P.- Definitivamente, la modernización del Hospital de Manacor es un objetivo ineludible…
R.- Tenga en cuenta que los quince municipios que forman parte de nuestra área de influencia sumaban, cuando se inauguró el hospital, 108.000 habitantes. Ahora somos casi 150.000. La verdad es que el Hospital de Manacor empezó a hacerse pequeño, prácticamente, desde el mismo momento de su apertura, porque progresivamente se fueron incorporando servicios como la UCI, Oncología o la cirugía sin ingreso que exigen disponer de más espacio. Por otra parte, acumulamos muchos años de retraso. Ya existía una propuesta de Plan Director en 2011, pero desgraciadamente quedó olvidada en el fondo de un cajón.
P.- Algunas de las actuaciones ya se han llevado a cabo. ¿Cuáles, exactamente?
R.- Son intervenciones que forman parte de lo que podríamos llamar la fase 0 del Plan Director. Se trata de ejecuciones que no podían esperar por más tiempo, porque resultaban absolutamente imprescindibles. Por eso, nos adelantamos a la próxima puesta en marcha del plan y en esta fase 0 hemos abordado, entre otras actuaciones, la ampliación del área de Urgencias. Piense que este servicio fue diseñado para atender a 80 pacientes al día, y en 2019 el promedio llegó a 218. Ahora disponemos de una unidad más amplia, dotada con una sala de observación en la que el enfermo que está pendiente de ingreso hospitalario o a quien se le están practicando unas pruebas, puede permanecer confortablemente y bajo un estricto seguimiento médico. Afortunadamente, hemos acabado con la imagen de las camas en los pasillos. Por otro lado, se imponía la necesidad de separar las urgencias pediátricas de las de adultos.
P.- ¿Qué proyectos concretos se van a abordar a través del Plan Director?
R.- Es como construir un hospital nuevo, prácticamente. Crearemos tres nuevas edificaciones. La primera colindará con las actuales dependencias del hospital y acogerá todos los servicios ambulatorios, es decir, consultas, rehabilitación, diálisis, el hospital de día, y los gabinetes no quirúrgicos, entre otras instalaciones. Su altura será de tres plantas y dispondrá de dos sótanos y un párking. Un segundo edificio se construirá en la zona más alejada del hospital y agrupará la actividad no asistencial, como la central energética y la cocina. Finalmente, el tercer inmueble se reservará al área quirúrgica, con dos plantas de altura. En este espacio se ubicará una nueva UCI, mientras que los 8 quirófanos actuales aumentarán a 13. Igualmente las instalaciones de paritorio y reanimación ganarán en amplitud.
P.- Más allá del Plan Director, ¿en qué está contribuyendo el Hospital de Manacor al desarrollo de la denominada Estrategia de Crocinidad impulsada desde la Conselleria de Salut’
R.- La cronicidad es un proyecto estrella del Govern en la que el protagonismo más importante recae en Atención Primaria. Por supuesto, los hospitales también hemos de estar ahí, porque no siempre será posible cuidar a los pacientes crónicos en sus domicilios, a pesar de que éste sea el objetivo prioritario. En este sentido, crearemos unidades específicas en las que la filosofía, por así decirlo, no consistirá tanto en luchar contra una determinada enfermedad, sino a favor del enfermo. Esto quiere decir que todos los profesionales, de todas las especialidades, trabajarán juntos para consensuar qué decisiones hay que adoptar para ayudar al paciente.
P.- El camino para llegar hasta el momento actual, ¿ha sido particularmente duro para el Hospital de Manacor’
R.- Lo ha sido. A finales de 2012, cuando asumí la gerencia del centro, hace ya más de 7 años, me encontré con un hospital que había sido objeto de recortes muy duros: médicos que habían sido despedidos, servicios que se habían desmontado… Los profesionales estaban indignados y, como suele decirse, muy quemados con toda esta situación. Sin embargo, he de reconocer que fue fácil inculcarles la idea de que era imprescindible seguir adelante. Y entre todos, lo conseguimos.
P.- La construcción del hospital, inaugurado en 1997, ¿obedeció a un criterio político?
R.- Este hospital se levantó porque toda una comarca así lo reclamó. Es cierto que existía entonces un debate muy intenso sobre si la opción más conveniente era acometer primero la construcción de Son Llàtzer, o bien apostar por Manacor. Tal vez sí que se priorizaron los criterios políticos, pero en ningún caso pienso que se cometiese una equivocación. Acercar la atención sanitaria a los ciudadanos siempre es positivo. Eso no significa que cada centro ignore cuáles han de ser sus límites. En Manacor, donde trabajan extraordinarios profesionales, no tendría sentido operar un cáncer de esófago, porque la incidencia es muy baja. Sin embargo, tratamos perfectamente el cáncer de mama, por ejemplo. A los hospitales grandes les cuesta mucho entender que los centros más pequeños podemos ser igual de competentes que ellos.
P.- Ya que comenta esto, ¿cree que existe un suficiente nivel de cooperación entre los diferentes ámbitos de la actividad asistencial?
