En Wikipedia puede leerse sobre Stelarc: “Stelios Arcadiou (Limassol, 1946) es un artista de performance nacido en Chipre pero criado en Melbourne, Australia, cuyos trabajos se centran sobre todo en la extensión de las capacidades del cuerpo humano. En 1972 se cambió legalmente su nombre a Stelarc. La mayoría de sus piezas tienen como base la premisa de que el cuerpo humano es obsoleto”.
En realidad Stelarc está dedicando sus esfuerzos, a romper todas las reglas de Dios. Y probablemente, de este ‘octavo día de la creación’ que está protagonizando o poniendo en marcha este artista chipro-australiano, Dios tal vez también podrá decir, al final, aquello de que “y vio que era bueno”: Oír por un brazo, tener una (tercera) mano ambidiestra, estar o percibir tres sitios del mundo a la vez… ¿por qué no? La relación de Stelarc con Mallorca tiene mucho que ver con su idea de superar las obsolescencias y limitaciones del cuerpo. El equipo de cirujanos plásticos y reparadores que dirige el doctor Ramón Llull, le ha implantado en un complejísimo proceso una oreja en el brazo izquierdo. Una oreja que se pretende acabe por integrarse en el cuerpo, incluso envejeciendo. Y por la cual trasmite lo que ‘oye’.
En esa oreja se coloca provisionalmente un micrófono especial (cedido por Motorola) que recoge lo que se le ‘dice’ al brazo de Stelarc y desde ahí lo trasmite a Internet. Todas las reglas de la percepción saltan en pedazos y se reconstruyen con este experimento, que enriquece el que ya desarrolló de vivir durante ocho horas conectando sus sentidos a tres diferentes y lejanos lugares del mundo.
¿Por qué todo esto? Las razones de Stelarc son complejas.
Tal vez la inutilidad aparente de lo que hace se justifique -y hasta puede que se sublimepor el tributo al arte que supone.
Pero además, al médico reparador como el doctor Llull, y a su equipo, le supone un desafío y una fuente de conocimientos para abrir nuevas vías en el desarrollo de reconstrucción de pacientes con graves lesiones o amputaciones.
Material sintético
La base de la oreja del brazo de Stelarc es una estructura de material sintético. Pero la cosa va mucho más allá. Los especialistas del doctor Llull lo han recubierto de células vivas (procedentes del tejido graso) y ha hecho lo posible por vascularizar el conjunto y dotarlo de vida dentro del organismo.
Ahora trabajan en el relieve, en que la piel se adapte a la nueva forma y la oreja se vea, esté allí, en el brazo, de pleno derecho, real.
Este trabajo abre a los médicos las puertas a nuevas “vías para curar, como en el caso, por ejemplo, de una persona que hubiera perdido completamente una oreja”, explica el doctor Llull. Pero va aún más allá. El cirujano plástico muestra ilusionado el ‘tercer brazo’ de Stelarc, un brazo robótico que se acopla a su cuerpo y que mueves sus dedos a ambos lados: “¿Por qué no darle a una persona amputada una mano ambidiestra?” El desarrollo quirúrgico de este proceso se ha llevado a cabo a largo plazo, “intentando causarle las menores molestias posibles, colocando la oreja en un lugar del brazo donde pueda protegerla, que no reciba golpes, que no le duela…” Aunque Stelarc no rechaza el dolor: hace unos años se colgaba desnudo de una veintena de anzuelos enganchados a su piel que lo elevaban en el aire, en una espectacular performance.
Siempre buscando esa “superación de los límites de la fiscalidad del cuerpo”, tal como refiere el doctor Ramón Llull, Stelarc se sometió hace un tiempo a sesiones de ocho horas diarias de una especial ubicuidad: los ojos conectados a unos visores, viendo en Londres, los oídos a unos auriculares, oyendo en Nueva York. Y sus miembros los movían a su gusto los visitantes de la exposición-performance, con un interface.
¿Para qué sirve todo esto? Como performance tiene el valor artístico que se le quiera dar. Como funcionalidad real, prácticamente ninguna -a excepción de su tercer brazo ambidiestro, con el que es capaz de escribir y que ya se estudia adaptar a los astronautaspero como arcano a una nueva ciencia sin límites pre establecidos… Puede que sea, efectivamente, el inicio del octavo día de la Creación.