Por este motivo, coincidiendo con la celebración, el pasado 7 de abril, del Día Mundial de la Salud, la OMS reclamó a los líderes mundiales que se comprometan a adoptar medidas concretas para promover el acceso a la curación y al bienestar de todos los hombres y mujeres que habitan en nuestro planeta.
En otras palabras, la OMS exige que se haga efectivo el principio de la cobertura sanitaria universal, que se consigue cuando existe la garantía de que todas las personas, en cualquier lugar, puedan tener acceso a servicios de salud esenciales y de calidad sin tener que pasar dificultades económicas.
En los últimos decenios, la cobertura sanitaria universal se ha consolidado como una estrategia clave para avanzar hacia la consecución de los principales objetivos relacionados con la salud. Pero, si hemos de ser sinceros, a pesar de los avances logrados, todavía queda mucho trabajo por hacer.
Sin ir más lejos, actualmente, al menos la mitad de la población mundial no puede recibir servicios de salud esenciales. Casi 100 millones de personas se ven sumidas en la pobreza extrema, y obligadas a sobrevivir con menos de 2 euros al día.
Por otra parte, más de 800 millones de personas, es decir, prácticamente, el 12 por ciento del conjunto de la población, se gastan casi el 10 por ciento del presupuesto familiar en gastos de salud para sí mismos, sus hijos u otros familiares enfermos.
La salud es un derecho de todos. Y conviene recordarlo, porque ni mucho menos constituye hoy por hoy un derecho plenamente garantizado en todo el mundo.