Nada es homeopático en la navidad. Ni la gastronomía, ni los gastos, ni los regalos ni por supuesto las broncas familiares. Todo en demasía. ¿Qué vínculo establecemos con la navidad? Muchas personas muy negativo.
Ciertos anuncios navideños martirizan a los navidofobicos.
Muchos rechazan la programación publicitaria que nos vende y exige felicidad. En el grupo de psicoterapia que realizo con la psicóloga Rosa Piza semanalmente en Santa Ponsa el tema navideño es el tema recurrente.
No es nada extraño ya que hay varias personas que están en un proceso de elaboración de sus duelos y que la navidad y ciertas fechas de aniversario, actúan como como una Termomix, removiéndoles todo. El coctel es emocionalmente muy toxico. No obstante nunca hay que olvidar que si borrásemos nuestros recuerdos autobiográficos perderíamos gran parte de lo que somos.
A fin de cuentas, más importante que el lugar en el cual nos hallamos es el camino que recorrimos para llegar.
En el grupo hay personas que rechazan la hipocresía, la falsedad, la imposición de felicidad colectiva, el “reunirse con la familia con la que no te llevas bien, el carrusel de compras, “la navidad es cuento”, sin embargo a otras les gusta la navidad y valoran las reuniones familiares.
Otras recuerdan a sus familiares que no están. Cuanto sufrimiento estéril en esa actualización del pasado, a través de nuestros recuerdos negativos, en el presente.
Otras añoran con nostalgia la infancia ya lejana pero que siempre vive con nosotros. Para otras la vivencia es agridulce.
Una de las personas que está afrontando una dura travesía personal, tras ser escuchado y rescatado por el grupo, tomo conciencia que era un buen momento para reencontrase con su hijo y darle un significado diferente a esta navidad. Reconozcámoslo no siempre la familia es un paraíso celestial. Cuantas intimidades congeladas hay en las relaciones familiares, cuantos ajustes de cuentas aplazados, que se escenifican y entonces se arma el Belén. Cuántas familias están atrapadas en el malentendido: algo que ocurrió o se habló, fue visto y sentido de diferente modo por dos miembros de la familia, lo que creó un malentendido del que no se volvió a hablar más; dos ideas distintas y encontradas. Cuando se explora el malentendido silencioso nos solemos encontrar no solo con que ambas opiniones y sentimientos son aceptables, sino con que no son tan contrarios ni están tan alejados.
Todo se mezcla : experiencias del pasado ( la silla vacía: los duelos donde los ausentes se hace muy presentes, las experiencias infantiles abandonadas o traumáticas, las carencias y el maltrato en la infancia etc ) y el presente ( rupturas afectiva recientes, conflictos familiares no resueltos, emociones negativas mal gestionadas, persistencia de megadosis de re-sentimiento, situaciones familiares y personales que provocan un gran sufrimiento, el paro, la soloedad, situaciones de gran vulnerabilidad y dependencia, la ausencia de recursos económicos etc. En este proceso con-junto de elaboración anticipada que realizamos en el grupo de Santa Ponsa, no he dejado de repetirme y compartir, la famosa perla cognitiva nietzscheana “Quien tiene algo por qué vivir, es capaz de soportar cualquier cómo”. He aquí un importante motor de la automotivación para adaptarnos mejor.
He ahí la tarea a realizar. El reto de vivir el presente es algo que puede ayudarnos a hacernos más soportables esta Navidad. No conviene olvidar que los seres humanos también causamos dolor cuando cosificamos y deshumanizamos a los demás. Unos buenos antídotos son la solidaridad, la generosidad, la compasión, el perdón y la espiritualidad, Todos los sabemos practicar. El mallorquín tiene un mantra mágico: Molts d’anys.