“Tras meses de tratamiento mi pelo se ha rendido. Me lo he tenido que cortar. Es un problema pequeño, el drama auténtico es que hace tiempo que tengo que mirar la muerte de cara, y no con qué cara lo hago, pero este cambio de imagen forzado, a pesar de ser banal, superficial, anecdótico, lo he vivido como un pequeño luto. Una derrota triste. Porque no era ninguna decisión, era una nueva renuncia, una prueba más de que no tienes la vida bajo control. Otro aprendizaje en la aceptación de la nueva realidad.
Volví de la peluquería preocupado por mis orejas, que aprovechan la ocasión para exhibir sin reparos su tamaño y separación. Y tuve la suerte impagable que el primero de recibirme en casa fue mi hijo pequeño. «¡Pero qué guapo que quedas con la gorra, papá, qué envidia!», exclamó con unos ojos brillantes y una sinceridad entrañable. Me cayó la lagrimita, y era de alegría.
Los adultos me hacen cumplidos amables, él expresaba su verdad íntima. Después le dijo a su madre: «¡Vaya morro que tiene papá: desde lo del cáncer se compra ropa chulísima que le queda súper bien!». Se refiere a las camisetas afelpadas para no pasar frío con las quimios de invierno, las camisas blancas de manga larga cuando en verano no me podía tocar el sol, pantalones con goma para la colostomía: ropa que compro por prescripción médica, no estética , y que a él le enamora porque la lleva su padre.
Ya lo he entendido, y espero que para siempre, y deseo con el alma que «siempre» sea mucho tiempo. La belleza está en la mirada, y no hay privilegio más hermoso que ser observado desde el amor incondicional y la alegría de vivir, como hace esta criatura dulcísima, que es ante mi corazón y mis ojos la belleza absoluta. Invertimos en peluquería, cremas, ropa y gimnasio, y bien hecho está, porque hay que cuidar el cuerpo, y necesitamos gustarnos para agradar. Pero no hay ninguna inversión más segura y rentable que rodearnos de personas que nos quieren tal como somos, que nos encuentran guapísimos al margen de lo que dicte el espejo. Porque nos miran siempre con buenos ojos”. Y esta historia es una historia de verdad. Una historia basada en la vida. Una historia que tiene mucho corazón y alma. Una historia de todos los días. Una historia para leer y comprender. Una historia que emociona, aunque él ya no esté.
Mientras otros dicen: “Lo único que quiero es trabajar y sentirme útil”, “En las noches no duermo. La morfina ya no me hace efecto. No me puedo incorporar el trabajo en mi situación, y eso me agobia más”, “La única certeza que tengo es que mi quimio no me curó y que los médicos no saben explicarlo” o “Se ve que en lugar de asignarme al grupo que recibía ese medicamento que necesitaba, me integraron en el grupo que recibía placebo. Por lo tanto, desde diciembre a febrero, mi oncólogo percibía que no tenía síntomas de recuperación, el tiempo avanzaba y yo no mejoraba. A partir de ahí empecé a moverme más para conseguir estos nuevos medicamentos que estaban en nivel 3 de ensayo clínico, que era bastante”.
Opciones positivas y otras a mejorar. La desigualdad existe y cada vez es más importante. Mucho por hacer.