico, la enfermera o el farmacéutico y otros profesionales como el experto en nutrición (asegúrese de que es facultativo) le pueden dar instrucciones claras y claves para cocinar sin sal y no necesariamente soso. La diferencia puede ser muy grave.

Jaume Orfila
Asesor Científico
de Salut i Força
Cuándo, cuánto y cómo tratar

La tensión arterial aumenta con la edad. 2 de cada 3 personas mayores de 65 años presentan hipertensión arterial. Dado que la hipertensión arterial, con el paso de los años, se hace tan frecuente, el aumento de la tensión arterial relacionado con la edad puede llegar a parecer inocuo. Y así se podría considerar si no tuviera la mala costumbre de potenciar otras enfermedades. Provoca o agrava la insuficiencia cardiaca, la cardiopatía isquémica, la insuficiencia renal, la enfermedad cerebro vascular y su presencia incrementa el riesgo de morir.

El dilema sobre si tratar o no, no es tan importante como cuando hacerlo, con que medicamentos y hasta que cifras. Algunas enfermedades se agravan si marcamos objetivos demasiado ambiciosos y en ocasiones la necesidad de tener que introducir algunos fármacos para seguir bajándola, puede generar un mayor perjuicio que el bien que queremos proteger. Por otro lado, en determinadas circunstancias, debemos respetar el incremento transitorio, natural y beneficioso que deriva de unas cifras tensionales por encima de las consideradas normales sin intervenir. Asociar unas determinadas cifras tensionales a la conveniencia sistemática de intervenir es manifiestamente equívoco.

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