Buscar covid con gambanero nada más que el guiri llega al aeropuerto es la metáfora jamás soñada del entomólogo cazando mariposas, es imaginarnos a Patriciademistrajes, nuestra consellera preferida responsable, mariposeando por los espacios sanitarios de contagio, como haciendo a ver que pesca algo.
En todo este basural de medidas sanitarias nunca tomadas, lo único evidente es que nuestros responsables no han buscado nada, que nosotros no hemos buscado al virus, que ha sido él -y sólo él- el que nos ha encontrado a nosotros a base de incompetencia, de sorpresa y, además, sin demasiado esfuerzo.
Dice la prensa con mucha pompa, dicen los desvergonzados responsables sanitarios, los sanos sanísimos de nuestros mandamases sanitarios, que van a controlar nuestras fronteras de tres maneras revolucionarias. La primera tomar la temperatura, pero no a mano como pudiera hacerlo la del estanco de la esquina sino con un escáner que impida, por ejemplo, que a Julielamoroso se le ponga la cara roja cuando explica estas medidas. La segunda, igualmente revolucionaria, que los ciudadanos rellenemos el formulario con el que seguir asumiendo la responsabilidad del que firma, con el que permitir seguir localizado para nuevos y eternos confinamientos mediante promesas y juramentos que permitan echarle la culpa y llamarle irresponsable.
Y la tercera medida, grande donde las haya, premiante para la mente aguda del que la haya propiciado, la creación de un corpus de ojeadores aeroportuarios, la formación de un grupo de mirones de sanidad exterior que siendo simples paseantes, observándote, sean capaces de intuirte un grado de infección en cualquiera de sus formas, ya una sífilis terciaria que el escáner de Patricia no detecte, ya el papiloma que ni los más sofisticados reglajes de Juli sean capaces de entreverte.
A la espera de cinco millones de turistas el día menos pensado, se antoja que las medidas disciplinarias de las tres medidas de esta santísima Trinidad sanitaria son de lo más revolucionario, son lo que necesitamos para tranquilizar al mercado de abastos de nuestra carnaza infectante.
Reclamamos precozmente turistas, muchos turistas, un mon de turisteo, pero con sus certificados y sus seguros, con sus PCR y sus babas y sus bocas pagadas por sus propios bolsillos, una ecotasa sanitaria en tiempos de crisis que ni está ni se la espera. Queremos infectarnos, sí, pero siendo ricos.
Al final, la paradoja es que no ser controlados nos permite controlar a nuestros cargos, nos permite no sólo estar pendientes en tiempo real de todos y cada uno de los focos infecciosos que vamos a ir detectando a lo largo y ancho de la incompetencia de esos ojeadores, al escaso sentido clínico de una medida tan absurda, sino seguir vigilando la lista, por ejemplo, de colocaciones amorosas del Ib-Salut, la de ir avanzando en esos amores en los que sus cargos, sus altos cargos, intercambian salivas víricas a cambio de colocar a la novia o al novio en el puesto adecuado. ¿Lo detectará el escáner de Patricia?