Aplicar la compasión es clave en cualquier encuentro
Un proverbio chino dice: «No hay un camino hacia la compasión, la compasión es el camino». Adoptar la compasión en cualquier interacción que tengas entre pacientes y profesionales y preguntarse cómo puede beneficiar a los demás es el camino hacia la compasión. Es algo que podemos crear al aplicarla a cada interacción que tenemos.
De esta manera, puedes convertirte en la brújula que dirige tus intenciones, tu atención y tus acciones con pacientes y entre pacientes. Siempre que te comprometas con alguien es importante preguntar: ¿cómo puedo beneficiar a esta persona? Hazte esta pregunta cada vez que te encuentres con pacientes, profesionales, familiares o amigos. Es importante buscar oportunidades para mostrar compasión.
La compasión se puede cultivar a través de una serie de prácticas probadas con el tiempo. La investigación ha descubierto que unos pocos minutos de práctica al día ayudarán al cerebro a reprogramarse para una mayor compasión. También se ha demostrado que, con el entrenamiento regular, puede experimentar un aumento de las emociones positivas, una mayor atención, un sentido de propósito más fuerte y una mayor felicidad.
Además, se ha demostrado que el entrenamiento de la compasión altera significativamente las redes neuronales de nuestro cerebro de tal manera que reaccionamos al sufrimiento de los demás con compasión espontánea, en lugar de angustia y desesperación.
La compasión, nuestra capacidad de conectarnos con el sufrimiento propio y de los demás junto a la motivación sincera de aliviarlo y prevenirlo, es instintiva en los seres humanos cuando el que sufre es alguien cercano. Sin embargo, las tradiciones contemplativas sugieren que es posible ampliar nuestro círculo de cuidado y compasión más allá de lo instintivo. Cuando la compasión surge en nuestro corazón, nuestra mente se libera del odio, de los juicios negativos y de la preocupación obsesiva por uno mismo, constituyendo una fuente natural de paz interior y exterior.
Los seres humanos tenemos una capacidad natural para sentir y expresar la compasión. Sin embargo, el estrés diario, las presiones sociales y las experiencias de vida pueden limitar la expresión plena de esta capacidad. Cada uno de nosotros puede elegir nutrir y desarrollar nuestro instinto compasivo. Este proceso requiere paciencia, cuidado, así como también las herramientas apropiadas y un ambiente propicio.
El cultivo de la compasión va más allá de sentir más empatía y preocupación por los demás. El cultivo de la compasión hace surgir la fortaleza para estar con el sufrimiento, el valor para actuar con compasión y la resiliencia para prevenir la «fatiga por compasión». Estas cualidades facilitan y apoyan, a su vez, una serie de cambios positivos, desde mejorar las relaciones interpersonales hasta hacer una diferencia positiva en el mundo.
El cultivo de la compasión puede también sustentar la propia salud, bienestar y felicidad.
Investigaciones del ámbito de las neurociencias están reportando actualmente que la compasión, entendida como la capacidad de acompañar el sufrimiento de nosotros mismos y de los demás, es fundamental para producir cambios en la salud y la calidad de vida.