Juan Riera Roca /
La doctora Cristina Gómez Bellvert es médico adjunto al Servicio de Anatomía Patológica del Hospital Universitario de Son Espases, experta en cáncer de pulmón y Patología Molecular. Desde el inicio del curso 2018-2019 es profesora de asociada del recientemente estrenado tercer curso de la Facultad de Medicina de la UIB.
La doctora Gómez Bellvert está viviendo con sus colegas el apasionante momento en el que la Anatomía Patológica pasa de observar al microscopio los tejidos tumorales para determinar su malignidad a usar métodos de secuenciación genómica para saberlo todo sobe su perfil y determinar tratamientos a medida para cada caso.
Junto a ello trabaja ya en la formación de los alumnos del Grado de Medicina de la UIB que desde la primera edición del tercer curso de esta carrera estudian ya esta materia en la que han de aprender a conocer el estado de salud de los tejidos enfermos, sea por infecciones, inflamaciones o afecciones oncológicas.
«En los últimos años —dice la especialista— se ha dado una revolución en lo que el día a día del médico anatomopatólogo: además de tener que hacer un diagnóstico entre ‘benigno o maligno’ en tumores, se aplican técnicas moleculares y con biomarcadores para discernir el tratamiento más adecuado para cada paciente.»
«Que ese tratamiento sea el más adecuado supone una perspectiva de mayor supervivencia a más largo plazo. Estas nuevas técnicas han supuesto una revolución en cuanto a los tratamientos y en cuanto a las perspectivas de supervivencia de los pacientes que estamos viendo ahora», asegura la doctora Gómez.
«Esta mejoría se ha dado en general en la mayor parte de los tumores, pero en el caso del cáncer de pulmón ha sido espectacular. Un diagnóstico de cáncer de pulmón hace unos años era casi una sentencia de muerte si el paciente estaba ya en un estadio metastásico [de diseminación del cáncer]», recuerda la doctora.
Y añade: «Hoy existen herramientas que nos permiten diferenciar tipos de tumores con marcadores específicos que van a predecir el tratamiento más adecuado y van a determinar una supervivencia diferente. En el cáncer de pulmón hemos visto a nivel molecular diferentes vías por las que una célula se convierte en cancerosa.»
La especialista explica que estas vías son diferentes, básicamente mutaciones que se tienen en el ADN inducidas por carcinógenos como el tabaco, u otros desconocidos: «Estas mutaciones en el genoma es lo que hacen que cada tumor sea específico para cada paciente y que hoy podamos determinar qué tiene de especial».
Con esta determinación de cada especificidad tumoral en cada paciente «podemos hacer lo que se denomina una ‘medicina de precisión’, de manera que ya no todos los pacientes se van a tratar con la quimioterapia estándar y convencional, sino que para cada paciente tendremos un tratamiento individualizado».
Estos tratamientos ‘personalizados’ se podrán diseñar «bien haciendo una secuenciación del genoma de las células neoplásicas o bien viendo las alteraciones cromosómicas mediante técnicas de hibridación, mediante sondas especiales. La tecnología avanza rápido —recalca la Dra. Gómez— y esto irá cada vez a más».
Con estos avances se espera elevar aún más el nivel de la personalización de esa medicina. El día a día de esta especialidad ha cambiado en razón a estos avances hasta el punto de que «hoy existen hospitales en los que el patólogo ya ni tiene el microscopio en la mesa», cuando esa era su herramienta tradicional.
No así ocurre en el Hospital Universitario de Son Espases, donde los médicos del Servicio de Anatomía Patológica aún conservan potentes aparatos ópticos en sus despachos y utilizan los cristales con preparaciones de tejidos extraídos del tumor sospechoso de ser maligno, para ‘ver’ el cáncer antes de proceder a otros pasos.
La doctora Cistina Gómez explica que «el futuro es que las preparaciones histológicas [de tejidos] se digitalicen, para que haya un soporte permanente donde consultarlas y que con ese soporte digitalizado se puedan hacer intercambios con colegas de hospitales cercanos o lejanos para poder hacer casos-consulta».
«Y —continúa— a la par de esa tecnología tenemos mecanismos de secuenciación del genoma, que son hoy mucho más rápidos. Antes se podía tardar en secuenciar un fragmento de ADN varios días y hoy se puede hacer de minutos a horas. Las herramientas son distintas al microscopio: el secuenciador y otras que llegan».
De la biopsia líquida al cáncer como enfermedad crónica
En el Hospital Universitario de Son Espases ya está en marcha otra tecnología reciente, «la biopsia líquida en concreto para el tratamiento de enfermos con cáncer de pulmón en estadío metastásico y de los que ya sabemos que tienen en su tumor una mutación concreta», explica la doctora Cristina Gómez Bellvert.
«A estos pacientes —continúa—cada tres meses se les extrae sangre, que es algo prácticamente indoloro e inocuo, y en esa sangre buscamos fragmentos de ADN tumoral circulante y vamos testando la mutación conocida en ese paciente cómo va subiendo o bajando sus niveles, monitorizando su respuesta al tratamiento.»
Esta monitorización de los fragmentos de ADN enfermo permite detectar si se están produciendo resistencias al tratamiento. La biopsia líquida permite evitar en esos casos la biopsia tradicional, que consiste en una extracción de tejido que normalmente es una intervención quirúrgica que no es del todo inocua o indolora.
Lo importante es que con todas estas nuevas tecnologías los pronósticos mejoran: «Un paciente con un tumor metastásico hace unos años nunca superaba el año de vida. Hoy tenemos enfermos a los que llamamos ‘largos supervivientes’ que a lo mejor llevan una sobrevida de cinco años. Esto antes no sucedía.»
«El desarrollo y estudio de las nuevas dianas terapéuticas esperamos que lleguen a convertir algún día el cáncer en una enfermedad crónica en vez de una enfermedad mortal. Buscamos esas dianas terapéuticas que no sean una quimio estándar y que solo ataque a las células neoplásicas, no a todas las del organismo.»