Juli el amoroso y Patricia miamor han jugado estos días de atrás en la mesa sectorial a retrasar el retraso, a dejar lo que han hecho con otras muchas cosas para el año 19 en que ya no estarán. Juli y Patricia -poniendo cara de Més Busquets- acaban de hacerte de una espera una obligación, te han cambiado la hora de la fiebre como hacen los niños malos para no ir al cole.
A los que sabemos de las horas por el número de noches en las que nos desvelan los acontecimientos, no nos importan demasiado los minutos porque los vivimos intensamente. Cuando nos proponen retrasar nuestra opinión, lo que hacemos es demostrar que seguimos donde estábamos, a la misma hora y en el mismo lugar del 18 de Febrero a las 11 horas.
Mientras los sindicatos políticos de siempre -los que son correa de transmisión lingüística y viperina de los partidos que recolocan después a sus miembros y miembras- votaban a favor de que seamos la única comunidad española que impone la lengua para el acceso a los mismos derechos de los trabajadores de la sanidad- solo el sindicato médico y el de funcionarios CESIF daban crédito a la realidad y entendían el no a la trampa en la demora, no a la trama para retrasados, no a la imposición retrasante y retrasada. Confundir a retratados por retrasados nos recuerda aquello de que quien avanza hacia atrás huye hacia delante.
Lo que está en juego no es una posibilidad sino una imposición. Lo que está en juego no es rebajar el nivel de algo sino la obligación de que se imponga un requisito lingüístico que jamás se han atrevido a imponer en ninguna otra comunidad autónoma.
¿Besas en la boca a alguien por bajarte el precio y obligarte a comprar algo que no necesitas comprar? Somos los europeos con más retrasados pero con más lengua de Europa en materia educativa, y eso nos sirve para tener los honrosos datos de ser los que tienen en sus clases el menor número de jóvenes de 15 años que estudian, el menor porcentaje de chic@s de 18 años que estudian, la tasa más baja de veinteañeros que estudian en la universidad… Nos colonizaron la educación a través de la lengua haciéndola no un vehículo para algo sino un vehículo de algo, no una herencia maravillosa sino un arma arrojadiza que se utiliza para buscar diferencias, para y como reivindicación política.
Que saquen sus sucias manos de nuestras lenguas y nuestras batas. No las necesitamos para ser quienes somos. Así no.