Y estas desigualdades se reflejan ayer, en la antigua anormalidad, se han reflejado durante estos meses, en la pandemia de COVID-19 y está hoy en la nueva anormalidad.
El impacto de la actual crisis sobre la desigualdad y la pobreza va a depender, según algunos economistas de la salud, de la “intensidad” de la crisis, de su duración, de la distribución de las pérdidas de renta y empleo entre sectores productivos y grupos de población, y de la respuesta institucional ante la situación provocada por la pandemia. Por tanto, eso conllevará, o mejor diría, está conllevando una crisis muy intensa con un elevado potencial de generación de pobreza y desigualdad.
Los cambios puede ser que hayan llegado para quedarse.
Los grupos de población con más dificultades de acceso a las nuevas tecnologías como las personas con menor nivel de renta y educación, se encontrarán en una posición más vulnerable. También aumentará la brecha intergeneracional, pues las dificultades de adaptación de los grupos de más edad al nuevo contexto son mayores. Sin embargo, el impacto de la brecha digital seguramente es más preocupante en los niños, al afectar a la inversión en educación, lo que tendrá efectos a lo largo de toda su vida.
A partir de la pandemia, la población se ha dividido, entre los que pueden trabajar desde casa (la mayoría, de clase media y clase alta) y los que no pueden (la mayoría, de clase trabajadora), que trabajan primordialmente en los sectores esenciales, que han jugado un papel insustituible para el sostenimiento, la seguridad y el mantenimiento de la sociedad.
Cómo dice Vicenç Navarro, no es el virus el que causa la enfermedad y la muerte, sino la falta de protección frente a él. Y en esa falta de protección está sin duda la mujer de la limpieza del hospital, con unos salarios muy bajos y con unas condiciones de trabajo muy precarias. Así, en Barcelona, explica que hay una relación inversamente proporcional entre nivel de renta e incidencia del Covid-19. A mayor la primera, menor la segunda. Esta situación es extrapolable a Baleares.
En lo que respecta a la atención sanitaria, la extensión de la telemedicina puede tener un impacto negativo en el acceso a la asistencia de los grupos peor situados socialmente, lo que contribuiría a incrementar unas desigualdades.
Mucho trabajo para disminuir las desigualdades en salud que vienen de la antigua anormalidad.