La pérdida del contacto con otros enciende los mecanismos fisiológicos del peligro y la amenaza codificados en nuestros genes. Las consecuencias no solo son cognitivas y emocionales sino también el producto de una cascada de acontecimientos mediante los cuales la fisiología se perturba de manera muy significativa. Por diversas razones, a menudo no consideradas en la consulta médica, la soledad se ha convertido en un grave problema de salud pública. La necesidad de una conexión social significativa, y el dolor que sentimos sin ella, son características definitorias de nuestra especie. Nuestro bienestar está intrínsecamente vinculado a las vidas de los demás. Pero vivimos una cultura que nos repite con insistencia que vamos a prosperar a través del interés propio, de la competencia y el individualismo extremo. Que la ruptura social no se trate como un problema médico con la misma transparencia con la que tratamos un hueso roto, es simplemente porque no podemos verla. Sin embargo las neurociencias han demostrado que el dolor social y el dolor físico son procesados por los mismos circuitos neuronales. En humanos como en otros mamíferos sociales, el contacto reduce el dolor físico. Abrazamos a nuestros hijos cuando se lastiman precisamente porque el afecto es un poderoso analgésico. Los opioides alivian tanto el dolor físico como la angustia de la separación. El dolor físico chivatea las lesiones físicas, el dolor emocional es el portavoz del daño social. Despierta el impulso ancestral hacia la conexión con otras personas en redes sociales que amortiguan la intemperie del mundo. Pero para muchas personas eso es casi imposible. La soledad es la causa raíz, la»causa de las causas», de muchos fenómenos clínicos que registramos a diario en nuestros pacientes y debe de ser pregunta obligada en la anamnesis medica en pacientes con alto riesgo de vulnerabilidad.
La deuda sanitaria histórica
Me permito recordarlo de nuevo en este tiempo de incertidumbre financiera propiciada por el des-gobierno de Sánchez.
La memoria es subjetiva pero la historia está construida con hechos o mojones. Y les recuerdo al Govern y al resto del arco parlamentario, que el Gobierno central nos adeuda, desde el 2002, 2.800 millones de euros en sanidad. Es decir un tercio de nuestra deuda autonómica. Es hora de cantarle las cuarenta a la Montero y cia.
Basta de colegueo adolescente y de Síndrome de Estocolmo.
Los ciudadanos de esta comunidad lo exigimos. Defiéndanos como toca en contra de sus intereses partidistas.
Ya saben en derrota transitoria pero nunca en doma.