R.- Es un aspecto en el que debemos, y podemos, mejorar. Los hospitales han dado la espalda a Atención Primaria, y desde Atención Primaria no siempre se nos ha ayudado. Unos y otros hemos de aprender que hay un único enfermo, y que él, o ella, no nos pertenece. A menudo, se afirma que el paciente ha de constituir el centro del sistema de salud, pero luego no nos lo creemos lo suficiente. Quiero pensar que esto cambiará y que todos, cada uno desde su responsabilidad, entenderemos que no hemos de trabajar solo por nuestra cuenta y riesgo, ya que únicamente colaborando juntos, siempre desde el diálogo y una comunicación fluida, lograremos salir adelante.
P.- ¿Qué Hospital de Manacor imagina dentro de cinco años?
R.- Imagino a un hospital que contará con el bagaje de 25 años de historia, y que, a este respecto, conjugará la madurez con la ilusión de una nueva juventud propiciada por la renovación de sus instalaciones. Al mismo tiempo, es básico incorporar modelos sanitarios y asistenciales fundamentados en la reformulación de los procesos, que prioricen la humanización de la medicina, que abran las puertas a la digitalización de la atención sanitaria, y que no deje nunca de situar al paciente en el eje de todas estas actuaciones.
Soledad Gallardo: Su carácter le predispone a estar a gusto relacionándose con los pacientes. ¿Por qué decidió involucrarse en el ámbito de la gestión?
R.- Fue una decisión que tomé con el corazón, no con la cabeza. El doctor Antoni Mesquida, entonces conseller de Salut, me dijo que me necesitaba en Manacor. Me negué varias veces, pero finalmente acepté pensando que no estaría en el cargo más de dos años. Sin embargo, comprobé que también desde la gestión podía ayudar a las personas. A mi familia, en definitiva. Porque mi familia es la comarca de Llevant. Claro que hay momentos malos cuando desempeñas este tipo de responsabilidades. Muchos, si me permite decirlo. Pero te reconforta el hecho de que el proyecto siga su curso y contribuir a cambiar las dinámicas.
Antoni Bennasar: La vocación por la medicina, ¿se la inculcó su familia?
R.- En mi familia no hay médicos. Ni siquiera nadie antes que yo había tenido la oportunidad de cursar estudios superiores. Mis parientes maternos regentaban una tienda y los paternos eran pescadores. No obstante, la determinación de dedicarme a la asistencia médica fue muy precoz por mi parte, a los 12 ó 13 años. Había leído una biografía de Marie Curie, y me propuse ser médico para ayudar a los demás y, en especial, para curar el cáncer. En el tercer curso de la carrera de Medicina realicé prácticas en Son Dureta y fue entonces cuando descubrí que mi verdadera vocación no era encerrarme en un laboratorio, sino estar con los pacientes, aunque sin abandonar en ningún caso el terreno de la oncología.
Margalida Gili: Como oncóloga, ¿cree que la percepción del cáncer por parte de la sociedad ha cambiado?
R.- Sí, radicalmente. Cuando empecé en esta especialidad, en 1983, gente de mi entorno me decía que había perdido la cabeza queriendo dedicarme a un campo de la medicina en el que, indefectiblemente, el paciente siempre acababa muriendo. Yo estaba entonces en Barcelona, y nadie quería escuchar la palabra ‘cáncer’, porque la asociaban a la muerte. Y, por supuesto, las familias se oponían frontalmente a que el médico informase al enfermo de su situación. Hace diez años, el panorama empezó a cambiar. Hoy en día, el cáncer ya no produce tanto miedo, y en eso tiene mucho que ver la mejora de las expectativas de curación. Hace 30 años, la supervivencia cinco años después del diagnóstico no llegaba ni al 50 por ciento. Hoy, casi el 60 por ciento de pacientes a quienes se les ha detectado esta patología siguen vivos al cabo de 20 años.
Ramón Colom: ¿De dónde procede su apego al mar y, en concreto, al mar de Portocristo?
R.- Nací junto al mar. ¡Cómo no voy a amarlo! Mis bisabuelos eran pescadores y procedían de Portocolom. Buscaban pesca ahí donde la encontraban, y se dieron cuenta de que en Portocristo, que entonces era, básicamente, un puerto natural, las capturas abundaban. Eran gente muy pobre, así que decidieron quedarse en la zona y habitar en una cueva, primero esporádicamente y más tarde de forma ya definitiva. En otras palabras, mis familiares fueron los primeros pobladores de Portocristo. Con estos antecedentes, cualquiera puede entender hasta qué punto quiero a mi pueblo, a esta ‘república independiente’, como afirman algunos. ¿Qué si yo soy partidaria de la independencia de Portocristo? Mire, le seré franca: siento un gran cariño por Manacor. Ahí es donde trabajo, y donde nació mi madre. Sin embargo, una localidad como Portocristo, que se halla a 12 kilómetros de distancia del núcleo del que depende administrativamente, es decir, Manacor, y que hoy en día acoge un contingente poblacional de casi 8.000 habitantes, pues… ¡qué quiere que le diga! En mi opinión, pues sí, Portocristo debería ser independiente.
Entrevista a Catalina Vadell, seguida de tertúlia amb Soledad Gallardo, Margalida Gili, Ramon Colom i Antoni Bennasar. Programa Salut i Força a Canal 4 TV, dirigit i presentat per Joan Calafat.