Ya somos exilio en casa, ya somos los otros. Ya somos los que necesitan ser de fuera de donde están. Ya eres el que no eres cuando alguien te impone cómo debes ser. Enhorabuena. Bienvenido a Sant Cugat.
El viernes pasado Armengol y sus impresentables huidos aquí presentes firmaron la imposición del Catalán en la sanidad pública de nuestra Comunidad. Ni Puigdemont se atrevió a tanto con tan poco.
Ahora que España mira hacia Suiza Cataluña mira hacia Baleares. Buscábamos a los delincuentes más allá de nuestro dominio marítimo y resulta que los teníamos dentro, cerca de nosotros mismos, a tiro de nuestros votos.
No es fácil transformarte en belga por un decreto autonómico, a cambio queda la posibilidad de –pese a todos los títulos impuestos- no hablar ni enseñar jamás el dialecto del imperio de la cobardía. Esperemos que a los profesionales no les dé por prescribir más y más caro buscando ser la Suiza impuesta en la que nos han convertido. Esperemos que alguien traduzca al Flamenco el “no hables, prescribe”.
El curioso movimiento centrífugo de nuestros paletos baleares contrasta con el de la gallinácea lingüística de los acontecimientos catalanes, con la forma de liquidación de la oposición de los antisistema de la CUP a manos del juez Llarena. Yo te impongo cosas ilegales de las que me abstengo para que tú las propongas, para que tú las protagonices, y para que seas tú quien vayas ingresando -gota a gota, lloro a lloro- como esta lluvia, en la trena. Curioso mecanismo de liquidación de adversarios políticos.
Sorprende no darse cuenta de que esa liquidación por parte de la minoría le costó la cárcel a medio gobierno balear con la existencia de UM. Es lo que tiene la llamada “democracia numérica”, la que después de contar los votos ni se ve ni se siente sólo se habla.
Es lo que tiene que la libertad te la impongan cuatro gatos pesemeros o podemitas -socialistas todos- llegados al poder de chiripa mientras te mienten en su lengua para que les creas en la tuya. NO es que hayan venido a quedarse, es que han venido a por ti empezando por tu boca.
Miras al horizonte de los acontecimientos y Menorca queda más lejos que Bélgica. Ves Cataluña, y entre el descojono y la bruma de la distancia se te aparece Ibiza. Llueve en Formentera mientras sale en Sol en la Bruselas del siempre llueve. PAtriciamor y su Julibienamado ya no son sólo dos gotas de agua en un océano de despropósitos, son los que pasarán a la historia de Bélgica como los impresentables que permitieron este exilio hacia la cárcel. Hacia dentro, claro.