Es llegar el año nuevo, es llegar el año nueve, y es hacerse viral la imagen y la información que todos conocíamos: Vicenç Thomás duerme mientras trabaja.
O trabaja mientras duerme, o sueña que trabaja, o trabaja soñando, que cualesquiera de estas pesadillas le son de aplicación a nuestro bello durmiente.
Es ver las imágenes de Thomás dormido y durmiendo, y es entender que sueña con el futuro que le pagamos entre todos. Es verlo y saber que busca en el sueño público lo que el sueldo privado no le permitiría, que nadie duerme en los andamios ni desatascando cloacas.
Es ver al míster exhalando melatonina al resto de los durmientes parlamentarios y entender la contribución que toda esta izquierda mentirosa que nos gobierna ha hecho al sueño eterno de sus promesas. El sueño de regalarnos el parking de son Espases mientras pagamos 22 millones de euros, por poner un ejemplo, o el desembarco a cinco meses de terminar la legislatura de otro durmiente de viejo cuño, el tal Dr. Miguel Gascón, repescado menorquín desde el sueño de la jubilación a la pesadilla de tener que aguantarlo como defensor del paciente de la Comunidad. Buenas noches, doctor.
Es llegar el año diecinueve, es empezar las elecciones de Mayo, y lejos de indignarnos nos damos cuenta de que Vicente es la imagen y la semejanza exacta de su imagen y semejanza; es el espejo en el que pueden mirarse la mayoría de sus compis de bacanal onírica de estos cuatro años ridículos, es querer confundirnos entre su sueño eterno y el sueño de eternizarse. Que descanse, doctor.
Es ver las imágenes y es preguntarnos por qué coño nadie despierta al diputado que se duerme, por qué el domador del presidente-persianero Balti no expulsa del circo parlamentario al león de la metro y sus ronquidos con un “a dormir a ca teva ”, o como se diga en el lenguaje que se utiliza en la obra. Nadie duerme mientras monta una persiana mallorquina.
Una cosa es que te duermas y otra es que sólo sirvan las elecciones, que sólo sirvan los votos, para despertar al diputado de turno. Es ver el solsticio de esa rebaba brillando en los bordes de la noble madera de nuestro sillón y es no entender por qué coño nadie le reclama que devuelva la parte proporcional de lo que cobró mientras dormía, que es lo que, precisamente, hace el gobierno alemán.
Mañana nos contestarán que no dormía, que yacía, que dormitaba, que se amodorraba el pelo al pensamiento.
Nos dirán que era el peso de la púrpura el que doblegaba a ese cisne muerto o que el forense de guardia certificó que estaba vivo. Venga, Vicenç, a nonón, ea mi niño ea, que vienen las elecciones.