El doctor José Reyes, jefe del área de Aparato Digestivo del Hospital Comarcal de Inca, divulgó a través de las redes sociales, hace apenas unos días, una sentida y emotiva grabación en la que insta a no bajar la guardia frente al Covid-19.
Visiblemente cariacontecido, este prestigioso médico, que se ha involucrado en la lucha contra la pandemia con la misma profesionalidad y entrega que ha demostrado siempre en todos los proyectos asistenciales en los que interviene, comienza su mensaje reconociendo que se siente“preocupado” ante la deriva que están tomando los acontecimientos desde que hemos entrado en la fase denominada de la ‘nueva normalidad’ y han empezado a aplicarse las directrices de la desescalada.
Tiene motivos el doctor Reyes para estar preocupado y, de hecho, no es el único que se siente así. En estos días, todos hemos podido comprobar hasta qué punto el grado de inconsciencia es más fuerte que el sentido de la mesura y la prudencia. Basta con darse un garbeo por las calles de Palma o de cualquier otra ciudad o localidad para descubrir la presencia de grupos de personas que charlan o pasean sin guardar un mínimo margen de distancia de seguridad; o terrazas atestadas de clientes que hablan entre sí sin mascarilla y casi cara a cara; o fiestas nocturnas y clandestinas, en polígonos y localizaciones del extrarradio, con jóvenes practicando el botellón y sin preocuparse de adoptar las más indispensables medidas de cautela; o espectáculos deportivos en los que los jugadores no se dan la mano al inicio de los partidos, pero luego, incomprensiblemente, celebran cada gol como si no hubiera un mañana, abrazándose y besándose y trasladando un mensaje nada recomendable al resto de la población.
En efecto, hay motivos para preocuparse. Lo avisó el ministro de Sanidad, Salvador Illa, poco antes de que se iniciaran las fases de desescalada: “El confinamiento ha sido un proceso duro e difícil – aseguró Illa en ese momento – Pero las normas de desconfinamiento posiblemente resulten aún más complicadas, porque dependen en mayor grado de la responsabilidad de cada uno”.
Dicho y hecho. Los mismos ciudadanos que, en su mayor parte, demostraron un comportamiento ejemplar durante los tres meses del estado de alarma, ahora se comportan, al menos algunos de ellos, como unos chiquillos alocados a los que los padres les han prohibido salir de fiesta durante un tiempo y que, liberados de su cautiverio, no tienen otra idea en la cabeza más que desquitarse de tantas privaciones.
Eso estaría muy bien y resultaría plenamente plausible si el Covid-19 ya formara parte del pasado, aunque fuera un pasado muy reciente. Pero no es así, en absoluto. Cada día, en Baleares, en España, en Europa, en el resto del mundo, se diagnostican nuevos casos. Cada día, se sigue informando de la muerte de personas infectadas por el virus. Y cada día leemos noticias sobre rebrotes importantes en Alemania, Israel, Suiza y en muchos otros puntos del planeta. No nos equivoquemos: también puede suceder aquí, en nuestro entorno más próximo.
En su alocución, el doctor Reyes pronunciaba en diversas ocasiones la palabra ‘Por favor’ para reclamar un cambio de actitud. En esta editorial seremos algo más taxativos, y pediremos un cambio drástico en el comportamiento negligente que estamos observando en esta fase de desescalada, no por favor, sino por obligación.